La bruja, la escoba y el diablo.
Aún recuerdo haber leído ese
expediente, pasé noches sin dormir y aún es imposible obtener un descanso
grato, todo por haber escuchado la historia de mi amigo Jacobo Pacheco.
Jacobo, fue sin duda alguna, uno de
los mejores psiquiatras del país, el comenzó su carrera a muy temprana edad y
siempre pudo equilibrar las emociones de la gente que padecía de una locura
exquisita, es cierto, fue un buen doctor, pero también tenía ideas fuera de lo
común, en ocasiones pensaba que la locura se transmitía como una señal Wifi,
que todos estábamos expuestos a las partículas que dañaban el cerebro, aquellas que ocasionaban alucinaciones, la
verdad, yo nunca pude creerle, hasta que me mostró el extraño caso de una
paciente que ni el mismo pudo controlar.
Aquel día cuando me mostró el
expediente y me comentó la historia de su paciente; fue en un café, ambos
disfrutábamos de la cafeína en nuestro sistema nervioso, pues hacía placentero
el tiempo y larga la noche, recuerdo también que era verano, se habían sentido
las temperaturas más altas en muchos años, ya México no era lo mismo, el mundo
cambiaba y con ello las ideas.
Aquella noche me contó por primera
vez, sobre Dora Guadalupe Lindero, una chica peculiar y en plena juventud, apenas
si tenía como 18 años y ya padecía muchas alucinaciones sin sentido alguno
–claro, las personas locas siempre tienen la razón en su incertidumbre- . Era
un caso bastante triste, es cierto, la
vida a veces patea más a los inocentes.
Todo comenzó cuando me explicó que
Dora se le fue otorgada hace algún tiempo y que había desaparecido desde la
primera cita, él llevaba consigo un expediente demasiado extenso, eran varias
hojas con toda la información recaudada. Primero sacó una foto de ella, me la
mostró y entonces pude ver a una jovencita muy bonita, tenía un tez pálida y
unos ojos cafés claros, su cuerpo -a mí punto de vista- era envidiado por las
demás mujeres, pechos alzados, nalgas firmes, piernas moldeadas, caderas como
montañas gemelas y cintura como el río Tecolutla, sonreía, pero no mostraba
signo de felicidad, a pesar de ser bella, no se mostraba viva, algo en ella
estaba mal, caía una depresión sobre su rostro, se veían las lágrimas en el
reflejo de sus ojos, de solo ver aquella foto, la piel se me erizo, transmitía
una emoción nostálgica, me empapaba de algo sobrenatural que nunca había
experimentado, una energía negativa o algo de ese índole. Al terminar de ver la
foto se la devolví y me sorprendió, ya que Jacobo me observaba fijamente, él
sabía que algo estaba mal, en ese instante, se dio cuenta que nuestras vidas
iban a cambiar por tan singular caso.
El expediente de Dora continuó; no
fue un producto concebido por una pareja de enamorados, más bien; fue una noche
cuando su tío ebrio -hermano del “papá”- acudió a la casa de su cuñada, llegó y
tomando la excusa de una discusión golpeo a la señora dejándola inconsciente,
esa noche ya sea por efecto del alcohol o por lujuria, el tío abusó de ella, de
esa violación nació Dora sin saber la verdad durante bastante tiempo.
Era solamente la introducción a la vida de
aquella señorita y ya sentía mucha pena por ella, mucha pena por la manera en
que un Dios la trajo al mundo, en ocasiones me cuestionaba sobre la existencia
de un ser divino, pero en ese momento, me había quedado claro que tanto Dios
como el Demonio, eran uno mismo jugando con el papel del bueno y del malo.
Esa noche fue bastante larga,
sacamos la siguiente información del caso, y entonces me mostró un informe de
la primera psicóloga que trató a la paciente, la psicóloga se llamaba Martha
Cárdenas.
En aquella cita la psicóloga
Cárdenas se encontraba en su consultorio, esperando a que su paciente se
presentara ya que llevaba 5 minutos de retraso -claro, para ella no era un
retraso sino una cita cancelada, debido a que nadie acepta ir al psicólogo y
mucho menos cuando se tiene la edad de 12 años, en todas las épocas por la cual
ha transcurrido la vida, han visto la locura como una enfermedad y no como una
virtud, o un don de Dios piadoso - pero para su sorpresa, Dora acompañada de su
mamá llegó y fue entonces cuando los disturbios de esa hermosa niña produjeron
catástrofes en el caso médico.
