Capitulo 1: Hadys y la esencia de la vida.



Incertidumbre. 


De alguna manera empecé a ver el mundo con otros ojos.

No lo veía como en realidad era, siempre las personas me recordaban a bestias, demonios y en pocos momentos a seres  bellos como los ángeles.
No recuerdo en que día vivo, porque nunca me he preocupado por contar el tiempo, yo manipulo el tiempo ya que a mí ni él, ni nadie debe manipularme, pues el tiempo solo se hizo para medir la prolongación de un entorno, más no para la exigencia del habita humana. Es por ello que siempre he tenido que vivir con la defensa en alto, pues las personas ahora en día tiene trastornos de cuales debo protegerme y por ello tarde o temprano clavan una navaja en el ojo izquierdo, luego otra en el ojo derecho y por si eso no fuera mucho intentan degollarte.

Tenía la costumbre de caminar siempre por los parques, me agradaba mucho salir y ver como la sociedad se comportaba. Aún recuerdo que aquel día me encontraba caminando por la Alameda, perdido como siempre en mi pensamiento, de esos pensamientos que vuelan con el viento y son libres como los pájaros del boulevar, se asomaba el atardecer entre aquellos edificios que apenas prendían las luces de sus interiores, la noche se acercaba y las personas se preparaban para la oscuridad. 

Siempre tuve esa manía de mirar el cielo y nunca fijarme por donde colocaba mis pies,  por ello en ocasiones tropezaba y en otras pocas un árbol, un poste o una banca me frenaba con un golpe, cotidianamente me ocurría, siempre que salía a caminar regresaba accidentado a mi departamento con una leve herida ya que nadie se preocupaba por mí y por ende realmente no me preocupaba por nadie.
Seguía caminando dando vueltas por el parque, rodeándolo y en ocasiones lo cruzaba, pero no me acostumbré a ello por las zonas oscuras que tenía. 

Aunque también había gente que se mojaba con las fuentes de aquel lugar, en lo particular prefiero mojarme con la lluvia, aunque la alta sociedad prefiere el mar y eso no lo entiendo. No logro entender porque les gusta el mar que es más grande que todo lo que pueden tener y más profundo que sus ambiciones, deberían sentir celos de él pues es algo que nunca podrán tener, pero creo que están tan ciegos que ni ellos mismos se dan cuenta de quienes son en realidad. 

Es por eso que prefería ver el cielo para ignorar aquellas personas que me rodeaban, veía que la noche se acercaba y que estaba a la vuelta de la esquina. Al horizonte se veía el ocaso de la Luna, astro perteneciente a un Dios puro de corazón, cuerpo y alma, pues la Luna era ese espejo donde Dios se veía todas las mañanas, para lavarse los dientes, para peinarse, para alistarse e irse al trabajo. A mí siempre me agradó ver la luna pues sentía que estaba tan sola como yo, en las noches que me creía poeta de voz y no de escritura, me inspiraba, lloraba y derramaba palabras al unísono. Le hablaba de muchos temas, tocaba el amor, la lujuria, el deseo, la traición, pues aquel astro nunca me cobro nada por escucharme y siempre llegaba buscándome a la ventana, nunca se puso celosa del brillante Sol o de las fugaces nubes, ella sabía que era mi favorita y que en tardes como está, yo la esperaba en el parque. 
 
En mi delirio, con mi vista perdida hacia el horizonte no me fijé que había una vagabunda frente a mí con la cual me tropecé, en ese momento mire de nuevo el entorno  y centre mi mirada en ella. 

Ella tenía la ropa desgastada, el cabello un poco enredado, los ojos color miel, la piel absolutamente blanca, su estatura estaba por arriba del promedio,  realmente pensaba que era vagabunda pues la había juzgado a primera vista pero ahora que la observaba mejor me parecía que no era vagabunda, pero realmente no podría asegurar alguna de las dos opciones que tenía debido a que no la conocía realmente. No podía pararme a juzgarla, pues no sé las virtudes ni los pecados, pero ¿quiénes somos para juzgar? Una pregunta muy cierta que a veces ni respetaba. 

Quizás aquí el hecho más importante es que ella interrumpió el pensamiento que estaba teniendo por el cual le musité las siguientes palabras.

-          - Lo siento. 

-          - No se preocupe señor, la mayoría de la gente me ignora y por ende no logran verme, siento haber interrumpido su caminata. 

