martes, 26 de julio de 2016

La bruja, la escoba y el diablo.

La bruja, la escoba y el diablo. 


Aún recuerdo haber leído ese expediente, pasé noches sin dormir y aún es imposible obtener un descanso grato, todo por haber escuchado la historia de mi amigo Jacobo Pacheco.  

Jacobo, fue sin duda alguna, uno de los mejores psiquiatras del país, el comenzó su carrera a muy temprana edad y siempre pudo equilibrar las emociones de la gente que padecía de una locura exquisita, es cierto, fue un buen doctor, pero también tenía ideas fuera de lo común, en ocasiones pensaba que la locura se transmitía como una señal Wifi, que todos estábamos expuestos a las partículas que dañaban el cerebro,  aquellas que ocasionaban alucinaciones, la verdad, yo nunca pude creerle, hasta que me mostró el extraño caso de una paciente que ni el mismo pudo controlar.

Aquel día cuando me mostró el expediente y me comentó la historia de su paciente; fue en un café, ambos disfrutábamos de la cafeína en nuestro sistema nervioso, pues hacía placentero el tiempo y larga la noche, recuerdo también que era verano, se habían sentido las temperaturas más altas en muchos años, ya México no era lo mismo, el mundo cambiaba y con ello las ideas.

Aquella noche me contó por primera vez, sobre Dora Guadalupe Lindero, una chica peculiar y en plena juventud, apenas si tenía como 18 años y ya padecía muchas alucinaciones sin sentido alguno –claro, las personas locas siempre tienen la razón en su incertidumbre- . Era un caso bastante triste, es cierto,  la vida a veces patea más a los inocentes.

Todo comenzó cuando me explicó que Dora se le fue otorgada hace algún tiempo y que había desaparecido desde la primera cita, él llevaba consigo un expediente demasiado extenso, eran varias hojas con toda la información recaudada. Primero sacó una foto de ella, me la mostró y entonces pude ver a una jovencita muy bonita, tenía un tez pálida y unos ojos cafés claros, su cuerpo -a mí punto de vista- era envidiado por las demás mujeres, pechos alzados, nalgas firmes, piernas moldeadas, caderas como montañas gemelas y cintura como el río Tecolutla, sonreía, pero no mostraba signo de felicidad, a pesar de ser bella, no se mostraba viva, algo en ella estaba mal, caía una depresión sobre su rostro, se veían las lágrimas en el reflejo de sus ojos, de solo ver aquella foto, la piel se me erizo, transmitía una emoción nostálgica, me empapaba de algo sobrenatural que nunca había experimentado, una energía negativa o algo de ese índole. Al terminar de ver la foto se la devolví y me sorprendió, ya que Jacobo me observaba fijamente, él sabía que algo estaba mal, en ese instante, se dio cuenta que nuestras vidas iban a cambiar por tan singular caso.

El expediente de Dora continuó; no fue un producto concebido por una pareja de enamorados, más bien; fue una noche cuando su tío ebrio -hermano del “papá”- acudió a la casa de su cuñada, llegó y tomando la excusa de una discusión golpeo a la señora dejándola inconsciente, esa noche ya sea por efecto del alcohol o por lujuria, el tío abusó de ella, de esa violación nació Dora sin saber la verdad durante bastante tiempo.

 Era solamente la introducción a la vida de aquella señorita y ya sentía mucha pena por ella, mucha pena por la manera en que un Dios la trajo al mundo, en ocasiones me cuestionaba sobre la existencia de un ser divino, pero en ese momento, me había quedado claro que tanto Dios como el Demonio, eran uno mismo jugando con el papel del bueno y del malo.

Esa noche fue bastante larga, sacamos la siguiente información del caso, y entonces me mostró un informe de la primera psicóloga que trató a la paciente, la psicóloga se llamaba Martha Cárdenas.
En aquella cita la psicóloga Cárdenas se encontraba en su consultorio, esperando a que su paciente se presentara ya que llevaba 5 minutos de retraso -claro, para ella no era un retraso sino una cita cancelada, debido a que nadie acepta ir al psicólogo y mucho menos cuando se tiene la edad de 12 años, en todas las épocas por la cual ha transcurrido la vida, han visto la locura como una enfermedad y no como una virtud, o un don de Dios piadoso - pero para su sorpresa, Dora acompañada de su mamá llegó y fue entonces cuando los disturbios de esa hermosa niña produjeron catástrofes en el caso médico.

