Te conozco sin conocernos.
Estas cuando
te necesito, eres la palabra que busco en el libro, el agua que busco en el
desierto, el viento donde alcanzo mis más grandes sueños, la taza de café en
mis desvelos, claro no falta mencionar que eres un gato nocturno, la luna pura
o las flores dulces en primavera.
¿Acaso te
pertenezco o me perteneces?
No lo sé,
nunca lo he sabido.
Y es qué no
se sabe nada, no sabemos nada, ni nuestros nombres, ni nuestro andar.
Nos mostramos
en la oscuridad, sin conocernos nos conocemos, sin hablar nos escuchamos, no te
veo pero te siento, te siento cuando entras por mis oídos y sales como palabras
al asecho de un poema.
Me acuesto
contigo en la inmensidad de lo desconocido y compartimos el alma, como si
fuésemos uno, simplemente un cuerpo, un alma, un corazón. –Me voy a mudar de
alma, corazón y cuerpo cuando nos encontremos.-
Te he
conocido en lo sublime de mis sueños, estas presente en cada una de mis letras,
te veo andar por el centro rodeada de personas insólitas, a veces chocamos en
el metro o tomamos el mismo autobús, no sé, quizás la locura me evada como la
fiebre que me haces pasar en las noches que no me dejas dormir, no lo sé, nunca
lo he sabido. Y aunque haya pasado un
gran tiempo, aún te recuerdo…
No eres un
largo tiempo ni tampoco un gran espacio, no te aseguro que seas lo máximo o
algo perfecto, tampoco eres un todo ni tampoco la nada, solo puedo denominarlo
algo así sencillo como un instante, sí, naturalmente y sin complejidad alguna
eres un simple instante indefinido…
Ya sé que te
conozco y no me has visto, ya sé que me has visto sin conocerme… Pero… ¿Por qué
no vienes con tu mirada prófuga, con tu cuerpo escultural y me dices con tu voz melodiosa?
“Te invito a invitarme un café”.
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