Su voz era muy suave, sentía la nobleza y la sinceridad en aquel tono, aunque de cierta forma me molestó el hecho de que me dijese señor cuando apenas era un joven pues ni casado estaba. Y ahora con esas palabras podría afirmar que era vagabunda pues “la mayoría de la gente me ignora y por ende no logra verme” supongo que la gente se hace ciega al ver la miseria de nuestro país, de nuestro mundo. Sentí un sentimiento por ella, no el que se siente cuando uno se enamora, más bien aquel sentimiento de incertidumbre por querer saber más de ella.

-          -Disculpe ¿cómo se llama?

Al escuchar mi pregunta, comenzó a reírse y al mismo tiempo se puso nerviosa, como si tuviese miedo a que le descubrieran. Pero aparte de eso vi en sus ojos color miel la inocencia con la cual los niños juegan y se divierten, realmente era tan misteriosa que me hizo pensar que aquel encuentro no era para nada casual. Terminó de reírse y me miro con seriedad.

-         -  Realmente no tengo nombre.

Me lo dijo con una voz muy diferente a la primera, sentí la frialdad en sus palabras, dio una vuelta como si se divirtiera por mi cuestión y de nuevo me vio con una mirada de angustia. 
 
-          - Bueno… Tuve uno, pero no lo recuerdo y de nada nos sirven los nombres, solo es una etiqueta que se ocupa para identificarnos entre tantos seres.

Terminando aquellas palabras que sonaban a nostalgia, se echó a reír como una esquizofrénica, como si hubiese contado un chiste que solo ella había entendido. Yo simplemente me desconcerté pues no entendía realmente nada de lo que pasaba, por ratos era blanca y por otros momentos cambiaba de color pero nunca vi el negro en ella. Pero yo siempre fui como los gatos, nunca me agrado quedarme con la duda.

-        -   ¿Qué es lo gracioso?

A lo que ella respondió.

-       -    Lo gracioso Hadys, es que nos ponen etiquetas que se repiten, ¡María, Pedro, Pablo, Jesús, como sí todo se tratara de religión, Rosa, Margarita, Violeta, como sí todas fueran flores, Rubí, Perla, Zafiro, Jade, como sí todos fueran piedras preciosas! Lo curioso y lo gracioso es que tenemos nombres que no nos identifican y en ocasiones más de un solo ser lo tiene, entonces ¿realmente los nombres son necesarios? Quizás solo sirvan para los registros, pero solo para eso, yo pienso, creo y afirmo que no deberíamos tener nombres, deberíamos llamarnos como se nombran a nuestras almas. 
 
Aquella explicación me hizo sonreír y de nuevo miré al cielo para agradecer a la persona que me había puesto en mi camino, pero en ese momento una chispa ilumino mi cabeza, ¿cómo sabía mi nombre? No recuerdo haberlo mencionado y casi nadie me conocía, cuando llegue a vivir al D.F mis relaciones con la sociedad fueron casi nulas así que no era conocido a pesar de ser uno de los que revisaban los libros en la editorial, eso me angustió en el momento que me di cuenta, así que de manera rápida mire hacia la vagabunda pero ya no estaba, había desaparecido, mire alrededor pero no había nadie que se le pareciera, entonces el nerviosismo y el miedo me invadieron por el cual mi pensamiento se convirtió en palabras que en vez de susurro se transmitió como grito.

-         -  ¡Cómo sabes mi nombre!

No tenía control sobre mis emociones pues no sabía que había sucedido, puesto que aquella vagabunda sin nombre se había desaparecido como la niebla, se había evaporado, ya no estaba presente en aquel territorio.

La gente a mi alrededor se me quedo viendo, sus miradas eran pistolas cargadas a matar, pues me observaban con desprecio, con rareza, con discriminación, entre la multitud se escuchaba el murmullo. 

-          -Está loco.
-          -Es un borracho no te acerques.
-          -Solo quiere llamar la atención.
-          -Debe de estar drogado.

Eran susurros que me atormentaron debido a que no sabía que ocurría, ¿qué había pasado con la vagabunda? ¿por qué de pronto ya no está? Yo estaba seguro que no era un loco, pero aquellas frases invadían mi cabeza, salí a paso veloz de aquel lugar, empecé a caminar como desesperado, los nervios provocaron que sudara considerablemente, por un momento pensé estar loco pero era imposible porque era la primera vez que aquello me ocurría. La noche ya se asomaba y con ello una ventisca se aproximaba. 

-          - ¡No!, no estás loco. Pero sé todo de ti.