La mama de Dora pensaba que su hija
estaba mal de la cabeza -y en ese momento no se equivocaba – Dora comenzaba a
ver a seres extraños y a interactuar con ellos. La psicóloga comenzó el
tratamiento ganándose la confianza de la niña, así paso el tiempo en el
consultorio y en las primeras citas obtuvo la información necesaria, pudo
intuir que era una niña solitaria, desde pequeña sus padres y hermanos no la
tomaban muy en cuenta, ella misma contó que tomó ácido por falta de atención,
afortunadamente fue atendida de inmediato, aun así quedo con cicatrices
internas sobre su garganta , quizás solo quería ser querida y eso ocasiono que inventara seres, al menos,
eso pensaba Martha, hasta que en una sesión preguntó sobre los tipos de entes
que veía y fue ahí cuando se sorprendió.
Martha como de costumbre, esperaba
una historia o unos entes manifestados por la soledad, estaba acostumbrada a
ese tipo de historias puesto que era su especialidad, el problema fue que Dora
no era una persona normal, realmente no lo era, para la edad que tenía había
pasado por grandes traumas y sus seres no eran unicornios, ni nada lindo, ella
hablaba de montar esqueletos de caballos, se sentía vacía por dentro, decía no
tener órganos y que las paredes de su habitación sangraban, pero que sangraban,
porque ella tampoco tenía sangre, también menciono unos búhos y lechuzas que se
postraban por su ventana, la veían fijamente a los ojos y poco después esos
animales se iban y regresaban con ojos de personas, lustros de gente que no
quería ver lo que había a su alrededor, al menos así lo explico ella, decía que
la soledad le permitía vivir cosas que los demás seres no podían adquirir, para
ella la locura que tenía era un don, pero nunca los espectros le hicieron daño
a su familia o algún conocido, desde este punto Martha no pudo con el caso, no
podía con una niña tan linda pero al mismo tiempo tan diabólica, no podía
aceptar que este tipo de síndrome no estaba a su altura y por lo tanto optó por
mandarla con un psiquiatra. Para ella, la mente de esta infanta era de una
distorsión que podría caer en lo psicosis, había escuchado sobre caso de entes
causados por la soledad, pero solo eran amigos imaginarios, personas humanas
creadas desde la propia mente, nunca había tratado con algo tan enfermo, con
algo que no tenía lógica, con una mente que provenía del inframundo.
Después de lo que vivió la
psicóloga, no se supo nada de ella, al igual que Dora había desaparecido sin
dejar rastro alguno.
Tras ver ese expediente mis dudas
aumentaban. Yo pensaba que todo eso era natural de una persona sin amor, pero
Pacheco me decía que no era así, que realmente las cosas eran muy oscuras,
porque a pesar de ser una niña muy bella, en su interior, más bien, en su
mirada ocultaba algo abismal y tenebroso. Había una energía negativa en su
aura, un espirito prófugo de otro planeta, de otra tierra. Seguía perdido en
mis pensamientos y entonces tomé otro papel dentro de aquella caja llena de
archivos.
Esta vez solo era una redacción
sencilla, en ella explicaba muchas cosas que le pasaron a Dora durante su
crecimiento antes de llegar a la adolescencia, seguía sola, seguía sin saber
porque existía, porque vivía, realmente eran paradigmas lo que su cerebro
formulaba, ella simplemente quería saber él porque un Dios no misericordioso la
había mandado ahí. Seguía buscando el amor
como las lechuzas que imaginó, quería partir a su libertad en un caballo de
puro hueso, quería estar dentro de su cuerpo para descubrir que no se
encontraba vacía, que realmente algo dentro de ella existía.
Pacheco sorbía su café mientras yo
leía hoja tras hoja. A pesar de ser un caso extraño, aún no encontraba lo que
le preocupaba tanto a Jacobo, aún no podía obtener esas palabras claves o de
qué manera él pensaba buscarle con esa información que poseía.
