domingo, 10 de enero de 2016

Capítulo 10: Hadys y la esencia de la vida.

Solo come lo necesario, podrías reventar.


Después de descansar un poco me dispuse a buscar la puerta con el número V, estaba al extremo derecho y caminé hacia su dirección, caminé lentamente y cuando llegué noté que la puerta era muy particular, era tan diferente a todas las que había abierto.

Esta puerta no era de madera, más bien era completamente de chocolate y no tenía ningún dibujo o señas características, la manija no era de chocolate, más bien era de caramelo y aquella puerta no olía rico, tras ella me llego un olor de aceite quemado, de comida grasosa.

Tomé la manija y no sucedió nada, entonces traté de girarla pero cuando eso sucedió el caramelo se rompió y no pude abrir la puerta, aquel pedazo de caramelo se quedó pegado a mi mano, traté de agitar mi mano para desprenderla y me di cuenta que no cedía, entonces intenté de desprenderla con la corteza de la puerta y para mi sorpresa mi otra mano se quedó adherida al chocolate, entonces aquella puerta tan dulce tenía un efecto de absorción contra mi cuerpo pues conforme pasaba el tiempo yo me incrustaba más en la puerta. Al poco rato se formaban las palabras sobre la puerta a un lado de mi cara, y decían.

-La puerta de la gula.

Seguido después de la frase.

-        -Comer de más es un pecado, como de menos es una osadía, comer lo suficiente posiblemente sea lo correcto.

Aquella frase  hizo que me diera cuenta que no había comido nada desde que había iniciado la travesía, así que se me ocurrió una idea y comencé a comerme aquella puerta de chocolate, realmente no tenía hambre pero cuando probé el chocolate ya no podía librarme de él, así que termine comiéndome toda la puerta he incluso la manija pero aún no me sentía satisfecho.

Miré a mí alrededor y ya no me encontraba en el cuarto del silencio, realmente ahora estaba en un sitio muy diferente a los demás, estaba en el mundo de la gula donde todo era extrañamente muy raro, ya que me encontraba parado sobre una especie de nube pegajosa, me recordaba mucho al algodón de azúcar, así que caminé y caminé lentamente porque en ocasiones me pegaba con la nube y me resultaba muy difícil avanzar, seguí mirando a mi alrededor pero no había nada y a lo  lejos pude ver una pequeña construcción de la cual por la chimenea salía una especie de humo, traté de acercarme a ese lugar de la manera más rápida posible pero realmente iba muy lento ya que me costaba caminar por aquel algodón de azúcar.

Mientras más avanza, más cambiaba aquel mundo. Podía observar cómo había variedad de dulces en forma de animales, eran las mejores golosinas que un niño puede tener, delfines de chocolate, ranas de caramelo, aves de chicle, en fin, muchas golosinas que danzaban a mi alrededor, pero mi vista se perdió cuando de pronto descubrí una cascada de chocolate que formaba un caudal en aquel mundo, recordé la frase que siempre me hacía una ilusión.

-          - Quiero comerme el mundo.

Y esta vez aquella frase la podía cumplir, así que me lancé a comer y comer y comer, me quería comer el mundo totalmente. Paso demasiado tiempo hasta que me di cuenta que había desperdiciado ese tiempo preciado en comer sin tener hambre, en comer y no buscar la salida, así fue como me perdí,  pues esta vez la construcción que anteriormente había visto estaba a lo lejos, más lejos que el inicio. De nuevo emprendí mi viaje hacia aquella dirección, caminé y caminé de la forma más lenta posible y eso me hizo reflexionar, me hizo pensar muchas cosas como por ejemplo; no se necesita ir rápido para llegar a una meta. Pero de nuevo la tentación por comer se apodero de mí, entonces cerré los ojos y seguía caminando, no quería desviarme de nuevo puesto que necesitaba salir de aquel lugar, también pensé en que quizás aquellas puertas eran el purgatorio para llegar al cielo,  quizás ya estaba muerto y ni siquiera lo sabía o ni siquiera lo había contemplado como una respuesta directa a mi travesía. También podría ser un engaño de Satanás que se burlaba de mi desgracia, aunque también podría ser la vida después de la muerte, realmente no sabía porque todo aquello me estaba pasando a mí, pero todo tenía un porque o por lo menos de esa manera lo veía. Quizás estaba bajo los efectos de una droga pero nunca tuve vicio alguno sobre aquellas sustancias, debí de pensar bastante puesto que el tiempo no lo sentía, pensaba que al principio aquella travesía me había inspirado miedo, temor y quería salir de aquel mundo lo más pronto posible, pero ahora todo esto me inspiraba conocer más y saber la esencia que rodea la humanidad. Entre tanto pensamiento me perdí por descubrir mi universo y fue cuando me di cuenta de que simplemente ya estaba enfrente de la construcción que había visto a lo lejos. Me acerqué lo suficiente a la puerta y la toque en busca de que algo pasara, pero nada paso. Al ver que no pasaba nada, iba a tomar la manija pero cuando me acerque lo suficiente la puerta se abrió, y se presentó ante mí una mujer muy hermosa, pelo lacio color rubio, delgada y con buena figura, usaba lentes y el color de sus ojos eran verdes, vestía de una manera elegante y simplemente me vio y sonrío.

