viernes, 9 de septiembre de 2016

Querida vecina.

Querida vecina.


Querida vecina, caminar a su lado bajo el manto de la noche es una eternidad oculta en la oscuridad de las luciérnagas, tendría al menos alas o más pies para ser insecto que entre por su ventana para ver sus parpados descansar.

Pero querida vecina, no le quiero faltar al respeto, pero es usted más bella que la venus de Emilo, más sexy que un incubo, más irracional que el poeta esta noche le ha escrito.

Pero no quiero molestar con la sinceridad de mi corazón, ni con la fragilidad de mi alma, pero mi cuerpo se tensa al estar a su lado, con esos luceros al alba que se cierran al mirarme, con esas mejillas rojas cuando a mi lado te sonrojas, pero que puedo decir de esos labios que se me antojan como el pan cada mañana a lado de un té…

Querida vecina me pierdo en el delirio de tenerte aunque no te tenga, me pierdo en la dicha de la esperanza de que a mi lado cada noche caminemos de la mano, como dos estrellas que nunca están juntas pero siempre están cerca…
Pero te observo como hace algunos ayeres, como hace algunos años, quizás debería llamar a los siglos para que los dioses lo hagan instantes, quizás debería llamar al pecado para que el instante se haga eterno, pero no lo sé vecina, me pierdo en la maravilla de su mente, en el naufragio del alma, en la incapacidad de no tenerte.

Loca niña desprotegida, sonrisa cálida de la mañana, pereza absurda y neblina, me caigo y te tumbo conmigo, te caes y me prendo contigo, como fuego de la fogata, largo, eterno, deseado, me usurpo en tus aposentos y quiero hacer pecado.


Querida vecina, de se cuenta que ya no sé de lo que hablo. 


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