La mama de Dora pensaba que su hija estaba mal de la cabeza -y en ese momento no se equivocaba – Dora comenzaba a ver a seres extraños y a interactuar con ellos. La psicóloga comenzó el tratamiento ganándose la confianza de la niña, así paso el tiempo en el consultorio y en las primeras citas obtuvo la información necesaria, pudo intuir que era una niña solitaria, desde pequeña sus padres y hermanos no la tomaban muy en cuenta, ella misma contó que tomó ácido por falta de atención, afortunadamente fue atendida de inmediato, aun así quedo con cicatrices internas sobre su garganta , quizás solo quería ser querida  y eso ocasiono que inventara seres, al menos, eso pensaba Martha, hasta que en una sesión preguntó sobre los tipos de entes que veía y fue ahí cuando se sorprendió.

Martha como de costumbre, esperaba una historia o unos entes manifestados por la soledad, estaba acostumbrada a ese tipo de historias puesto que era su especialidad, el problema fue que Dora no era una persona normal, realmente no lo era, para la edad que tenía había pasado por grandes traumas y sus seres no eran unicornios, ni nada lindo, ella hablaba de montar esqueletos de caballos, se sentía vacía por dentro, decía no tener órganos y que las paredes de su habitación sangraban, pero que sangraban, porque ella tampoco tenía sangre, también menciono unos búhos y lechuzas que se postraban por su ventana, la veían fijamente a los ojos y poco después esos animales se iban y regresaban con ojos de personas, lustros de gente que no quería ver lo que había a su alrededor, al menos así lo explico ella, decía que la soledad le permitía vivir cosas que los demás seres no podían adquirir, para ella la locura que tenía era un don, pero nunca los espectros le hicieron daño a su familia o algún conocido, desde este punto Martha no pudo con el caso, no podía con una niña tan linda pero al mismo tiempo tan diabólica, no podía aceptar que este tipo de síndrome no estaba a su altura y por lo tanto optó por mandarla con un psiquiatra. Para ella, la mente de esta infanta era de una distorsión que podría caer en lo psicosis, había escuchado sobre caso de entes causados por la soledad, pero solo eran amigos imaginarios, personas humanas creadas desde la propia mente, nunca había tratado con algo tan enfermo, con algo que no tenía lógica, con una mente que provenía del inframundo. 

Después de lo que vivió la psicóloga, no se supo nada de ella, al igual que Dora había desaparecido sin dejar rastro alguno.

Tras ver ese expediente mis dudas aumentaban. Yo pensaba que todo eso era natural de una persona sin amor, pero Pacheco me decía que no era así, que realmente las cosas eran muy oscuras, porque a pesar de ser una niña muy bella, en su interior, más bien, en su mirada ocultaba algo abismal y tenebroso. Había una energía negativa en su aura, un espirito prófugo de otro planeta, de otra tierra. Seguía perdido en mis pensamientos y entonces tomé otro papel dentro de aquella caja llena de archivos. 

Esta vez solo era una redacción sencilla, en ella explicaba muchas cosas que le pasaron a Dora durante su crecimiento antes de llegar a la adolescencia, seguía sola, seguía sin saber porque existía, porque vivía, realmente eran paradigmas lo que su cerebro formulaba, ella simplemente quería saber él porque un Dios no misericordioso la había mandado ahí.  Seguía buscando el amor como las lechuzas que imaginó, quería partir a su libertad en un caballo de puro hueso, quería estar dentro de su cuerpo para descubrir que no se encontraba vacía, que realmente algo dentro de ella existía.

Pacheco sorbía su café mientras yo leía hoja tras hoja. A pesar de ser un caso extraño, aún no encontraba lo que le preocupaba tanto a Jacobo, aún no podía obtener esas palabras claves o de qué manera él pensaba buscarle con esa información que poseía. 