-          - ¡Bienvenido seas a Gulandia!

Aquella construcción era un restaurante y aquel nombre era tan directo que hacia homenaje a la puerta en la cual me encontraba, hizo una reverencia y me cedió el paso, aquella mujer era tan elegante. Le dije.

 ¡Gracias!

Mientras pasaba a su lado para entrar en aquel restaurante, después me detuve y la cuestioné.

-          - ¿Cómo salgo de aquí?

 A lo que ella respondió.

-          - Por la puerta.

Sonrió y yo simplemente le contesté.

-        -   ¡No es cierto! De ahí vengo.

Entonces caminé porque sabía que no iba a obtener respuesta alguna, sabía que no podía seguir perdiéndome con cuestiones que no me llevarían a ningún lugar, así que caminé y estuve observando como aquel lugar se inundaba de mesas y de gente comiendo, pensaba sentarme en la silla cercana pero de pronto la chica se acercó y me dijo.

-         -  ¡Lo estábamos esperando señor Hadys! Sígame.

Camino frente a mí y yo simplemente la seguí mientras nos acercábamos a una zona reservada del restaurante, al llegar al sitio en el centro de la mesa se encontraba una pequeña nota de papel que decía.

-          - Disfruta de la gloria que la comida te ha dado. 
Tomé asiento y mi cabeza se llenó de muchas incógnitas, de muchas dudas, puesto que no sabía nada, pero absolutamente nada de aquel mundo. Miré de nuevo a la chica que me acompaño a la mesa pero esta ya se encontraba lejos de mí, caminaba de nuevo hacia la puerta. Pero aquella observación fue interrumpida por la mesera, debido a que había llegado ante mí una chica igual que la de la entrada, solo que esta tenía el uniforme de mesera.
-
-          - ¡Buen día! Bienvenido a Gulandia. ¿Qué se le ofrece?

Empezó la conversación con aquellas palabras, me miró con una sonrisa coqueta y entonces le contesté.

-         -  No lo sé, ni tengo carta alguna para ordenar algo de mi antojo.

Miré por toda la mesa en busca de algo que me indicara donde estaba la lista de alimentos por consumir. Pero ella contestó de manera inmediata.

-          - Está bien, enseguida le traigo lo que ordenó.

Se fue tan rápido que no pude responder a sus últimas palabras, mientras tanto me dije entre susurros.

-           - Qué lugar más extraño.

Me perdí en el pensamiento puesto que no había ordenado nada, me inquietaba la cortesía de aquel sitio, yo solo quería saber cómo encontrar la salida de ese mundo y disponer de mi tiempo para pasar por las demás puertas pero en cambio solo me llenaban de dudas. Mi pensamiento fue interrumpido cuando la mesera llego pero esta vez con una charola con demasiadas cosas. Primero puso los cubiertos a un costado mío, después agrego una capa en la cual vertió un líquido rojo, me imagine que era agua de fresa, sandia o de algún fruto rojo, no sabía cómo hablarle puesto que todo lo que veía era tan tentador,  poco después puso sobre la mesa la entrada, la entrada constaba de un platillo de crema color blanco, pensé por un momento que era de cebolla así que tome la cuchara pero cuando la probé descubrí que no era de cebolla pero que sabía muy rica, así que seguí bebiendo aquella crema tan rica y deliciosa hasta la última gota. Después bebí un poco del líquido de aquella copa y tampoco supe identificar que era, pero era refrescante, deliciosa pero sobre todo adictiva, mis sensores gustativos nunca habían experimentado tanto placer en comidas.