En aquella caja se terminaban los
papeles, y entre los escombros de los pocos documentos que faltaban, se
encontraba una grabadora con una etiqueta que decía primer contacto con el infierno. Yo creía que era una exageración del
psiquiatra que la atendió, pero toda esa idea se borró de mi mente cuando
escuché la grabación. En esa ocasión
Dora tenía 16 años.
El demonio hizo su primera aparición, salió por la madrugada de un sábado
del espejo que estaba en el tocador sobre los pies de mi cama, fue extraño ver
como ondas pequeñas de agua se formaban en medio del cristal y de la nada
comenzó a salir, empezando por sus cuernos, cabeza y el resto del cuerpo.
Era de aproximadamente 1.20 cm y su piel era suave y tercia como una gema
elegante, era todo un Rubí de rojo carmín, sus ojos siendo alargados y medianos
poseían una pupila de retina delgada y similar al de un reptil y de su cuerpo
ni hablar, esa noche vestía un elegante traje negro de gala junto con un moño
en el cuello y en su mano tenía un bastón que hacia juego con sus zapatos de un
charol brilloso y agujetas perfectamente atadas, en sus cuernos traía un
sombrero mediano y un tanto alargado similar al de un mago.
Al escucharla noté en su voz
alegría, no había miedo ni temor, no había nervios ni tristeza, simplemente una
felicidad como si tuviese un nuevo amigo, a ella, esa aparición no le causo la
menor perturbación. Era la amante de un demonio muy singular. El psiquiatra
Adrián Domínguez pudo guardar la compostura para formular las preguntas y así
obtener más información sobre su paciente.
¿Qué sentías al estar con él? ¿Alguna vez te dijo algo?
Ella sin sorpresa alguna contestó
con la misma emoción del inició.
Al inicio, verlo parado frente a mí, y ver su raro rostro, hice una mueca
de confusión ante él y comenzó a reír, me dijo que me venía a visitar y que le
daba gusto que una chica como yo le gustara una música tan exquisita como lo es
el Jazz. Al principio, si sentí miedo, pero después me sentí bien porque era
como estar con un gran amigo.
Ahí se terminaba el audio, mi piel
en aquel momento estaba erizada, estaba viviendo todo aquello que hablaron,
Jacobo solo bebía su café y me observaba, para él era crucial que yo terminara
de examinar esos documentos para darle mi opinión y seguir las pistas hacia la
desaparición de Dora. El siguiente expediente igual era del psiquiatra Adrián
que hablaba sobre la aparición de ese demonio, al principio las visitas del ángel caído del Jazz eran repentinas por
lo menos tres veces a la semana, después de la primera cita con el doctor, las
visitas del demonio fueron diarias durante 3 meses consecutivos, después del
tratamiento aquel demonio desapareció de la mente de Dora. El demonio al haber
desaparecido causo en la chica una depresión total, ella misma afirmaba que se
sentía sola de nuevo, que su mejor amigo se había ido y que todo era culpa del
doctor.
El siguiente documento era del
mismo psiquiatra Adrián, él pensaba que ya había terminado con las ideas locas
de Dora, pero no fue así, el caso continuó dos años después de haber
desaparecido el demonio, la chica en ese tiempo se mostró naturalmente normal,
pero pasando ese mes de nuevo el caos llego a la perplejidad de su realidad. El
documento de nuevo venía con una grabación incluida con el nombre El gato de Chershire haciendo alusión a
la obra psicológica de Lewis Carroll,
por un momento pensé que era solamente una burla hacia el caso de la chica,
pero no fue así, realmente tenía mucho que ver con lo que en esa ocasión
escuché.
Él apareció en la terraza de la casa donde solía crecer pasto y a veces
hasta dientes de León. Una mañana en lo que estaba tendiendo ropa apareció
repentinamente y era bastante extraño ya que poseía una cola larga y algo
gruesa, pero cuando preste atención eran dos colas en una sola, su cuerpo era
delgado y alargado como un gato egipcio e igual su complejidad del rostro, su
trompa era alargada y similar al de un dragón, tenía una lengua de serpiente y
ojos alargados, y una pupila bastante delgada como la del demonio que me
bailaba Jazz, su pelaje era negro y ese gato al principio me dio bastante pavor
ya que verlo de golpe me dejó helada…
Él dijo que venía a cuidarme de
los seres de mala voluntad y que era alguien que provenía de lo profundo de un
inframundo que ni Dios conoce.