En aquella caja se terminaban los papeles, y entre los escombros de los pocos documentos que faltaban, se encontraba una grabadora con una etiqueta que decía primer contacto con el infierno.  Yo creía que era una exageración del psiquiatra que la atendió, pero toda esa idea se borró de mi mente cuando escuché la grabación.  En esa ocasión Dora tenía 16 años.

El demonio hizo su primera aparición, salió por la madrugada de un sábado del espejo que estaba en el tocador sobre los pies de mi cama, fue extraño ver como ondas pequeñas de agua se formaban en medio del cristal y de la nada comenzó a salir, empezando por sus cuernos, cabeza y el resto del cuerpo.

Era de aproximadamente 1.20 cm y su piel era suave y tercia como una gema elegante, era todo un Rubí de rojo carmín, sus ojos siendo alargados y medianos poseían una pupila de retina delgada y similar al de un reptil y de su cuerpo ni hablar, esa noche vestía un elegante traje negro de gala junto con un moño en el cuello y en su mano tenía un bastón que hacia juego con sus zapatos de un charol brilloso y agujetas perfectamente atadas, en sus cuernos traía un sombrero mediano y un tanto alargado similar al de un mago.

Al escucharla noté en su voz alegría, no había miedo ni temor, no había nervios ni tristeza, simplemente una felicidad como si tuviese un nuevo amigo, a ella, esa aparición no le causo la menor perturbación. Era la amante de un demonio muy singular. El psiquiatra Adrián Domínguez pudo guardar la compostura para formular las preguntas y así obtener más información sobre su paciente.

¿Qué sentías al estar con él? ¿Alguna vez te dijo algo?

Ella sin sorpresa alguna contestó con la misma emoción del inició.

Al inicio, verlo parado frente a mí, y ver su raro rostro, hice una mueca de confusión ante él y comenzó a reír, me dijo que me venía a visitar y que le daba gusto que una chica como yo le gustara una música tan exquisita como lo es el Jazz. Al principio, si sentí miedo, pero después me sentí bien porque era como estar con un gran amigo.

Ahí se terminaba el audio, mi piel en aquel momento estaba erizada, estaba viviendo todo aquello que hablaron, Jacobo solo bebía su café y me observaba, para él era crucial que yo terminara de examinar esos documentos para darle mi opinión y seguir las pistas hacia la desaparición de Dora. El siguiente expediente igual era del psiquiatra Adrián que hablaba sobre la aparición de ese demonio, al principio las visitas del ángel caído del Jazz eran repentinas por lo menos tres veces a la semana, después de la primera cita con el doctor, las visitas del demonio fueron diarias durante 3 meses consecutivos, después del tratamiento aquel demonio desapareció de la mente de Dora. El demonio al haber desaparecido causo en la chica una depresión total, ella misma afirmaba que se sentía sola de nuevo, que su mejor amigo se había ido y que todo era culpa del doctor.

El siguiente documento era del mismo psiquiatra Adrián, él pensaba que ya había terminado con las ideas locas de Dora, pero no fue así, el caso continuó dos años después de haber desaparecido el demonio, la chica en ese tiempo se mostró naturalmente normal, pero pasando ese mes de nuevo el caos llego a la perplejidad de su realidad. El documento de nuevo venía con una grabación incluida con el nombre El gato de Chershire haciendo alusión a la obra psicológica de Lewis Carroll, por un momento pensé que era solamente una burla hacia el caso de la chica, pero no fue así, realmente tenía mucho que ver con lo que en esa ocasión escuché.

Él apareció en la terraza de la casa donde solía crecer pasto y a veces hasta dientes de León. Una mañana en lo que estaba tendiendo ropa apareció repentinamente y era bastante extraño ya que poseía una cola larga y algo gruesa, pero cuando preste atención eran dos colas en una sola, su cuerpo era delgado y alargado como un gato egipcio e igual su complejidad del rostro, su trompa era alargada y similar al de un dragón, tenía una lengua de serpiente y ojos alargados, y una pupila bastante delgada como la del demonio que me bailaba Jazz, su pelaje era negro y ese gato al principio me dio bastante pavor ya que verlo de golpe me dejó helada…

 Él dijo que venía a cuidarme de los seres de mala voluntad y que era alguien que provenía de lo profundo de un inframundo que ni Dios conoce.