Me sirvió el segundo plato que constaba de una especie de espagueti bañado en salsa de cacahuate, o por lo menos eso pensaba, pero sucedió lo mismo, cuando la probé no sabía a lo que pensaba, sabía más rico, más delicioso, más adictivo y así fui comiendo aunque realmente ni hambre tenía, pero era buena comida y no pensaba desperdiciarla por el cual me terminé el segundo plato y de nuevo sorbí un poco de aquella copa.

Me retiró los platos y entonces puso otro plato más, esta vez aquel platillo contenía una pechuga rellena empanizada, se veía tan deliciosa pues aquella comida era mi favorita, tanta agua se me hizo en la boca que pretendía comérmela al instante, pero me dio de nuevo sed y entonces cuando trate de tomar me di cuenta que ya no había agua, en cambio la mesera me había cambiado aquella copa de agua por un líquido rojo más denso, por un momento pensé que era vino pero esta vez no me deje llevar por mi pensamiento erróneo.

Sorbí un poco de aquel líquido denso y tampoco pude identificar que bebía, pero sabía mejor que la bebida anteriormente probada, tomé mis cubiertos y comencé a comerme aquella pechuga rellena, realmente nada sabía cómo esperaba pero de alguna extraña manera sabía mejor, tenía un toque mágico. Cuando me di cuenta también me había acabado completamente la pechuga, no sabía cómo le había hecho pues hambre no tenía. Entonces la mesera retiró el plato que había terminado.

La mesera esta vez me puso el postre, realmente ya ni veía a la mesera solo esperaba la comida, y más comida, y más comida. Hasta las cuestiones que tenía se habían esfumado de mí gracias a la exótica comida que me estaban sirviendo, está vez me trajeron una especie de helado pero tampoco podía identificar de que era, así que tome la cuchara para el postre y me dispuse a probar un poco, pero de ese poco que probé me hice adicto y comí y comí y comí, entonces el tiempo se me olvido, las cuestiones se fueron, y todo lo que una vez me había preocupado se esfumó con el afán de comer, tanta comida causo en mí una especie de alucinación, entonces me perdí en aquel pensamiento vago, cautivo de mi interior, terror de mi agonía.

Recordé como una tarde en la capilla del pueblo fui a la cocina, realmente aquel día no tenía hambre pero no sabía cómo llenar el vacío en mi interior, lo primero que encontré fueron dulces que el padre Orlando recolectaba para llevar a los niños que eran huérfanos, o simplemente aquellos que estaban enfermo en nuestra comunidad, no  sabía si eso llenaría mi vacío pero me los comí completamente sin pensarlo dos veces. De pronto el padre Orlando entró y me descubrió en la escena del crimen, no se enfadó ni  se enojó, pero en su rostro pude notar la cara de decepción. Por lo cual me dijo.

-         *  ¡Hadys! Realmente pareces un cerdito pero ni ellos cometen la gula.

Lo miré con mi cara de despreció pues él no podía entender el dolor que estaba pasando en mi niñez, aparte de eso ya estaba fastidiado que siempre me hablará de la religión que ni siquiera me interesaba.  De nuevo hablo.

-          - ¡Hadys!

Su grito retumbo en aquella área de la cocina y entonces me estremecí, caminé en dirección a él y entonces dije.

-         - ¡Lo siento!

Lo sentía de verdad, no había pensado en los demás y eso me hacía egoísta cosa que nunca me agrado en las demás personas.

-          - No te preocupes.

Fueron aquellas palabras con las cual termino la discusión, tomó mi cabello  y me lo sacudió. Esa tarde hablamos y entonces confesé todo lo que sentía, todo mi dolor y mi depresión a lo que él me dijo.

