sábado, 30 de julio de 2016

Solo Veracruz es bello.

Solo Veracruz es bello.


Manuel regresaba a su tierra natal, sentía el calor del horizonte quemar su cara, su brazos, todo su cuerpo, el calor de Veracruz lo hacía sentirse vivo, completo.

Él bajo del camión que pasa por la carretera federal aún lado de la playa, quizás a unos 50 metros de la orilla, el sol estaba muy resplandeciente y el viento soplaba para alentar a los pueblerinos de aquella localidad. Se bajó con sus maletas por una pendiente de concreto, se sentía un guisado sobre aquel pavimento de comida, las gaviotas se veían a lo lejos, hacia la dirección dónde el mar y el cielo son uno mismo, el espejo del universo, el espejo de dos enamorados muy cerca, pero demasiado lejos. 

Dio los primeros pasos después de la pendiente y entonces sus guaraches tocaron la tierra fértil del pueblo, sintió la tierra caliente de la calle principal, visualizo las casas a su alrededor, se dio cuenta que gran parte de su vida se encontraba ahí, los cambios habían llegado al pueblo, había nuevas casas, nuevas personas, había recién nacidos y otros recién fallecidos. Era impresionante cómo el tiempo hace estragos en la vida de los humanos, pero también Manuel se dio cuenta que la esencia persistía. No había tanta tecnología en aquel lugar, las televisiones eran grandes cajas cuadradas y solo una familia de diez la poseía, los demás se divertían en la agricultura, en la ganadería, en la pesca, en algo que día a día los alimentaba, ahí no hacía falta un gobierno para cuidarlos o para darles razones de vida, ellos vivían al día, al año, al segundo, ellos vivían la muerte sin saberlo, nunca les gusto hablar de la muerte, era un pueblo con muchos tabús, con la religión enfrente y los pecados por detrás, era gente buena, era gente bondadosa, pero también cómo otro cualquier humano se llenaban de rencores y pecados. La esencia de ellos era la humanidad y no la tecnología cómo a grandes urbes les sucedía.  

Siguió caminando, observando poco a poco cada vivienda, el viento levantaba el polvo y se ensuciaba con el sudor, era la dicha de entrar en aquel pueblo, era la bendición de cualquier Veracruzano, sentir el sudor sobre el cuerpo, el calor en la cabeza y la nostalgia de algo bello en el corazón.

Pasó de largo por la primaria dónde estudió, la veía con las láminas ya oxidadas y caídas, la estructura muy desgastada y los muros con pedazos incompletos, era la primaria de aquel pueblo en agonía, en desdicha por las almas que jamás partieron hacia un futuro mejor, y es que el futuro mejor para ellos era permanecer todo el tiempo en aquel lugar, en aquella choza que por ventanas tenían mosquiteros y por puerta unas sábanas, aquellas viviendas dónde se almacenaban recuerdos de generación de generación, costumbres de hace siglo y bondad entre las personas.

El sudor le corría por la frente y por las mejillas, sus maletas estaban pesadas de todos los recuerdos almacenados, las penas las arrastradas cómo piedras en los guaraches, solo le faltaban tres calles para llegar a su casa, pero ya el cansancio lo agrumaba, no le permitía dar el paso siguiente, de sentir el calor y la brisa en su cara, la sonrisa desaparecía. Ahora tenía un rostro diferente, se sentía el cambio de aires, el cambio de entorno, el cambio del tiempo, era la belleza del pueblo cercano a la playa, la belleza que transfiguraba el alma de todo aquel que partía de aquel lugar.

Seguía avanzando y en eso una lágrima se le derramó por la nostalgia, cuando trató de limpiársela ya no la encontró, sabía que ahí en ese placido lugar las lágrimas no existían, todo eran cuentos y mitos, el agua derramada por los ojos se evaporaba al toqué del rayo solar, así toda tristeza era olvidada por los rurales, toda pena no se recordaba.

