A
veces duermo, a veces sueño.
Esta vez me dirigí hacia la puerta que se
encontraba en el extremo del cuarto del silencio, en la parte superior tenía el
número VI que indicaba la sexta puerta que estaba por abrir, la puerta a simple
vista parecía normal, no tenía absolutamente nada raro, solo contaba con una
especie de símbolos que estaban en el marco de la puerta, había lunas, camas, y
muchas zetas. Sin pensarlo dos veces tomé la manija de la puerta y entonces me
percate de varias cosas, en primera la simbología se empezaba a mover
lentamente para formar las siguientes palabras.
- - La
puerta de la pereza.
Seguido de…
- - Hay
que dormir para soñar, hay que dormir para descansar, más no hay que dormir
siempre.
Lo leí con mucho cuidado y de nuevo se
presentaba ante mí un pecado capital, lo segundo que me sorprendió fue que la
puerta era demasiado suave como un colchón, tan cómodo que lo único que hice
fue recargarme sobre la superficie pero al realizar ese acto la puerta
desprendió una especie de humo, una sustancia morada que de buenas a primeras inundo el
cuarto del silencio, no me quedó de otra más que inhalar aquella sustancia que
sin duda alguna olía a esencia natural como de uva, al instante que lo aspiraba
mi cuerpo, caí completamente dormido.
Después de un tiempo desperté, me tallé los
ojos de cansancio y entonces descubrí que me encontraba recargado en la puerta,
mi visión no era eficiente pues veía todo borroso y en ocasiones tenía una
especie de mareos, estaba demasiado cansado, mi cuerpo lo sentía muy agotado,
así que me levanté y tomé la manija de la puerta y entonces descubrí que no
tenía la fuerza necesaria para abrirla, bostecé y entonces mi vista llego a ser
un poco más natural y descubrí que ya no me encontraba en el cuarto del
silencio, esta vez me encontraba en el mundo de la pereza.
Aquel mundo era tan magnifica, casi se
parecía al mundo del amor, solo que este era de alguna manera extraña menos
hermoso. Podría observar a lo lejos montañas, bosques pero sobre todo lo que
más llamaba mi atención era una muralla demasiado alta, también podía observar
que había animales silvestres en libertad, el sol no aparecía pero tampoco
estaba nublado, solo había nubes color blancas alrededor del cielo. Comencé a
caminar en dirección del mural pero mi cuerpo estaba muy pesado, sentía como si
tuviese piedras por toda mi sangre y que me costaba dar un paso, uno tras otro.
Comprendí poco después que aquel cansancio me manipulaba a mí así como también manipulaba el tiempo pues sentía que
el tiempo en aquel lugar iba bastante rápido. Llegué a la muralla pero no
encontré nada, no había puerta, no había ventana, no había absolutamente nada,
entonces como no había persona o ente con la cual entablar una conversación, decidí
rodear aquella construcción, caminé alrededor
de ella. Pero había un factor muy curioso de aquel sitio, a veces podía avanzar
rápido o a paso normal pero el tiempo pasaba más rápido o a veces el cansancio
se apoderaba de mí y el tiempo pasaba más lento. Los días pasaban mientras yo
caminaba alrededor de aquella muralla hasta que encontré una puerta que me
permitió el paso ya que estaba abierta, en el tiempo que rodee la muralla solo
pude ver la naturaleza a mi alrededor y nada más, pero en esta ocasión cuando
entre a la muralla pude observar construcciones de piedra por doquier, pero
ningún ente y ningún humano que me ayudará, pasaba por las construcciones
caídas y no había habitante alguno pero más allá se alzaba otra muralla más,
caminé en dirección a ella y de nuevo tarde días en llegar, de nuevo tuve que
rodear aquella muralla para encontrar una puerta y de nuevo pasaban los días,
entre por aquella puerta y de nuevo dentro de aquella muralla habitaba otra
muralla más, entonces aquel transcurso del camino que me tomaba mucho tiempo se
convirtió en un ciclo sin fin.
El cansancio se iba acumulando en aquel ciclo
hasta que un día pude dar con una puerta igual que las demás, a lo lejos de nuevo se veía una muralla pero a lo cerca se
podía observar un bosque, decidí caminar hacia el bosque y adentrarme a lo más
profundo, los días transcurrían y el cansancio me agobiaba, en ocasiones sentía
que ya no podía con mi cuerpo ni con alma, mi alma se iba de mi cuerpo y este
mundo era demasiado cansado para poder superarlo.
