sábado, 12 de marzo de 2016

Capítulo 15: Hadys y la esencia de la vida.

La musa: el inicio de un nuevo mundo.



Caminé en dirección de la décima puerta, fui lentamente, no tenía prisa y temía que fuera otra puerta tan poco atractiva como por la cual acababa de pasar.

Llegué a la puerta y la contemplé.

Era una puerta muy compleja, sus decorados eran sencillos pero mostraban algo más, eran decorados que si mirabas el centro de la puerta hacía que se distorsionara la vista creando así una pintura sobre el cuarto del silencio con sus catorce puertas. La puerta de alguna manera extraña me atraía, esos decorados sencillos que presentaba y al mismo tiempo  abstractos me hacían perderme, me hacían inspirarme, era como ver una obra de arte plasmada sobre aquella superficie, no había experimentado una emoción como está en las demás puertas, era algo nuevo, fascinante y sobre todo reconfortante. 

Mientras contemplaba el arte me hizo recordar de nuevo a Joaquín, yo siempre fui un amante del cubismo pero él en todo esplendor prefería el surrealismo, siempre opinábamos sobre cada arte pero nunca discutimos ya que cada obra fue creada en un tiempo diferente, una ideología diferente, por personas diferentes y nuestro papel era admirar más no criticar.

Sonreí un poco y me di cuenta que me encontraba en un mundo completamente surrealista donde Joaquín posiblemente podría ser feliz, era cómico ver como todo lo que me pasaba de alguna manera ya lo había vivido pero nunca lo había contemplado como tal. El principio del arte después de todo era sentir más no entender.

Tomé la manija de la puerta y espere a que algo mágico pasara pero en esta ocasión nada sucedió, la circunstancia en la cual me encontraba se volvía más enigmática. Pero en breve,  el cuarto del silencio que estaba tallado sobre la puerta se deformo y comenzó a tomar una nueva forma. Apareció el nombre de la puerta debajo del número X.

-        -   La puerta del arte.

Seguido de la instrucción.

-          - El arte es un sentimiento plasmado.

Me dio mucha alegría saber que no era un pecado, en vez de tener miedo tenía una emoción inigualable. Me di cuenta que la puerta no se abría, miré hacia atrás y seguía en el cuarto del silencio, realmente era una puerta y un obstáculo muy complejo. Observé de nuevo el tallado de la puerta y ahí estaba la puerta del arte, una puerta igual que a la que tenía frente a mí. Tomé la manija que se encontraba tallada dentro de aquella puerta y entonces me trasladé a otro mundo, un mundo diferente en el cual pensé que encontraría todas las obras de arte pero grande fue mi decepción ya que no había nada en aquel mundo, más que un mundo, era un cuarto de seis paredes contando el techo y el piso, todas las paredes completamente blancas como los cuartos de los manicomios.  No había ventanas y mucho menos puerta, la iluminación de aquel cuarto provenía de otro lugar debido a que tampoco había fuego, lámparas o algún aparato que pudiera alumbrar y realizar que mi vista obtuviera las imágenes necesarias. Me encontraba en un cuarto solo sin saber qué hacer. Por un momento debido al confinamiento del cuarto pensé que me quedaría sin oxígeno, entro el pánico sobre mi cuerpo pero al mismo  tiempo se esfumo porque nada podría ser peor que las puertas de los pecados o por lo menos eso pensaba.

Comencé a caminar sobre aquel cuarto, iba de un extremo a otro extremo, brincaba, gritaba, hablaba, tocaba las paredes, hacía de todo un poco para causar algún efecto en aquel mundo pero nada pasaba, realmente no había nada, no se podía hacer nada y en aquel lugar la magia no se presentaba como en los otros mundos. El tiempo paso y entonces caminé hacia una pared, me detuve enfrente de ella y cerré los ojos para recordar lo que había visto en la puerta sobre todo en la frase que siempre me daba pistas para poder salir de aquel lugar, pero igual que el arte este cuarto era complejo y descifrar un enigma costaba más de lo que la gente pensaba, realmente aún ni iniciaba mi travesía en ese cuarto y creo que fue en el que más tardé puesto que el arte se debe tomar con demasiada calma. Una cuestión surgió en mi cabeza.

-          - ¿Aparte de los manicomios, qué otros cuartos son iguales?