Las palabras de la adolecente de
nuevo mostraron una emoción, ahora no hablaba como si hubiese conocido a un
amigo, esta vez era la mascota que ella tanto deseaba, era una mascota que le
recordaba al demonio, un gato singularmente atado a las tinieblas. Él habla de
Dora, su manera de comunicar las cosas me helo la sangre, para la edad que
tenía, podía expresarse bien y de una manera fría, como si no le importara lo que
el psiquiatra opinará, para ella, estas sesiones solo eran una manera de contar
las cosas fantásticas que le sucedían. Esta vez no había preguntas del doctor,
ahí terminaba la conversación, pero anexado a ese archivo se encontraba el
reporte. Hablaba de que Dora se sentía a gusto con su nueva aparición, que lo
trataba como un pariente cercano y que día a día convivía con ella, también
mencionaba que la mirada del felino era bastante pesada, ella lo describía como
si le absorbiera la energía, decía que casi siempre le dolía la cabeza y
siempre le provocaba tener mucha hambre. Adrián no sabía cómo acceder a ella o
como parar esa locura eminente de su paciente, pensaba que ya la había radicado
con las dosis de pastilla que le recetó, pero se dio cuenta que no era como él
pensaba, esta vez ocupó métodos pocos ortodoxos para sanarla, después de dos
meses el gato desapareció.
Esta vez Dora se sintió bien, no
cayó en depresión como el anterior suceso, el psiquiatra pensó que ya estaba
curada o más bien, que ya no volvería a tener eses arranques de locura y
visión, más que nada, tenía miedo de no poder con esa chica y fue desde ese
momento que dejó de atenderla, él la había dado de alta, y desde ahí no se
volvieron a ver. Lo más extraño fue lo que me contó Pacheco, puesto que el
doctor al igual que la psicóloga había desaparecido, sin dejar rastro alguno.
Los documentos de aquella caja se
habían acabado, así como también se había terminado el café, Pacheco esta vez
saco de su chaqueta un frasco con licor, me dio un trago y luego él bebió lo
demás, sentí como aquel liquido recorría mi garganta y la quemaba a su paso,
pensé que ya el caso de Dora hasta ahí había terminado, hasta que Pacheco se
levantó de la mesa y me dijo que a partir de ahí la historia me la contaba él.
Me explico que él tomó el caso dos
años después de Adrián, que la chica fue a su consultorio sin haber recibido
una cita antes o sin haber sido recomendado, me platicó que en aquella ocasión
que vio a la chica se quedó sin palabra alguna, su primera y última sesión con
ella la grabó sin duda, comentó que sentía un presentimiento, una necesidad de
grabar el encuentro con su paciente. Me dijo que, desde aquella vez, Dora había
desaparecido y que ya nunca nadie supo más de ella. Sacó una cámara de vídeo de
su maleta y me la proporciono, le dio play
a la cinta y entonces ahí se encontraba Dora.
En aquella grabación ya la chica se
veía igual a la de la foto, solo que esta vez pude observar algo más en el
vídeo, se notaba un aura oscura rodear su contorno corporal, tenía la mirada
fría y una sonrisa muy burlona, era una chica espléndidamente hermosa, pero al
mismo tiempo, resultaba ser una eminencia macabra. Al pronunciar hola soy Dora, sentí como su voz se quebraba, como su voz era de
muerte, ella había perdido esa ilusión de vivir y entonces miré la cinta con
determinado cuidado y en ello escuché lo siguiente.
El esqueleto apareció a los dos años después de que el gato se fue sin
dejar rastro, él se apareció un viernes antes de la media noche. Su aparición
fue rara porque esa noche yo ya estaba durmiendo y en un repentino momento
sentí su huesuda y fría mano tocar mi hombro.
