¿Por qué el viento no cae por la acción de la gravedad?
Amanecí con
dudas discrepantes…
Todo lo que
sube cae, yo caí a tus brazos y tú caíste por acción de una fuerza llamada
palabra.
Y a dónde
iba si siempre caía, la vida me recordaba mi ajuste contigo, estabas en todas
partes, en el café por la mañana, en el insomnio por la noche, en cada pregunta
sin respuesta, en cada respuesta compleja, en la sencillez de la vida, en lo
irónico de mi muerte.
¿Crees?
Daba un paso
y caía en un barranco sin salida, sujetaba mi mano al filo y tú lentamente
quitabas dedo a dedo la esperanza corrompida. Ahora me encuentro indestructible
al acto, inmortal a la vida, pues sabes: Hierba mala nunca muere. Y soy eterno
como aquellas palabras de Bécquer, como aquella novela de Mar, y te das cuenta,
ya ni en mi poesía soy libre, ya ni en mi universo te puedo matar, solo me
queda vivir con el recuerdo, con este buen sabor de boca, con este olor a
presente, con esa agonía al tacto prohibido, a la vista perdida sobre tu
sombra, al sonido de una reconciliación.
Se empeñan
mis lentes por el café, por las noches de insomnio de películas, por la
felicidad que algún día sembramos…
Y es cierto,
la hierba mala nunca muere, al menos, no
hasta qué se enamora.
Entonces desperté…
¿Por qué el
viento no cae por la acción de la gravedad?
Y es
sencillo, como esto que sucede, porque a pesar de tener la fuerza de atracción
para caer, no lo hacemos, pues la fuerza contraria a la caída se le denomina
sentimiento, y este sentimiento es el que emerge día a día… Quizás ahora estés
con él, y yo siempre estaré aquí, inerte en el espacio relativo de tus
recuerdos…
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