Entonces pensé, pensé y de nuevo pensé pero no encontraba respuesta alguna a la incógnita que me había propuesto… Ahí estaba la respuesta, realmente no había respuesta para mi incógnita, no había respuesta para el arte, no había respuesta para el cuarto, entonces seguí pensando buscando más pistas, pensando en cómo partir de la nada para poder salir de aquel elocuente cuarto y de pronto un recuerdo me vino a la cabeza, un recuerdo de un borracho que me había dicho una frase en algún bar del centro.

-          - No pienses, eso es malo. El arte no se debe pensar, el arte se siente, se vive, se nace.

Entonces había entendido que no podía hacer nada realmente, el cuarto blanco no era la incógnita, la incógnita era que iba a nacer de aquel lugar, la paz, la nada es el inicio de todo descubrimiento, el cuarto era la nada, y de la nada nace el arte.

Los escritores cuando escriben no piensan en nada, todo lo que escriben son palabras que salen de su cuerpo, de sus entrañas, de su interior, no hay más, no hay menos.

La representación de este cuarto no me daba la fuerza necesaria para salir hacia la otra puerta, cerré los ojos de nuevo y entonces dejé mi mente en blanco pero aun así la inspiración ni la musa llegaban a mí. Al notar que no pasaba nada, abrí los ojos y entonces algo había pasado, cambio la base del cuarto, en el piso ya no había color blanco, más bien estaba pintado un mural en el cual representaba el pueblo donde venía, ahí estaban las personas que alguna vez conocí, la iglesia, el pueblo, las montañas a lo lejos, el parque donde conocí al primer amor de mi vida, todo formaba parte de un mural artístico, todo lo podía ver desde otro ángulo, todo lo podía ver artísticamente. Pero todo eso venía de una persona plasmada, era yo cuando estaba chico, era yo en la sala pintando mis manos sobre el piso, sobre el cuaderno, sobre lo que sea, era un pintor desde nacimiento y hasta la fecha el arte de la pintura me atraía.

Esa fue la primera obra de arte que realicé y aunque no tuviese sentido alguno lo había creado desde el fondo de mi corazón, ese era el principio del arte.

Me alegré al darme cuenta que ya había avanzado por lo menos en aquel cuarto, comencé a caminar hacia otra pared y entonces un mural más aparecía, esta vez era la ciudad de México plasmada, desde un ángulo donde podía observar los edificios del centro, la torre latino, el palacio de bellas artes,  la alameda, desde una perspectiva área pero también se podía ver mi cuarto, podía ver a Hadys incendiando su libreta de poesía cuando acababa de cumplir sus veintitrés años, veía como le decía adiós a sus sueños que se iban volando con las cenizas. 

Había olvidado realmente que era yo, realmente mi pasado ya no me afectaba, había olvidado que había crecido con el arte, que la escritura es la agonía del alma, me había perdido en mis propios vicios y no había respetado el arte de vivir. Seguí caminando y entonces otra pared más se hizo mural, esta vez fue la superior es decir el techo comenzaba a presentar la siguiente obra de arte.

Los murales anteriores me habían mostrado el inicio de mi arte, y el final de mi arte al quemarlo, entonces este nuevo mural no representaba paisaje alguno, era más abstracto, más complejo, podía ver el cielo pero también se observaba el infierno, se veía fauna y flora, pero también había desierto, tenía los cuatro elementos naturales en la dirección de la rosa de los vientos,  realmente no sabía que mostraba este cuadro, era muy complicado de analizar, no podía sentir su esencia, no podía ver más allá de mis ojos.  Me dispuse a ver el mural desde otro ángulo y esta vez lo que pude ver fue algo terrorífico, veía mi muerte, me encontraba sobre un escritorio totalmente inmóvil, mi cabeza sobre la mesa, mi mano con una copa rota de vino y la otra mano sostenía una pluma, la tinta se había derramado por algunas hojas, los libros totalmente desechos, rotos, todo el lugar estaba tirado completamente, la sangre se mezclaba con la tinta, era la muerte de Hadys, era mi muerte y no sabía cómo debía reaccionar ante esa imagen espectral que tenía. No sabía realmente si era mi futuro pero si así era entonces debía cambiarlo, el miedo invadió mi cuerpo, me invadió de una manera contagiosa, como una enfermedad que fermenta mi alma. Me fui unos pasos hacia atrás por el impacto de la impresión, el sudor escurría por todo mi cuerpo y entonces cerré los ojos para tranquilizarme, para pensar en otras cosas, para escapar de ese mundo e irme al mundo de mi imaginación.

