Cuando se vive entre duendes y hadas.
Todo empezó con el sol resplandeciente de verano, no recuerdo si fue sobre mar,
pavimento o quizás río, quizás laguna.
Me adentré poco a poco mientras el tiempo dictaba un verso, una prosa, algo
libre entre palabras, algo incógnito en la ciencia. Me hundí poco a poco en el
abismo que representaba su alma, me hice preso de su sonrisa y cautivo de su
mirada, ¡Oh dulce cárcel mágica!
Me había perdido en el laberinto de su carisma, no recordaba ni rumbo, ni
orientación, ni noche o naufragio, no sabía nada, ni mi nombre, ni edad, ni rumbo o retorno.
Me estaba desvaneciendo en su mirada, me hacía sublime en sus pensamientos, era
una bruja, una hada, una ninfa, una duenda, un chaneque... era un ser con
magia.
Me hechizo el pensamiento, me esclavizo a sus incoherencias, a su cruel forma
de escribir porque para mí es un libro que no pude entender, no pude predecir,
del cual no pude trascender. He aquí le dejo plasmada en un retorno sin fin, en
un nostálgico paisaje con castillos voladores... He aquí yo escribiendo un
cuento sobre la magia de verano.
Ya que cuando se vive entre duendes y hadas solo la magia suele ser explicable,
la magia se siente al tacto de su piel, cuando la contemple entre mis brazos,
entre los versos y la poesía... Solo la magia se hizo presente con el tiempo,
pues el tiempo al final dejo de ser relativo.
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