Incertidumbre.
De alguna manera empecé a ver el mundo con
otros ojos.
No lo veía como en realidad era, siempre las personas me recordaban a bestias, demonios y en pocos momentos a seres bellos como los ángeles.
No recuerdo en que día vivo, porque nunca me
he preocupado por contar el tiempo, yo manipulo el tiempo ya que a mí ni él, ni
nadie debe manipularme, pues el tiempo solo se hizo para medir la prolongación
de un entorno, más no para la exigencia del habita humana. Es por ello que
siempre he tenido que vivir con la defensa en alto, pues las personas ahora en
día tiene trastornos de cuales debo protegerme y por ello tarde o temprano
clavan una navaja en el ojo izquierdo, luego otra en el ojo derecho y por si
eso no fuera mucho intentan degollarte.
Tenía la costumbre de caminar siempre por los
parques, me agradaba mucho salir y ver como la sociedad se comportaba. Aún
recuerdo que aquel día me encontraba caminando por la Alameda, perdido como
siempre en mi pensamiento, de esos pensamientos que vuelan con el viento y son
libres como los pájaros del boulevar, se asomaba el atardecer entre aquellos
edificios que apenas prendían las luces de sus interiores, la noche se acercaba y las personas se
preparaban para la oscuridad.
Siempre tuve esa manía de mirar el cielo y nunca
fijarme por donde colocaba mis pies, por
ello en ocasiones tropezaba y en otras pocas un árbol, un poste o una banca me
frenaba con un golpe, cotidianamente me ocurría, siempre que salía a caminar
regresaba accidentado a mi departamento con una leve herida ya que nadie se preocupaba
por mí y por ende realmente no me preocupaba por nadie.
Seguía caminando dando vueltas por el parque,
rodeándolo y en ocasiones lo cruzaba, pero no me acostumbré a ello por las
zonas oscuras que tenía.
Aunque también había gente que se mojaba con las
fuentes de aquel lugar, en lo particular prefiero mojarme con la lluvia, aunque
la alta sociedad prefiere el mar y eso no lo entiendo. No logro entender porque
les gusta el mar que es más grande que todo lo que pueden tener y más profundo
que sus ambiciones, deberían sentir celos de él pues es algo que nunca podrán
tener, pero creo que están tan ciegos que ni ellos mismos se dan cuenta de
quienes son en realidad.
Es por eso que prefería ver el cielo para
ignorar aquellas personas que me rodeaban, veía que la noche se acercaba y que
estaba a la vuelta de la esquina. Al horizonte se veía el ocaso de la Luna,
astro perteneciente a un Dios puro de corazón, cuerpo y alma, pues la Luna era
ese espejo donde Dios se veía todas las mañanas, para lavarse los dientes, para
peinarse, para alistarse e irse al trabajo. A mí siempre me agradó ver
la luna pues sentía que estaba tan sola como yo, en las noches que me creía
poeta de voz y no de escritura, me inspiraba, lloraba y derramaba palabras al
unísono. Le hablaba de muchos temas, tocaba el amor, la lujuria, el deseo, la
traición, pues aquel astro nunca me cobro nada por escucharme y siempre llegaba
buscándome a la ventana, nunca se puso celosa del brillante Sol o de las
fugaces nubes, ella sabía que era mi favorita y que en tardes como está, yo la
esperaba en el parque.
En mi delirio, con mi vista perdida hacia el
horizonte no me fijé que había una vagabunda frente a mí con la cual me
tropecé, en ese momento mire de nuevo el entorno y centre mi mirada en ella.
Ella tenía la ropa desgastada, el cabello un
poco enredado, los ojos color miel, la piel absolutamente blanca, su estatura
estaba por arriba del promedio, realmente pensaba que era vagabunda pues la
había juzgado a primera vista pero ahora que la observaba mejor me parecía que
no era vagabunda, pero realmente no podría asegurar alguna de las dos opciones
que tenía debido a que no la conocía realmente. No podía pararme a juzgarla,
pues no sé las virtudes ni los pecados, pero ¿quiénes somos para juzgar? Una
pregunta muy cierta que a veces ni respetaba.
Quizás aquí el hecho más
importante es que ella interrumpió el pensamiento que estaba teniendo por el
cual le musité las siguientes palabras.
-
- Lo siento.
-
- No se preocupe señor, la mayoría de la gente me ignora y por ende no
logran verme, siento haber interrumpido su caminata.