Esa primera noche no me dijo nada,
yo pensé que estaba soñando cuando lo vi, ya que estábamos de frente, sólo
observándonos. Sí, me dio algo de miedo como todos al principio, era raro ver a
un esqueleto moverse sin tener tejidos, ni órganos, ni nada que le diera vida,
solo huesos, sencillos e importantes huesos.
Se aparecía todos los días, excepto los jueves. Era muy raro verlo esos días, y siempre hacia
lo mismo, llegaba, se acostaba y me abrazaba para dormir. Al inicio quería
gritar porque me sentía aterrada, realmente abría mi boca, pero no salía mi
voz, y después de tantos abrazos, me sentí protegida.
Siempre salía del ventanal que daba hacia el jardín.
Ahí se cortaba la grabación, me
había quedado sin palabras ante tal relato, estaba dispuesto a entregar la
cámara cuando vi la cara de mi amigo indicándome que siguiera viendo la cinta y
fue en ese momento cuando de nuevo comenzó un vídeo. Esta vez se encontraba la
chica sola frente al vídeo sin ningún testigo, su mirada era penetrante y
oscura, su frialdad y la manera en que movía la cabeza de un lado a otro como
si fuera desquiciada, entonces en ese momento se dejó de mover, se levantó de
su silla, se acercó al lente de la cámara y la miró fijamente, se alejó un
poco, sonrío y después dijo…
Yo soy la reencarnación, yo tuve mis tres caídas, yo no resucitaré, vengo
de algún lugar olvidado, de un infierno que nadie recuerda, de una realidad no
tan falsa como esta…
¡La bruja, la escoba y el diablo!
Después de aquellas palabras, ella
se empezó a reír como una loca, se comenzó a arañar todo el cuerpo, la grabación
de nuevo se cortó y de nuevo comienza y esta vez, se encuentra Dora sentada
como si nada hubiese pasado frente a Pacheco hablando sobre su tratamiento y la
cinta termina.
En ese instante me quedé totalmente
perplejo por todo lo que había visto, la manera en que se transmitían las
imágenes, miré a Jacobo y él sólo se perdió en la deriva, me explicó que él fue
quien corto la cinta la primera vez, tuvo que salir al baño y cuando regreso es
la secuencia de la última cinta, que la segunda cinta no la había descubierto
hasta al día siguiente que revisaba el caso de Dora debido a que ella le había
dejado claro que solo iba a confesarse, pero que no quería tratamiento alguno,
que no había solución a la realidad.
El día que revisó el caso, fue a buscar a Dora
a la dirección que ella le había otorgado, al llegar a ese sitió no consiguió
encontrar a la chica, todos en el vecindario juraban que ahí no vivía ni una
Dora, buscó a los demás doctores, Adrián y Martha, y sucedió lo mismo, nadie
los conocía, nadie sabía quiénes eran ellos realmente.
Terminando de explicar eso, me
entrego todos los documentos, incluido la cámara de vídeo, y se despidió de mí,
diciéndome que ya era muy tarde y que a la semana siguiente le dijera mi opinión
referente al caso, que me daba el tiempo necesario para digerir toda la
información, y esa noche fue la última vez que lo vi…
En este día tan oscuro, tan
deprimente, ha llovido desde la madrugada cuando fui a buscar a Jacobo a su
casa, y en esa casa él no se encontraba, me decían que ahí no existía ni un
Jacobo, me sorprendí al principio, pero ya lo había deducido, a él también le
había pasado lo mismo que a los demás especialistas…
Regresé a mi departamento y
entonces comencé a escribir toda esta historia de manera reducida, quería que
quedará plasmado de generación en generación, quería dejar una constancia sobre
el caso de Dora y la manera en que la psicosis se transmitió, por un momento
pensé que estaba loco, pero al tener todos los documentos resguardados me ha
quedado la prueba de que si existió todo lo que viví aquella noche en la
cafetería, ahora solo espero que desaparezca, que no queden recuerdos de mí,
que me vaya hacía el destino que no me pertenecía y que me adapte a todo, esta
vez me he quedado con la historia de una niña que sufrió desde chica y que
partió a su felicidad…
Documento guardado el día 22 de mayo de 1994.
Aquella noche los documentos se
convirtieron en cenizas y él en olvido.
-Poeta Irracional.
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