Los tres chiflados.
Tomando la luna.
Entonces la depresión llegó con el
equinoccio, se traslapó entre la vida y la muerte.
Él salió a caminar bajo la
lluvia,-claro, ¿qué mejor paisaje para la depresión que no sea lluvia, frío, y
soledad?- durante un buen rato pensó en diversas maneras de atormentarse, pensó
hasta lo peor de él, pensó y siguió pensando, la lluvia mojaba sus mejillas y
el frío perpetraba sus huesos.
Sentía que no tenía motivo alguno de
estar caminando, sentía que no iba para ningún lugar y tampoco regresaba de
ningún sitio, no tenía meta alguna, no tenía familia, no tenía sueños que
perseguir.
Andaba a lado de un gato, de un
perro, del viento, andaba y andaba, y el destino, o quizás Dios, lo llevó hacia
un sitio donde se encontraban 3 chiflados.
Ellos sentados afuera en la calle,
veían la luna y se bronceaban con ella, podía ver en sus ojos un rescate hacia
su alma, le observaron, los vio, le miraron, los escuchó, le oyeron, les habló,
le platicaron, se río...
A veces pensaba que la locura era
suficiente para seguir en un mundo que solo gira para la derecha, pero no fue
así, esas 3 personas locas le dieron sentido a su vida, reían, eran felices a
pesar de estar agotados por el trabajo, por la monotonía y los problemas.
Ellos regalaban sonrisas a cambio de
una amistad, regalaban abrazos a cambio de una conversación, regalaban vida a
cambio de la muerte que cada uno lleva arrastrando.
Se quedó a tomar la luna un rato, se
refrescó con la brisa de la noche, con Calzones Italianos, con Albaca
ceremonial, se quedó y entonces descubrió que la soledad y la tristeza eran
pasajeras, entendió que con el tiempo se curaría, y entonces una muchedumbre le
susurró:
- Parvitos, parvolos, parvitas,
parva...
Y la luz se hizo en la luna, y bajo
desde la playa de aquel satélite un ser demoníaco y angelical; nació el amor.
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