Perdidos.
Y la lluvia no dejaba de caer, eran bombas a la conciencia, energía del
universo…
Ambos hablaban mientras se mojaban, exquisita noche para perder en los
ojos de una deriva, una palabra, una raíz y otra más, poesía en el acantilado
de un abismo, alcohol derramado, cigarro fatigado de dulce melancolía, humo que
envuelve las penas, otro mundo, otro universo, universo paralelo y muerte transcendental.
Cuerpo de hidra, ángel y demonio, seguridad y arrepentimiento, Jekyll y
Hyde, perturbada es la luna, el invierno, la lluvia, éxtasis en la vida y
locura en la muerte, muerte en sus labios que me sentencia a la perdición
perfecta en el oráculo de su alma, resurrección en sus pechos danzantes de
dragones, pecado en sus astros, en sus luciérnagas, en el final del túnel donde
no hay luz, tinieblas me envuelven y se esfuman, y sanación en su puente, en
los extremos de su infierno.
Y el génesis ocurrió a la orilla de un cinismo, a la perplejidad de los
sueños, fantasías y realidad.
Y su voz disparo hacia el vació, hacia la plenitud de lo cotidiano.
“Si escribes como cualquier idiota enamorado, entonces ten por seguro
que será basura.”
Y nunca más se volvieron a ver con las mismas estrellas.
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