domingo, 28 de agosto de 2016

Chimina.

Chimina


Chimina, muerte en vida, viva en mi corazón.

Es que mi vida le pertenece al espíritu de Chimina.

Huesuda y sin carne, pelo alborotado como las líneas de la perpleja vida, como el alma corta, como la muerte larga.

Pero es que Chimina, no era habitual que tu muerta te robaras mi vida con esos movimientos que solo tu esqueleto puede hacer bajo la tumba, con esas caras llenas de locura, psicópata enferma haz conmigo lo que quieras, inestable muerte apetecible. 

Me perdí en tu actuación, en el momento que te vi supe que eras arte. 

Chimina, no eras tú en vida, eras tú en muerte que se llevó mi vida, con esas piernas, con esa cintura, con esa figura que todo mortal desea en lo profundo de sus eróticos sueños. 

No puedo, no debo compartirte de nuevo con la muerte, aquí estoy para entregarte la vida que tus profundos ojos anhelan, ojos de eclipse puerta de los muertos. 

Haz de llevarme contigo porque mi corazón dejo de latir al suave tacto de tus manos, mi alma te pertenece desde que me hablaste, desde que tu voz ya frágil de ultratumba dijo mi nombre. 

Recuerda, recuerdo, como nos miramos, como nos mandamos besos, saludos y hasta señales de un corazón que palpitaba al compás de tu baile. 

Chimina, quizás pase un año para verte, pero esperaría un siglo para tenerte.

Huesuda bailarina, llena de arte esta poesía…


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