Faltaban tan solo dos calles más para llegar al reposo después de su largo viaje, se daba cuenta que ahí sus raíces estaban esperándolo, se percató que en las grandes urbes, donde una vez trató de vivir, no eran lo suficiente real para él, las grandes ciudades viven bajo otro nivel económico, bajo otro nivel social, allá solo se preocupaban por la tecnología, por el salario mínimo, por las propuestas de gobernantes que no cumplen sus promesas, había marchas día a día por la inconformidad, el transporte público era un caos total, una osadía, un juego que se tenía que completar, y él, él simplemente no lo soportó, no podía seguir viviendo en un lugar dónde todo lo atormentaba, en un cielo que muchos de los Jarochos anhelaban, imagina llegar allá y ver los grandes edificios, ganar mucho dinero, comprarnos unas de esas teles nuevas que son planitas y no ocupan espacio, ver de cerca a los gobernantes y darles una mano, un saludo, imagina ver a tanta gente que no conocemos,  imagina la buena vida que les espera a los glorioso que nacieron allá y no a los pobre que nacimos aquí, eran palabras que se escuchaban noche a noche en la cantina del pueblo, cuándo los trabajadores contaban sus anécdotas de la semana y de su pasado, cuándo hablaban que el abuelo de uno era el amigo del otro, y que la prima se había casado con tal fulano, y entonces descubrían que todos eran familia y brindaban por ello. Eran brindis con cerveza cada noche que se podía, eran amigos de verdad, familia solamente, eran ellos en un pueblo donde no decías la vecina tal, sino simplemente decían, ve con aquella que se casó con tu primo, ve con tu tía, ve con aquella quién se quedó con tu sobrina, un pueblo dónde las relaciones sanguíneas son una gran telaraña.

A una calle Manuel ya podía ver su hogar, se veía tan lejano, inalcanzable, solo faltaban unos cuantos metros y su cuerpo se le hacía pesado, bajaba la mirada por pena, por vergüenza de haber alcanzado el cielo y de haber preferido el infierno en cuál se encontraba, él solo quería la tranquilidad de su alma, el no entendía como la gente quería irse a la ciudad con toda la contaminación, con todos los problemas de desesperación, él, solo quería llegar a su tierra llena de paz, llegar a su hogar, comer frijoles en olla, comer huevos en las mañanas que la gallinas daban, él, prefería le leche del establo, el queso hecho por su tía, los pepitos para el calor, él quería tocar de nuevo el mar, sentir la arena en su cuerpo, sentirse de nuevo jarocho, sentirse de sangre caliente, él prefería escuchar el canto de los animales nocturnos, el canto de la familia de al lado y de en frente, quería la vida en la tranquilidad ignorante, quería salir de noche sin temer a nada, quería ver a su viejos amigos ya casados y con mucho chilpayates. No había lugar mejor que solo el pueblo donde él había nacido, donde había crecido y donde posiblemente moriría y toda la gente asistiría al funeral, porque toda la gente de aquel pueblo acompañaba en el velorio, no luchaba una familia, sino más bien, el pueblo luchaba contra esa tristeza, pues en cada velorio había albures, risas, bromas y alcohol para compartir las memorias del muerto recién llegado, y así después continuar la vida con los muertos en la memoria.

Se imaginó la boda con su vecina, la cual había tenido una infancia muy bonita, la gente del pueblo siempre iba a cualquier fiesta, desde bautizos, comuniones, confirmaciones, bodas, tres años, y toda las fiestas que alguna vez se inventaron, se imaginó su vida a lado de la vecina bonita –al menos él al consideraba así,- con sus cabello ondulado y su cuerpo bien tornado, con unas tortillas hechas a mano todas las mañanas y un café de olla todas las noches, con muchos hijos para dejar una buena descendencia. Ya de nuevo sobre su rostro se había dibujado una sonrisa, el sudor ya estaba evaporado, el sol y el calor no lo sentía, sus maletas ya no pesaban y su tristeza se había transmutado a solo felicidad, y al pasar a la casa que estaba al lado de la suya, se percato que su vecina Gloria estaba igual de bella que cuando se despidió de ella hace ya algunos años, y también observó como ella ya era de otro, ya estaba casada o al menos juntada, con un embarazo en camino y un chilpayate quizás de unos 2 años, sus ilusiones se perdieron al igual que sus sueños al haber viajado a una ciudad que consideraban cielo, por haber dejado sus raíces, por haberse ido allá a lo lejos sin cumplir ni uno de sus sueños.

Al estar enfrente de su casa, recordó como la gente de ciudad decían solo Veracruz es bello, y era cierto, realmente ese estado es muy bello, pero la gente pensaba que era hermoso por su gente, por la naturaleza, por la sociedad, por todo lo que él hace tiempo se había imaginado. Pero esta tarde el descubrió que solo Veracruz es bello porque es un infierno, un infierno que se presenta en la vida y no en la muerte como mucha gente pensaba.

De nuevo, sintió el calor sobre su cuerpo, el sudor en la frente y las maletas pesadas.


-          Poeta Irracional. 

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