Una
noche de fin de año.
El tiempo pasa y no en vano, eso dice
alguna gente.
Esta vez hablaremos de un niño que ahora
es un joven, de un chico que al principio de los años 2000 llegó a radicar a un
pueblo, un pueblo de pocas calles y habitualmente de pocos habitantes. Un chico
que se cansaba en aquel pueblo, por el sol, por los insectos, por la vida misma
y por la muerte que tardaba en visitarlos, y él veía como aquellos niños de su
edad jugaban sobre la tierra descalzos, y él quería hacer lo mismo, pero cuándo
lo intentaba salía lastimado por las piedras, era imposible seguir el paso o
seguir la vida que los demás llevaban, era complicado la adaptación de una urbe
a una rural.
El tiempo pasa y no en vano…
Las visitas a la casa de la abuela
siempre fueron frecuentes. La playa estaba a tan solo unas calles de la
vivienda, y los familiares llegaban. Primos y primas de todas las edades se
reunían para conversar, para jugar, para convivir por los lazos de sangre,
algunas veces eran personas desconocidas, primos de otros primos sin tener
sangre de la suya, pero compartían el pan, la cama, la noche, el día, las
estrellas, la naturaleza, compartían todo.
El tiempo pasa y no en vano…
Y es cierto, ahora ese niño recorre las
calles de su pueblo y se da cuenta de
que la gente que existía ya no existe, que la felicidad es efímera como la
novia que alguna vez pudo poseer, que el va y el ven son dos palabras con las
cuales no se debería jugar, ahora ese niño se da cuenta de que los años se han
consumido, de que la muerte ha hecho varias visitas y no tan frecuentes, se
percata de que el universo se sigue expandiendo al igual que aquel pueblo, de
que la casa de la abuela pronto llegará a su fin, de que los primos y primas
van teniendo familia, y que esa familia ya no visita la casa a la orilla del
mar, se da cuenta de que las costumbres se van perdiendo, de que aquellos niños
que corrían sobre la tierra con piedras también ya tienen familia, de que las
señoras adultas, ahora ya son ancianas, de que cuándo llega algún familiar de
sangre a aquel pueblo recuerdan los buenos momentos que se tuvieron en la
infancia, escapes con sus novios, carreras, juegos de pelota, veladas, fogatas,
se percatan de que había convivencia, de que había vida…
El tiempo pasa y no en vano…
Es cierto, aquel niño aún no tiene una
familia concisa, quizás solo sea una familia imaginaría. Aquel chamaco, solo
piensa y en ocasiones escribe añoranzas del pasado, nostalgia familiar, y la melancolía ahora la mezcla con cerveza o con
otra bebida alcohólica , y la tristeza lo gobierna, le abraza por la espalda y
le susurra al oído…
El tiempo pasa y no en vano…
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