Sin duda alguna era la voz de la vagabunda que se transmitió con el viento, mire a mi alrededor pero no estaba ahí, eso no me calmó, al contrario me puse más nervioso y en vez de caminar rápido comencé a correr hacia todas direcciones pues no tenía la cabeza apta para tomar una decisión, todo esto se lo atribuía a los sucesos inesperados. Mi agitación estaba al límite, tenía sudor por todo el cuerpo y ya había avanzado una gran distancia, no encontraba banca en cual sentarme y por ello fui hacia un árbol, el cual lo ocuparía para recargarme y descansar, tomar un poco de aire para tranquilizarme, me senté recargando mi espalda en él, cerré ambos ojos mientras llegaba la paz a mi interior. 
 

No sé cuánto tiempo pasó, pero ya había, me tallé ambos ojos para mejorar mi visión, bostece, también estornude debido a que la noche era fresca y no había nada para cubrirme de la temperatura baja, la humedad proporcionada por el sudor causo en mí un ligero resfriado, me levante y me sacudí la  tierra que tenía en mis prendas. 

Mire a todos lados pero no había gente, suponía que era de madrugada y que las personas se encontraban en su profundo sueño, caminé pequeños tramos en busca de transporte, pero no había vehículos en ningún lugar. La niebla era muy espesa, no lograba ver nada a distancias lejanas, sin gente, sin transporte y lo único que me podía alumbrar era el reflejo de la luna, otra cosa curiosa es que solo escuchaba el sonido de los pequeños insectos, pero no había otro sonido más,  ni siquiera el viento susurraba. 

Por un momento pensé que realmente estaba solo en aquel sitio pero fue tanta mi ingenuidad que al instante lo rechacé, no podía estar solo en una ciudad tan grande, debería de haber alguien. Pero al estar solo, recordé de nuevo los sucesos pasados y el miedo me invadió , pero seguí caminando en busca de alguna persona, en busca de alguna orientación pues no podía seguir estando en aquel lugar solo. 

-        -  ¡Hola!

Fue lo que dije para encontrar alguna respuesta, pero nadie contestaba, entonces quizás si estaba loco pero seguí caminando viendo a mí alrededor para encontrar a alguna persona pero no había nada.

-          - ¡Hola! ¿Hay alguien? 

Volví a musitar mi saludo acompañado de aquella cuestión, pero seguía sin obtener respuesta alguna.

 El miedo cada vez me gobernaba, sentía el temor en la piel y la incertidumbre en mi cabeza. Siempre me había gustado la soledad pues en ella encontraba un espacio en el cual podía ser libre y ser yo al mismo tiempo, pero nunca antes había experimentado el miedo de estar sólo en un gran sitio, realmente eso atormentaba a cualquier ser, nadie podría soportar la soledad, la angustia, el miedo de ser el único en un solo lugar. 

Seguí recorriendo gran parte del centro, caminé y caminé, pero no encontraba absolutamente nada, una y otra vez musitaba el saludo pero nadie respondía, ni el eco se escuchaba. De la desesperación empecé a caminar un poco más rápido para encontrar por lo menos a un vagabundo, pero tan grande fue mi sorpresa cuando a lo lejos debajo de una lámpara estaba la vagabunda sin nombre viéndome, estaba ahí con su sonrisa de media luna, tenía esa cara que a cualquier asustaría pero en aquel momento no sentí otra cosa más que ansias de saber más de ella y por qué pasaba todo aquello.

 Ella fue la causante de esta locura y suponía que podría ser el fin de la misma, así que camine en su dirección pero ella dio media vuelta y empezó a alejarse, entonces corrí pero ella también corría y por cada paso que daba, por cada instante que pasaba, ella se alejaba más, cada vez se volvía más distante hasta que se perdió en la espesa niebla. De nuevo la vagabunda se había evaporado. 
 
De aquella persecución terminé de nuevo agitado, con el sudor por todo el cuerpo, de nuevo estornudé y entonces encontré un árbol en cual de nuevo me recargué, quería tranquilizarme pero el miedo me lo impedía, la adrenalina en mi cuerpo no me dejaba encontrar la paz en mi interior. 

Tanto fue el impacto de aquellos sucesos que no me había percatado de que había regresado al mismo árbol que supuestamente había dejado atrás y eso me atormentaba pues había vuelto al inicio y era como si no hubiese avanzado nada. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo, había querido estar solo y ahora estaba completamente solo sin nadie a quien poder recurrir, camine un poco hacia la banca más cercana y tome asiento, estaba perdido en mi pensamiento, perdido absolutamente en la nada.

 Los deseos son viles y crueles, desde ese día no logre olvidar como había empezado mi aventura. 
 
Cerré los ojos, me recosté y terminé tranquilizándome, pues no sabía cómo salir de este asunto. 



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