Esto era muy diferente al pensamiento que tenía, realmente no le tenía miedo a la muerte como mucha gente, pero si le tenía miedo a la manera en que moriría, era muy perturbador todo aquello que vi, entonces supuse que no hay persona en este mundo que puedan ver su muerte de manera tranquila aunque fuese una simple obra de arte.

Entonces pensé que la muerte también es una obra de arte creada desde la nada para desaparecer todo, abrí los ojos después de tranquilizarme.

Estaba rodeado de tres murales, en el piso, en mi costado izquierdo y en el techo, cada uno representaba el inicio, la huida y la muerte del arte, cada uno representaba, el pasado, el presente y el futuro, cada uno representaba cosas importantes en mi vida. Las únicas que seguían blancas eran las faltantes, comencé a caminar hacia enfrente para ver si algo aparecía pero no fue así hasta que toque la pared, una vez tocándola algo se dibujó sobre la pared con tinta que decía.

-          - ¿Cuál es tu meta? Habla con el sentimiento y no en la mente.

Me puse a pensar en aquella cuestión ya que nunca antes había hecho planes de mi vida, nunca antes me había sentido tan lleno como hasta ahora, antes me sentía vacío y por ende no tenía meta alguna. Quizás mi meta era superarme en la vida pero eso estaba en mi mente y realmente no servía porque no lo sentía.

Me coloque enfrente de la pared, deje toda mi mente en blanco y trate de tranquilizarme para así poder lograr alcanzar la inspiración necesaria para proyectar la meta que debía de sentir desde el alma.

Comencé a mover las manos como si estuviera pintando algo, aún tenía los ojos cerrados pero mi cuerpo se movía solo, era un títere en aquel momento, realmente la inspiración surgía desde mi alma, de mis poros salía la fragancia, de mi corazón salía el arte, todo era una mezcla en la nada para lograr todo, me sentía vivo pero al mismo tiempo me sentía muerto, estaba resucitando poco a poco, entonces acabe de mover mis brazos y lo primero que hice fue abrir los ojos.  En aquella pared había un mural nuevo, realmente no entendía como había hecho eso si no tenía pintura y ningún instrumento, mucho menos experiencia, realmente no sabía que pensar de aquello, solo sentía que aquel era mi sentimiento transmitido en ese preciso momento.

El cuadro era una mezcla de colores, de rostros tristes, de acuarelas por todo el lugar, era una imagen surrealista de la cual desde otro punto de vista, podía verme ahí en bellas artes pintando la ciudad, podía verme en la alameda escribir libros mientras veía a la gente pasar, veía en Coyoacan recitar poemas a los enamorados, todo aquello representaba mi sueño, todo aquello realmente era mi meta, el amor al arte.

Realmente mi meta era realizar arte, transmitir mi sentimiento a todas aquellas personas que estaban a mi alrededor, tenía que conquistar al mundo con el alma y no con la mente, esa era mi meta, mi sueño, mi ilusión, entonces al terminar de contemplar ese cuadro me había dado cuenta que me había conocido un poco más. Después de todo, el arte era parte de mi vida.

Caminé hacia la pared que se encontraba a mi derecha, llegué y suspiré para saber que tenía que hacer en esta ocasión, tome el valor suficiente y toque la pared blanca. Al igual que el mecanismo anterior esta derramó tinta y formulo una pregunta.

-          - ¿Cuál es tu inspiración?

Entonces comencé a pensar que toda obra de arte nace de la inspiración, de la musa, de algo cotidiano que penetra el alma del artista para colocar sus misterios sobre un objeto, pero realmente… ¿A mí que me inspiraba? ¿Por qué podía hacer arte?, hace un momento había hecho un mural desde la nada, pero ahora no entendía de donde surgía ese misterio, y por más pensaba no lograba obtener algo concreto así que simplemente inicié a descubrir más de mí.

Cerré los ojos y esta vez descubrí que tenía que estar totalmente tranquilo, realmente la tranquilidad es la esencia de muchas cosas, para crear arte, para tomar decisiones, para controlar emociones, realmente el estar tranquilo representa un punto inerte entre el entorno y el mismo ser, entendía que todo surge de la tranquilidad porque la tranquilidad es una corriente que te lleva hacia tu propio camino.

Volvió a pasar el mismo efecto, mis manos se meneaban como si fuese un títere, pero esta ocasión fue diferente a las demás, esta vez escuché susurros a mi oído, una especie de ventisca, algo que me guiaba y me decía.

-         -  Te quiero hijo.