Su voz era muy suave, sentía la nobleza y la
sinceridad en aquel tono, aunque de cierta forma me molestó el hecho de que me
dijese señor cuando apenas era un joven pues ni casado estaba. Y ahora con esas
palabras podría afirmar que era vagabunda pues “la mayoría de la gente me
ignora y por ende no logra verme” supongo que la gente se hace ciega al ver la
miseria de nuestro país, de nuestro mundo. Sentí un sentimiento por ella, no el
que se siente cuando uno se enamora, más bien aquel sentimiento de
incertidumbre por querer saber más de ella.
-
-Disculpe ¿cómo se llama?
Al escuchar mi pregunta, comenzó a reírse y
al mismo tiempo se puso nerviosa, como si tuviese miedo a que le descubrieran.
Pero aparte de eso vi en sus ojos color miel la inocencia con la cual los niños
juegan y se divierten, realmente era tan misteriosa que me hizo pensar que
aquel encuentro no era para nada casual. Terminó de reírse y me miro con
seriedad.
- -
Realmente no tengo nombre.
Me lo dijo con una voz muy diferente a la
primera, sentí la frialdad en sus palabras, dio una vuelta como
si se divirtiera por mi cuestión y de nuevo me vio con una mirada de angustia.
-
- Bueno… Tuve uno, pero no lo recuerdo y de nada nos sirven los nombres,
solo es una etiqueta que se ocupa para identificarnos entre tantos seres.
Terminando aquellas palabras que sonaban a
nostalgia, se echó a reír como una esquizofrénica, como si hubiese contado un
chiste que solo ella había entendido. Yo simplemente me desconcerté pues no
entendía realmente nada de lo que pasaba, por ratos era blanca y por otros
momentos cambiaba de color pero nunca vi el negro en ella. Pero yo siempre fui
como los gatos, nunca me agrado quedarme con la duda.
- -
¿Qué es lo gracioso?
A lo que ella respondió.
- -
Lo gracioso Hadys, es que nos ponen etiquetas que se repiten, ¡María,
Pedro, Pablo, Jesús, como sí todo se tratara de religión, Rosa, Margarita,
Violeta, como sí todas fueran flores, Rubí, Perla, Zafiro, Jade, como sí todos
fueran piedras preciosas! Lo curioso y lo gracioso es que tenemos nombres que
no nos identifican y en ocasiones más de un solo ser lo tiene, entonces
¿realmente los nombres son necesarios? Quizás solo sirvan para los registros, pero solo para eso, yo pienso, creo y afirmo
que no deberíamos tener nombres, deberíamos llamarnos como se nombran a
nuestras almas.
Aquella explicación me hizo sonreír y de nuevo
miré al cielo para agradecer a la persona que me había puesto en mi camino,
pero en ese momento una chispa ilumino mi cabeza, ¿cómo sabía mi nombre? No
recuerdo haberlo mencionado y casi nadie me conocía, cuando llegue a vivir al
D.F mis relaciones con la sociedad fueron casi nulas así que no era conocido a
pesar de ser uno de los que revisaban los libros en la editorial, eso me
angustió en el momento que me di cuenta, así que de manera rápida mire hacia la
vagabunda pero ya no estaba, había desaparecido, mire alrededor pero no había
nadie que se le pareciera, entonces el nerviosismo y el miedo me invadieron por
el cual mi pensamiento se convirtió en palabras que en vez de susurro se
transmitió como grito.
- -
¡Cómo sabes mi nombre!
No tenía control sobre mis emociones pues no
sabía que había sucedido, puesto que aquella vagabunda sin nombre se había desaparecido
como la niebla, se había evaporado, ya no estaba presente en aquel territorio.
La gente a mi alrededor se me quedo viendo,
sus miradas eran pistolas cargadas a matar, pues me observaban con desprecio,
con rareza, con discriminación, entre la multitud se escuchaba el murmullo.
-
-Está loco.
-
-Es un borracho no te acerques.
-
-Solo quiere llamar la atención.
-
-Debe de estar drogado.
Eran susurros que me atormentaron debido a
que no sabía que ocurría, ¿qué había pasado con la vagabunda? ¿por qué de
pronto ya no está? Yo estaba seguro que no era un loco, pero aquellas frases
invadían mi cabeza, salí a paso veloz de aquel lugar, empecé a caminar como
desesperado, los nervios provocaron que sudara considerablemente, por un
momento pensé estar loco pero era imposible porque era la primera vez que
aquello me ocurría. La noche ya se asomaba y con ello una ventisca se
aproximaba.
-
- ¡No!, no estás loco. Pero sé todo de ti.
