Las catorce puertas en el silencio.
Una vez dentro pude observar que me
encontraba en una especie de cuarto demasiado amplio, todo era de madera; desde
las paredes, hasta el piso y el techo, ese lugar olía inclusive a acre, me
relajaba, de cierta manera me aportaba paz.
No había persona alguna que me
guiará por ese lugar, e inclusive no había ni un mueble en aquella área, solo
estaba dibujado sobre el piso, un circulo, sobre el cual me encontraba parado y
de él nacían diversos caminos hacia las puertas que se encontraban a una
distancia considerable de mí, en total pude contar que eran catorce puertas
distribuidas por el cuarto, yo era algo así como el sol y ellas eran mis órbitas, mis estrellas, mis diversos mundos.
Esa cantidad de puertas me estremecía, no porque
me costará jalar un pedazo de madera, sino porque es complicado saber cuál se
debe abrir, y esa incógnita aparecía de nuevo en mi cabeza, pero esta vez no
había nadie a quién, de nuevo empecé a desesperarme.
Pero en aquel momento se
me ocurrió una idea, me di media vuelta y tome la manija de la puerta por la
cual había entrado, quería hablar con Soledad y que ella me dijera a que puerta
abrir para salir de aquel mundo, pero cuando intente abrir la puerta no cedía,
sucedió lo mismo que me paso con la puerta de la sabiduría, ya no podía
salir, mi único camino era abrir alguna de esas puertas, realmente estaba
enfadado pues ya quería desaparecer de aquel mundo.
Ante aquella aberración ya
no intenté abrir la puerta, voltee y me le quedé viendo a las catorce puertas
que estaban enfrente de mí, no podía ver la gran cosa, lo único que podía
distinguir era la numeración que cada puerta tenía en la parte superior, todos
tenían en número romano desde el I hasta el XIV, resultaban ser puertas muy
misteriosas pero aunque se parecían ninguna era igual. También la numeración de
la puerta no era consecutiva, todas las puertas tenían un número acomodado
aleatoriamente, de una manera desordenada como la entropía.
De tanto pensar se
me vino una idea a la cabeza, decidí ir puerta por puerta a tocar para que
alguien me contestara, y si me contestaban podría abrirla y que esa persona o
ente me ayudase a salir para llegar a mi mundo, era una idea muy buena a mi
punto de vista, pero no todos los planes salen como lo planeas.
Comencé a
caminar a dirección de la puerta que se encontraba hasta el extremo izquierdo,
arriba tenía el número III, me acerque y no había nada especial en la puerta,
la golpee en busca de alguna respuesta pero nada ocurría, seguía la que estaba
a su lado, la puerta X y tampoco encontré respuesta alguna, y así de manera
repetitiva fui de puerta en puerta. Como ese plan no funcionó, me resigne a
intentar abrir cada puerta y explorarla.
Volví a regresar de nuevo a la puerta III y
la intente abrir pero simplemente no cedía, lo volví a repetir con las demás
puertas que sobraban pero nada ocurría, claro la puerta que tenía el número
I ni siquiera la toque por temor a que se abriera y no pudiera salir como
anteriormente me ocurrió con la puerta de la esencia de la vida.
Al ver que
nada funcionaba y que no podía ir a ningún lugar, tuve que resignarme e irme a
la puerta que tenía el número uno en la parte superior, eso me causaba un poco
de estremecimiento pues temía a no volver, mi temor era a no poder volver a mi
mundo, quizás no volvería a ver a la gente que tanto me irritaba, quizás ya no
podría caminar por la Alameda pensando en la muerte, quizás, solo quizás esto
ni existía pero ya no podía seguir ilusionándome.
Después de caminar me
encontré enfrente de la puerta número uno, para empezar no estaba tan cerca ya
que aún radicaba el miedo dentro de mí, ni siquiera me atrevía a tocarle,
entonces me propuse a llamar para saber si alguien más estaba del otro lado y
grité.
-
¿Hay
alguien allí?
La única respuesta que tuve fue el eco que se
producía en aquel lugar, tal eco retumbo por todo el cuarto y mi pregunta se
repetía cada vez más rápido, tuve que taparme los oídos por el estruendo, por
el miedo, no podía seguir escuchando mi voz que poco a poco se distorsionaba
como si algo más me hablara, como si la voz de la conciencia jugara conmigo, me
tuve que hincar y me tapé los oídos cada vez más y más fuerte.
No me había dado
cuenta pero después me percate del que sonido se había terminado, me destape
los oídos y me levanté, me di cuenta que el mínimo sonido en el aquel cuarto podría
convertirse en el peor dolor, de alguna manera extraña ese cuarto representaba
la concentración del humano, el silencio que debe tener uno en su interior para
las tomas de decisiones, para la estabilidad emocional y más que nada para el
relajamiento. La entrada a las demás puertas dependía de mi decisión y no podía hacer ningún ruido, para poder
pensar.
Este cuarto me recordó cuando me iba al
bosque del pueblo a tomar aire, donde solo escuchaba algunos animales y el
viento, en esos días de exploración siempre iba a relajarme, a encontrar
respuesta, a que la naturaleza me hablara, a que yo encontrara la voz que
habitaba en mi interior, pero a veces lo conseguía y en otras ocasiones ni
siquiera hallaba la respuesta, me formulaba todo tipo de cuestión, pues todo
duda siempre será importante y no se puede tener prioridades en las cosas que
no se saben, puesto que saber una cosa ya hace la diferencia entre e ayer y el
hoy.
Pero también hay preguntas que nunca tendrán respuesta, y así me
encontraba en ese cuarto donde el silencio gobernada en todos los rincones, a
pesar de que había velas a la derecha de cada puerta me sentía hundido en un
abismo, en un lugar donde no podría orientarme
hacia mi destino, aquel cuarto del silencio hubiese sido una de las
peores pesadillas que tendría, pero en este caso no era una pesadilla pues lo
estaba viviendo.
Aún seguía enfrente de la puerta que tenía en
número I en la parte superior, tenía miedo de avanzar, tenía
miedo a lo que me esperaba, a lo que descubriría, tenía miedo de entrar y
perderme en un laberinto sin fin de puertas, mi temor era tan grande que no podía controlar mi nerviosismo al
enfrentar esa parte de mi vida. No sabía que hacer o como seguir mi camino,
solo sabía que en ese cuarto del silencio debería ser valiente para afrontar
las cosas que vendrían en camino. Sin pensarlo más tomé la valentía necesaria y
me dispuse a dar un paso hacia la puerta.
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