Las palabras de la adolecente de nuevo mostraron una emoción, ahora no hablaba como si hubiese conocido a un amigo, esta vez era la mascota que ella tanto deseaba, era una mascota que le recordaba al demonio, un gato singularmente atado a las tinieblas. Él habla de Dora, su manera de comunicar las cosas me helo la sangre, para la edad que tenía, podía expresarse bien y de una manera fría, como si no le importara lo que el psiquiatra opinará, para ella, estas sesiones solo eran una manera de contar las cosas fantásticas que le sucedían. Esta vez no había preguntas del doctor, ahí terminaba la conversación, pero anexado a ese archivo se encontraba el reporte. Hablaba de que Dora se sentía a gusto con su nueva aparición, que lo trataba como un pariente cercano y que día a día convivía con ella, también mencionaba que la mirada del felino era bastante pesada, ella lo describía como si le absorbiera la energía, decía que casi siempre le dolía la cabeza y siempre le provocaba tener mucha hambre. Adrián no sabía cómo acceder a ella o como parar esa locura eminente de su paciente, pensaba que ya la había radicado con las dosis de pastilla que le recetó, pero se dio cuenta que no era como él pensaba, esta vez ocupó métodos pocos ortodoxos para sanarla, después de dos meses el gato desapareció.

Esta vez Dora se sintió bien, no cayó en depresión como el anterior suceso, el psiquiatra pensó que ya estaba curada o más bien, que ya no volvería a tener eses arranques de locura y visión, más que nada, tenía miedo de no poder con esa chica y fue desde ese momento que dejó de atenderla, él la había dado de alta, y desde ahí no se volvieron a ver. Lo más extraño fue lo que me contó Pacheco, puesto que el doctor al igual que la psicóloga había desaparecido, sin dejar rastro alguno.

Los documentos de aquella caja se habían acabado, así como también se había terminado el café, Pacheco esta vez saco de su chaqueta un frasco con licor, me dio un trago y luego él bebió lo demás, sentí como aquel liquido recorría mi garganta y la quemaba a su paso, pensé que ya el caso de Dora hasta ahí había terminado, hasta que Pacheco se levantó de la mesa y me dijo que a partir de ahí la historia me la contaba él.

Me explico que él tomó el caso dos años después de Adrián, que la chica fue a su consultorio sin haber recibido una cita antes o sin haber sido recomendado, me platicó que en aquella ocasión que vio a la chica se quedó sin palabra alguna, su primera y última sesión con ella la grabó sin duda, comentó que sentía un presentimiento, una necesidad de grabar el encuentro con su paciente. Me dijo que, desde aquella vez, Dora había desaparecido y que ya nunca nadie supo más de ella. Sacó una cámara de vídeo de su maleta y me la proporciono, le dio play a la cinta y entonces ahí se encontraba Dora.

En aquella grabación ya la chica se veía igual a la de la foto, solo que esta vez pude observar algo más en el vídeo, se notaba un aura oscura rodear su contorno corporal, tenía la mirada fría y una sonrisa muy burlona, era una chica espléndidamente hermosa, pero al mismo tiempo, resultaba ser una eminencia macabra.  Al pronunciar hola soy Dora, sentí como su voz se quebraba, como su voz era de muerte, ella había perdido esa ilusión de vivir y entonces miré la cinta con determinado cuidado y en ello escuché lo siguiente.

El esqueleto apareció a los dos años después de que el gato se fue sin dejar rastro, él se apareció un viernes antes de la media noche. Su aparición fue rara porque esa noche yo ya estaba durmiendo y en un repentino momento sentí su huesuda y fría mano tocar mi hombro.

