martes, 30 de agosto de 2016

Somos la muerte.

Somos la muerte.


Pensé en Dios.
Dios ¿por qué creaste la muerte?
He aceptado que todo debe tener un fin, que hasta el caramelo se disuelve en nuestra vida, ¿por qué llevarse a los seres queridos?

Quizás si la vida fuera  eterna,  todo sería aburrido y no entiendo cómo es que Dios soporte tanta aburrición, entonces no nos quiere, entonces es un asesino que tiene como arma a la muerte y solo eso.

Hasta la flor más bella se marchita, hasta la mariposa multicolor cae, no hay muro que resista ni castillo que perdure, inclusive el alma se desgasta, ¿entonces de que me quejo?

Pensaba ahogar esta pena en alcohol, pensar en el fin de un ser amado es peor que pensar que algún día el arte se acabará, quizás la muerte sea el arte que jamás se ha comprendido u entendido.

Pero ahora entre el lienzo de la pintura y el teatro de esta obra podría haber un suicidio, un homicidio, un genocidio. Podría haber muchas cosas y pocas circunstancias, pero este dolor es fuerte, es denso, es viscoso.

Pero nos parecemos a la muerte, somos iguales a ella...

Todo el día matamos algo, un sentimiento, un alma, un humano, un insecto, una palabra, todo el día matamos algo y siempre estamos solos y nunca estamos acompañados.

Me hablan del amor que he disfrutado, el de pareja, el de madre, el de hermanos, pero este amor de familia es el que me duele, el amor de abuela me está matando, tomaría un cuchillo y me lo clavaría en la yugular pero inclusive eso no sanaría el dolor.

Por primera vez tengo miedo, nunca antes había estado a punto de ahogarme, ahora me ahogo en mis propias lágrimas, en mis pesares, en mis penurias, me ahogo lentamente y no encuentro el último aliento para sobrevivir.


Entiendo que el amor de abuela duele más que la muerte.

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