Poco después.

-         -  La verdad está en ti.

Y por último.

-          - Karina.

Aquellas voces entraban al cuarto de una manera extraña ya que no había ventanas, pero aquellas palabras eran la inspiración que radicaba en mi interior, era un loco como aquellos artistas que escuchan voces cuando hacen las obras de arte. Seguía escuchando voces y seguía naciendo el arte, era una manera diferente de ser, era un loco insensato sin camisa de fuerza, quizás los esquizofrénicos son los mejores artistas del mundo que aún no valoramos.

Me perdí tanto en la inspiración que no me di cuenta que había terminado de moverme, que había terminado de pintar grandes cosas, entonces podía sentir que estaba acostado sobre el piso y no sabía si abrir los ojos, tenía una incertidumbre de ver lo que me inspiraba, pero al mismo tiempo sentía el miedo de descubrir algo más pues me había quedado claro que ni yo mismo me conocía como tal.
Posiblemente no todo el mundo se conozca o posiblemente se mienten pensando que se conocen y cuando descubren realmente quienes son, se matan. Abrí mis ojos con miedo a suicidarme y ahí estaba pintado aquel mural dividido en tres partes, en tres palabras que me habían susurrado.

Mi primera inspiración era mi familia, lo que había en aquella parte del mural era mi padre, mi madre, y el tren en cual nos accidentamos, de ahí partió mi primera obras de arte hasta que un punto sufrí la metamorfosis de la segunda parte del mural, esa parte tenía pintada las catorce puertas en el cuarto del silencio, tenía también como había llegado a descubrir aquel inquietante mundo, no sabía cómo sentirme al respecto, realmente esa era mi inspiración del presente y comprendí que toda esta irracionalidad iba a crear grandes problemas mentales, pero también sabía que esto iba  creer una metamorfosis en mí para el futuro. En la tercera parte aparecía Karina con la vista perdida al cielo, estaba sobre la lameda y yo la contemplaba, era hermosa, era un ángel que me había abierto las puertas del amor, por la cual había logrado salir de la mayoría de mis obstáculos y por la cual empecé a creer en el sentimiento, ella era mi inspiración, mi mundo, pero sobre todo era mi arte. Por ella inicié este viaje.

Ahora solo faltaba una pared más, la última, hace poco tiempo todo aquel cuarto era blanco, era virgen para los artistas, pero ahora parecía estar en un mundo irracional, estaba rodeado de arte y todo eso llenaba de alegría mi alma, realmente había hecho un gran trabajo en aquel mundo y no me arrepentía absolutamente de nada, todo era fantástico, todo era emocionante, todo era tan real que no quería salir de ahí.

Comencé a caminar hacia la última pared, estaba seguro que me formularía una pregunta compleja, después de todo es la única pared virgen que quedaba en ese mundo. Miré de nuevo aquel cuarto, mi pasado, mi presente, mi futuro, mi inspiración, mi nada, era tan elocuente conocerme más.

Tomé el valor necesario y toqué la última pared, se regaba tinta al igual que las demás para formular la siguiente pregunta que decía:

-          - Inspira la salida.

Entonces esta vez no era una pregunta, más bien era una orden. Volví a cerrar los ojos y dejé que de la nada llegara la inspiración, después pensé en mi presente y recordé como era la puerta del arte antes de abrirla y fue entonces como comencé a moverme como un títere que lo manipulaba un loco. Recordé el tiempo que llevaba en aquel cuarto, pero no sabía si era mucho o poco, debido a que no veía el sol o la luna, debido a que en cada puerta el tiempo sigue siendo relativo como en mi mundo. Me perdí por un momento en mi pensamiento y después me di cuenta que ya me había dejado de mover, eso solo significaba que ya había terminado el último mural y que por ello podía salir de aquella parcialidad del mundo que exploraba.

Abrí los ojos lentamente y ahí se encontraba la puerta del arte, di media vuelta y di el último vistazo a la obra de arte que había creado y confirmaba mi amor por los artistas, confirmaba mi amor por el sentimiento, confirmaba mi amor hacia lo que soy, voltee a la puerta del arte y entonces tomé la manija y la abrí.


Todo el arte que había hecho lo había dejado allá atrás, sin embargo, todo aquel arte me pertenecía, era mío y simple lo tendría plasmado en mi espíritu, había comprendido que solamente el artista puede comprender lo que sintió en cada momento de su arte, pase la puerta y de nuevo me encontraba en el cuarto del silencio. 


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