Seguí caminando hasta que llegué a un lugar
muy curioso dentro del bosque, supongo que estaba en el centro pero la verdad
no lo sabía, solo me había dado cuenta que el tiempo era fundamentalmente
relativo como un gran científico lo dijo. En aquel sitió había una división muy
extrema, todo mi frente estaba dividido en cuatro partes, la primera mostraba
el resplandor del sol, las flores abriendo sus botones y los animales
silvestres andando por todo el lugar, en el segunda división se puede ver el
sol más incandescente pero solo eso, sin animales ni flores, solo sol intenso,
en la tercera división se observa y se escuchaba como el viento arrasaba con
las hojas de los árboles, aunque también se escuchaba el golpe del aire en la
superficie de la corteza, el viento era totalmente fresco en aquel extremo, en
el cuarta división se podía ver la blancura de la nieve que caiga en ese
extremo, se podía ver como los árboles terminaban cubiertos por esa ligera capa
blanca que aportaba frio. Aquellas divisiones representaban el cambio de la
naturaleza a través del tiempo, entonces comprendí en un instante que las
estaciones eran maravillas y que muy pocas personas podían notar.
Caminé en dirección de las cuatro estaciones
y cuando pase por primavera pude oler la fragancia de las rosas, sentir el rose
de algunos animales, en verano pude sentir sobre la piel el calor proporcionado
por la radiación del sol pero al mismo tiempo me sentía vivo y pleno, el viento
de otoño me despeino y refresco mi cuerpo, pero cuando entre a invierno pude
sentir la fría nieve sobre mí, empecé a jugar con la nieve y a realizar ángeles
sobre la superficie blanca.
Entonces me di cuenta que estaba disfrutando
como nunca antes las estaciones del año, del mundo del cual venía no disfrutaba
tanto de las estaciones porque no eran tan representativas como en este bosque,
pero sobre todo admiré como el tiempo es capaz de cambiar la naturaleza y como
la naturaleza es tan eficiente y tan amable con el humano. También pude
analizar que la sociedad no disfruta de la naturaleza y que siempre está
contando el tiempo, siempre se les hace
tarde, siempre se les hace temprano, pero nunca los veo disfrutar de la
naturaleza, la pereza que tienen los obliga a tener una monotonía de la cual
nunca serán libres, por eso los niños son libres, felices y tienen paz,
disfrutan de la naturaleza cuando se mojan con la lluvia y se olvidan del
tiempo, pero mientras uno crece le empieza a temer a la lluvia y sobre todo a
preocuparse por el tiempo, la gente teme de lo que pueda darle la naturaleza,
temen al viento por despeinarse pero no saben que el viento proporciona
libertad, da alas y te lleva a diversos lugares que nunca habías soñado, entonces
entendí que la naturaleza y el tiempo no forman parte de la pereza, que la
pereza te detiene sobre la monotonía y la monotonía no es en absoluto vida.
Seguí caminando por aquel frondoso bosque
mientras dejaba atrás las estaciones del año, mi caminata esta vez fue en menos tiempo, puesto que había llegado a un
lugar despejado donde enfrente de mí se encontraba el inicio de un arcoíris,
por un momento pensé que me encontraría con un duende, con algún tesoro como
aquellos cuentos que alguna vez leí, pero no fue así, caminé hacia el arcoíris
y lo toque, al principio pensé que solamente era un espectro causado por las
descomposición de la luz, pero me había equivocado de nuevo, en aquel mundo todo
era muy raro, no encontraba lógica a las
cosas, el arcoíris sin duda alguna era totalmente sólido, sin pensarlo dos
veces comencé a trepar. Seguí escalando con cuidado y me perdí en el tiempo, no
sabía hacia donde iba pues nunca veía el final pero tampoco sabía cuánto tiempo
había transcurrido, solo tenía muy claro que quería llegar a la cima y nunca me
di cuenta que ya había llegado hasta que me percate que desde ahí podía ver el
maravilloso mundo en cual me encontraba.
Pero el mundo no lo podía ver como tal ya que
estaba arriba de la altura de las nubes, solo podía observar como las nubes tomaban forma alguna de los sueños que tuve,
podía ver desde Karina hasta mi familia, desde amigos hasta aceptación de mis
semejantes, podía ver en aquellas nubes todo lo que había vivido y soñado, todo
lo que estaba cumpliendo, absolutamente todo tenía algún sentido. Entonces una
nube me recordó la última vez que pude hablar con mi amigo Joaquín, viendo
aquella nube pude recordar todo.
Era una tarde como cualquiera en un bar cerca
de bellas artes, como de costumbre el vestía a su manera elegante y yo con mi
forma bizarra, aquel día fue tan especial porque Joaquín había declarado algo
que nunca antes me había imagino, era tan estupendo verlo de esa manera pues
fue la primera vez que sentí tanta sinceridad venir de él. El simplemente se
sentó a mi lado y dijo.
- - ