sábado, 31 de diciembre de 2016

Una noche de fin de año.

Una noche de fin de año.



El tiempo pasa y no en vano, eso dice alguna gente.

Esta vez hablaremos de un niño que ahora es un joven, de un chico que al principio de los años 2000 llegó a radicar a un pueblo, un pueblo de pocas calles y habitualmente de pocos habitantes. Un chico que se cansaba en aquel pueblo, por el sol, por los insectos, por la vida misma y por la muerte que tardaba en visitarlos, y él veía como aquellos niños de su edad jugaban sobre la tierra descalzos, y él quería hacer lo mismo, pero cuándo lo intentaba salía lastimado por las piedras, era imposible seguir el paso o seguir la vida que los demás llevaban, era complicado la adaptación de una urbe a una rural.

El tiempo pasa y no en vano…

Las visitas a la casa de la abuela siempre fueron frecuentes. La playa estaba a tan solo unas calles de la vivienda, y los familiares llegaban. Primos y primas de todas las edades se reunían para conversar, para jugar, para convivir por los lazos de sangre, algunas veces eran personas desconocidas, primos de otros primos sin tener sangre de la suya, pero compartían el pan, la cama, la noche, el día, las estrellas, la naturaleza, compartían todo.

El tiempo pasa y no en vano…

Y es cierto, ahora ese niño recorre las calles de su pueblo y  se da cuenta de que la gente que existía ya no existe, que la felicidad es efímera como la novia que alguna vez pudo poseer, que el va y el ven son dos palabras con las cuales no se debería jugar, ahora ese niño se da cuenta de que los años se han consumido, de que la muerte ha hecho varias visitas y no tan frecuentes, se percata de que el universo se sigue expandiendo al igual que aquel pueblo, de que la casa de la abuela pronto llegará a su fin, de que los primos y primas van teniendo familia, y que esa familia ya no visita la casa a la orilla del mar, se da cuenta de que las costumbres se van perdiendo, de que aquellos niños que corrían sobre la tierra con piedras también ya tienen familia, de que las señoras adultas, ahora ya son ancianas, de que cuándo llega algún familiar de sangre a aquel pueblo recuerdan los buenos momentos que se tuvieron en la infancia, escapes con sus novios, carreras, juegos de pelota, veladas, fogatas, se percatan de que había convivencia, de que había vida…

El tiempo pasa y no en vano… 

Es cierto, aquel niño aún no tiene una familia concisa, quizás solo sea una familia imaginaría. Aquel chamaco, solo piensa y en ocasiones escribe añoranzas del pasado, nostalgia familiar, y la  melancolía ahora la mezcla con cerveza o con otra bebida alcohólica , y la tristeza lo gobierna, le abraza por la espalda y le susurra al oído…


El tiempo pasa y no en vano… 

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