 Esa primera noche no me dijo nada, yo pensé que estaba soñando cuando lo vi, ya que estábamos de frente, sólo observándonos. Sí, me dio algo de miedo como todos al principio, era raro ver a un esqueleto moverse sin tener tejidos, ni órganos, ni nada que le diera vida, solo huesos, sencillos e importantes huesos.

Se aparecía todos los días, excepto los jueves.  Era muy raro verlo esos días, y siempre hacia lo mismo, llegaba, se acostaba y me abrazaba para dormir. Al inicio quería gritar porque me sentía aterrada, realmente abría mi boca, pero no salía mi voz, y después de tantos abrazos, me sentí protegida.

Siempre salía del ventanal que daba hacia el jardín.

Ahí se cortaba la grabación, me había quedado sin palabras ante tal relato, estaba dispuesto a entregar la cámara cuando vi la cara de mi amigo indicándome que siguiera viendo la cinta y fue en ese momento cuando de nuevo comenzó un vídeo. Esta vez se encontraba la chica sola frente al vídeo sin ningún testigo, su mirada era penetrante y oscura, su frialdad y la manera en que movía la cabeza de un lado a otro como si fuera desquiciada, entonces en ese momento se dejó de mover, se levantó de su silla, se acercó al lente de la cámara y la miró fijamente, se alejó un poco, sonrío y después dijo…

Yo soy la reencarnación, yo tuve mis tres caídas, yo no resucitaré, vengo de algún lugar olvidado, de un infierno que nadie recuerda, de una realidad no tan falsa como esta…

¡La bruja, la escoba y el diablo!

Después de aquellas palabras, ella se empezó a reír como una loca, se comenzó a arañar todo el cuerpo, la grabación de nuevo se cortó y de nuevo comienza y esta vez, se encuentra Dora sentada como si nada hubiese pasado frente a Pacheco hablando sobre su tratamiento y la cinta termina.

En ese instante me quedé totalmente perplejo por todo lo que había visto, la manera en que se transmitían las imágenes, miré a Jacobo y él sólo se perdió en la deriva, me explicó que él fue quien corto la cinta la primera vez, tuvo que salir al baño y cuando regreso es la secuencia de la última cinta, que la segunda cinta no la había descubierto hasta al día siguiente que revisaba el caso de Dora debido a que ella le había dejado claro que solo iba a confesarse, pero que no quería tratamiento alguno, que no había solución a la realidad.

 El día que revisó el caso, fue a buscar a Dora a la dirección que ella le había otorgado, al llegar a ese sitió no consiguió encontrar a la chica, todos en el vecindario juraban que ahí no vivía ni una Dora, buscó a los demás doctores, Adrián y Martha, y sucedió lo mismo, nadie los conocía, nadie sabía quiénes eran ellos realmente.

Terminando de explicar eso, me entrego todos los documentos, incluido la cámara de vídeo, y se despidió de mí, diciéndome que ya era muy tarde y que a la semana siguiente le dijera mi opinión referente al caso, que me daba el tiempo necesario para digerir toda la información, y esa noche fue la última vez que lo vi…

En este día tan oscuro, tan deprimente, ha llovido desde la madrugada cuando fui a buscar a Jacobo a su casa, y en esa casa él no se encontraba, me decían que ahí no existía ni un Jacobo, me sorprendí al principio, pero ya lo había deducido, a él también le había pasado lo mismo que a los demás especialistas…

Regresé a mi departamento y entonces comencé a escribir toda esta historia de manera reducida, quería que quedará plasmado de generación en generación, quería dejar una constancia sobre el caso de Dora y la manera en que la psicosis se transmitió, por un momento pensé que estaba loco, pero al tener todos los documentos resguardados me ha quedado la prueba de que si existió todo lo que viví aquella noche en la cafetería, ahora solo espero que desaparezca, que no queden recuerdos de mí, que me vaya hacía el destino que no me pertenecía y que me adapte a todo, esta vez me he quedado con la historia de una niña que sufrió desde chica y que partió a su felicidad…

Documento guardado el día 22 de mayo de 1994.

Aquella noche los documentos se convirtieron en cenizas y él en olvido. 





-Poeta Irracional. 


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