Sin duda alguna era la voz de la vagabunda
que se transmitió con el viento, mire a mi alrededor pero no estaba ahí, eso no
me calmó, al contrario me puse más nervioso y en vez de caminar rápido comencé
a correr hacia todas direcciones pues no tenía la cabeza apta para tomar una
decisión, todo esto se lo atribuía a los sucesos inesperados. Mi agitación
estaba al límite, tenía sudor por todo el cuerpo y ya había avanzado una gran distancia, no encontraba banca en cual
sentarme y por ello fui hacia un árbol, el cual lo ocuparía para recargarme y
descansar, tomar un poco de aire para tranquilizarme, me senté recargando mi
espalda en él, cerré ambos ojos mientras llegaba la paz a mi interior.
…
No sé cuánto tiempo pasó, pero ya había, me
tallé ambos ojos para mejorar mi visión, bostece, también estornude debido a
que la noche era fresca y no había nada para cubrirme de la temperatura baja, la
humedad proporcionada por el sudor causo en mí un ligero resfriado, me levante
y me sacudí la tierra que tenía en mis
prendas.
Mire a todos lados pero no había gente, suponía que era de madrugada y
que las personas se encontraban en su profundo sueño, caminé pequeños tramos en
busca de transporte, pero no había vehículos en ningún lugar. La niebla era muy
espesa, no lograba ver nada a distancias lejanas, sin gente, sin transporte y
lo único que me podía alumbrar era el reflejo de la luna, otra cosa curiosa es
que solo escuchaba el sonido de los pequeños insectos, pero no había otro
sonido más, ni siquiera el viento susurraba.
Por un momento pensé que realmente estaba solo en aquel sitio pero fue tanta mi
ingenuidad que al instante lo rechacé, no podía estar solo en una ciudad tan
grande, debería de haber alguien. Pero al estar solo, recordé de nuevo los
sucesos pasados y el miedo me invadió , pero seguí caminando en busca de alguna
persona, en busca de alguna orientación pues no podía seguir estando en aquel
lugar solo.
- -
¡Hola!
Fue lo que dije para encontrar alguna
respuesta, pero nadie contestaba, entonces quizás si estaba loco pero seguí
caminando viendo a mí alrededor para encontrar a alguna persona pero no había
nada.
-
- ¡Hola! ¿Hay alguien?
Volví a musitar mi saludo acompañado de
aquella cuestión, pero seguía sin obtener respuesta alguna.
El miedo cada vez
me gobernaba, sentía el temor en la piel y la incertidumbre en mi cabeza. Siempre
me había gustado la soledad pues en ella encontraba un espacio en el cual podía
ser libre y ser yo al mismo tiempo, pero nunca antes había experimentado el
miedo de estar sólo en un gran sitio, realmente eso atormentaba a cualquier
ser, nadie podría soportar la soledad, la angustia, el miedo de ser el único en
un solo lugar.
Seguí recorriendo gran parte del centro, caminé y caminé, pero
no encontraba absolutamente nada, una y otra vez musitaba el saludo pero nadie respondía,
ni el eco se escuchaba. De la desesperación empecé a caminar un poco más rápido para encontrar por lo menos a un
vagabundo, pero tan grande fue mi sorpresa cuando a lo lejos debajo de una lámpara
estaba la vagabunda sin nombre viéndome, estaba ahí con su sonrisa de media
luna, tenía esa cara que a cualquier asustaría pero en aquel momento no sentí
otra cosa más que ansias de saber más de ella y por qué pasaba todo aquello.
Ella fue la causante de esta locura y suponía que podría ser el fin de la
misma, así que camine en su dirección pero ella dio media vuelta y empezó a
alejarse, entonces corrí pero ella también corría y por cada paso que daba, por
cada instante que pasaba, ella se alejaba más, cada vez se volvía más distante
hasta que se perdió en la espesa niebla. De nuevo la vagabunda se había
evaporado.
De aquella persecución terminé de nuevo
agitado, con el sudor por todo el cuerpo, de nuevo estornudé y entonces
encontré un árbol en cual de nuevo me recargué, quería tranquilizarme pero el
miedo me lo impedía, la adrenalina en mi cuerpo no me dejaba encontrar la paz
en mi interior.
Tanto fue el impacto de aquellos sucesos que no me había
percatado de que había regresado al mismo árbol que supuestamente había dejado
atrás y eso me atormentaba pues había vuelto al inicio y era como si no hubiese
avanzado nada. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo, había querido
estar solo y ahora estaba completamente solo sin nadie a quien poder recurrir,
camine un poco hacia la banca más cercana y tome asiento, estaba perdido en mi
pensamiento, perdido absolutamente en la nada.
Los deseos son viles y crueles, desde
ese día no logre olvidar como había empezado mi aventura.
Cerré los ojos, me recosté y terminé tranquilizándome,
pues no sabía cómo salir de este asunto.
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