-         -  Hadys, la comida  no llenará la pérdida de un familiar, ni siquiera una buena comida. Esto que acabas de hacer es egoísta de tu parte y por si fuera poco estabas cometiendo Gula, y eso es un pecado capital que se identifica por el hecho de comer sin sentir hambre…

Cuando terminó de llamar mi atención, entonces la culpa se apodero de mí, me sentía mal por haber sido egoísta con las demás personas y solo haberme preocupado por mí.

Desperté de mi recuerdo y me di cuenta de que el restaurante no era tan bonito como al principio parecía, todo el lugar estaba completamente sucio y la mesa que pensaba que era de cedro, era más bien de madera humedad llena de hongos, los platos no eran brilloso como la plata, más bien eran opacos, oscuros, realmente asquerosos. Volteé y vi que la mesera bonita también había cambiado, no era tan sexy como la veía antes, esta vez todo su cuerpo sufrió una metamorfosis puesto que desbordaba grasa por todos sus poros y la cabeza no era de persona, más bien tenía la cabeza de puerco y se le asomaban los colmillos provenientes de su boca, del susto, del impacto, me tropecé y caí en el suelo, aquel golpe fue admirablemente doloroso pero completamente ignorado por el miedo que tenía en aquel instante. 

Me levanté de manera inmediata y comprobé que las demás mesas también habían cambiado metamórficamente ya que todos tenían cabeza de animales y comían como bestias, aquel lugar no era un restaurante más bien era un sitio de animales. Miré hacia la mesa, mire hacía la comida que me habían traído y descubrí las porquerías con las cuales me había alimentado, la crema era de hueso puesto que los huesos se encontraban depositados en el fondo del plato, el espagueti eran gusanos de tierra y se movían considerablemente, la pechuga rellena era carne putrefacta y estaba rellena completamente de tripas sucias. La bebida al principio fue solo sangre diluida pero la segunda era sangre completamente concentrada, cuando me percate de lo que había comido me dieron náuseas y unas enormes ganas de vomitar. Tomé un poco de aire pero después no pude contenerme las ganas y terminé vomitando, todos en aquel sitio se empezaron a reír de mi desgracia y por si fuera poco también escuchaba burlas sobre mi persona, sin pensarlo más tiempo salí corriendo hacia la puerta de la cocina y entonces descubría algo aterrador y al mismo tiempo más asqueroso de lo que había tragado.

Abrí la puerta y ahí estaba un cerdo completamente de pie como si fuese un humano, una vaca y un gallo con las mismas proporciones, en el centro de aquellos entes estaba una mesa con sangre derrama por doquier, los animales tenían cuchillos y utensilios de cocina, estaban matando, preparando y cocinando el alimento, pero me sorprendí al ver que la comida no era un animal, la comida era yo. Me vi, estaba con las tripas por fuera y mi carne estaba podrida, era yo en la mesa y era yo que observaba, sin dudarlo dos veces salí de la cocina y de nuevo vomité, volví todo lo que había consumido, estaba en un lugar asqueroso, horroroso pero sobre todo muy enfermo, no me sentía bien en aquel sitió así que corrí hacia la puerta por la cual había entrado, corrí tan rápido que cuando abrí la puerta y la cruce, observe que no regresaba al sitio de las nubes de algodón, más bien regresaba al cuarto del silencio, agitado, mareado, con miedo y temor por la puerta a la cual me había metido, y había ignorado completamente lo que la primera chica me había dicho.

-          - Por la puerta.

Había perdido el juicio y por ello ya no podía confiar en la gente.

Aquel cuarto lleno de silencio me hacía meditar sobre las cosas, sobre las circunstancias y sobre los actos cometidos, entendía que la comida no puede llenar el vacío que deja un sentir, un amor, los problemas, comprendí que uno puede comer y comer sin cesar a su propia alma, entendía que la sociedad puede tener personas hermosas por fuera pero que también pueden ocultar bestias en su interior, entendí que no éramos animales racionales, más bien éramos animales, simplemente animales sin poder de pensamiento. Aquel cuarto me enseñó lo terrible que puede ser la gula y lo terrible que puede ser el humano.


En este cuarto del silencio había aprendido a meditar y a purificar gran parte de mi ser.




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