martes, 24 de noviembre de 2015

Capítulo 4: Hadys y la esencia de la vida.

Las catorce puertas en el silencio.



Una vez dentro pude observar que me encontraba en una especie de cuarto demasiado amplio, todo era de madera; desde las paredes, hasta el piso y el techo, ese lugar olía inclusive a acre, me relajaba, de cierta manera me aportaba paz. 

No había persona alguna que me guiará por ese lugar, e inclusive no había ni un mueble en aquella área, solo estaba dibujado sobre el piso, un circulo, sobre el cual me encontraba parado y de él nacían diversos caminos hacia las puertas que se encontraban a una distancia considerable de mí, en total pude contar que eran catorce puertas distribuidas por el cuarto, yo era algo así como el sol y ellas eran mis órbitas, mis estrellas, mis diversos mundos. 

Esa  cantidad de puertas me estremecía, no porque me costará jalar un pedazo de madera, sino porque es complicado saber cuál se debe abrir, y esa incógnita aparecía de nuevo en mi cabeza, pero esta vez no había nadie a quién, de nuevo empecé a desesperarme. 

Pero en aquel momento se me ocurrió una idea, me di media vuelta y tome la manija de la puerta por la cual había entrado, quería hablar con Soledad y que ella me dijera a que puerta abrir para salir de aquel mundo, pero cuando intente abrir la puerta no cedía, sucedió lo mismo que me paso con la puerta de la sabiduría, ya no podía salir, mi único camino era abrir alguna de esas puertas, realmente estaba enfadado pues ya quería desaparecer de aquel mundo. 

Ante aquella aberración ya no intenté abrir la puerta, voltee y me le quedé viendo a las catorce puertas que estaban enfrente de mí, no podía ver la gran cosa, lo único que podía distinguir era la numeración que cada puerta tenía en la parte superior, todos tenían en número romano desde el I hasta el XIV, resultaban ser puertas muy misteriosas pero aunque se parecían ninguna era igual. También la numeración de la puerta no era consecutiva, todas las puertas tenían un número acomodado aleatoriamente, de una manera desordenada como la entropía. 

De tanto pensar se me vino una idea a la cabeza, decidí ir puerta por puerta a tocar para que alguien me contestara, y si me contestaban podría abrirla y que esa persona o ente me ayudase a salir para llegar a mi mundo, era una idea muy buena a mi punto de vista, pero no todos los planes salen como lo planeas.
Comencé a caminar a dirección de la puerta que se encontraba hasta el extremo izquierdo, arriba tenía el número III, me acerque y no había nada especial en la puerta, la golpee en busca de alguna respuesta pero nada ocurría, seguía la que estaba a su lado, la puerta X y tampoco encontré respuesta alguna, y así de manera repetitiva fui de puerta en puerta. Como ese plan no funcionó, me resigne a intentar abrir cada puerta y explorarla.

Volví a regresar de nuevo a la puerta III y la intente abrir pero simplemente no cedía, lo volví a repetir con las demás puertas que sobraban pero nada ocurría, claro la puerta que tenía el número I ni siquiera la toque por temor a que se abriera y no pudiera salir como anteriormente me ocurrió con la puerta de la esencia de la vida. 

Al ver que nada funcionaba y que no podía ir a ningún lugar, tuve que resignarme e irme a la puerta que tenía el número uno en la parte superior, eso me causaba un poco de estremecimiento pues temía a no volver, mi temor era a no poder volver a mi mundo, quizás no volvería a ver a la gente que tanto me irritaba, quizás ya no podría caminar por la Alameda pensando en la muerte, quizás, solo quizás esto ni existía pero ya no podía seguir ilusionándome. 

Después de caminar me encontré enfrente de la puerta número uno, para empezar no estaba tan cerca ya que aún radicaba el miedo dentro de mí, ni siquiera me atrevía a tocarle, entonces me propuse a llamar para saber si alguien más estaba del otro lado y grité.

-          ¿Hay alguien allí?

La única respuesta que tuve fue el eco que se producía en aquel lugar, tal eco retumbo por todo el cuarto y mi pregunta se repetía cada vez más rápido, tuve que taparme los oídos por el estruendo, por el miedo, no podía seguir escuchando mi voz que poco a poco se distorsionaba como si algo más me hablara, como si la voz de la conciencia jugara conmigo, me tuve que hincar y me tapé los oídos cada vez más y más fuerte. 

No me había dado cuenta pero después me percate del que sonido se había terminado, me destape los oídos y me levanté, me di cuenta que el mínimo sonido en el aquel cuarto podría convertirse en el peor dolor, de alguna manera extraña ese cuarto representaba la concentración del humano, el silencio que debe tener uno en su interior para las tomas de decisiones, para la estabilidad emocional y más que nada para el relajamiento. La entrada a las demás puertas dependía de mi decisión y  no podía hacer ningún ruido, para poder pensar.

Este cuarto me recordó cuando me iba al bosque del pueblo a tomar aire, donde solo escuchaba algunos animales y el viento, en esos días de exploración siempre iba a relajarme, a encontrar respuesta, a que la naturaleza me hablara, a que yo encontrara la voz que habitaba en mi interior, pero a veces lo conseguía y en otras ocasiones ni siquiera hallaba la respuesta, me formulaba todo tipo de cuestión, pues todo duda siempre será importante y no se puede tener prioridades en las cosas que no se saben, puesto que saber una cosa ya hace la diferencia entre e ayer y el hoy. 

Pero también hay preguntas que nunca tendrán respuesta, y así me encontraba en ese cuarto donde el silencio gobernada en todos los rincones, a pesar de que había velas a la derecha de cada puerta me sentía hundido en un abismo, en un lugar donde no podría orientarme  hacia mi destino, aquel cuarto del silencio hubiese sido una de las peores pesadillas que tendría, pero en este caso no era una pesadilla pues lo estaba viviendo.

Aún seguía enfrente de la puerta que tenía en número I en la parte superior, tenía miedo de avanzar, tenía miedo a lo que me esperaba, a lo que descubriría, tenía miedo de entrar y perderme en un laberinto sin fin de puertas, mi temor era tan grande  que no podía controlar mi nerviosismo al enfrentar esa parte de mi vida. No sabía que hacer o como seguir mi camino, solo sabía que en ese cuarto del silencio debería ser valiente para afrontar las cosas que vendrían en camino. Sin pensarlo más tomé la valentía necesaria y me dispuse a dar un paso hacia la puerta. 



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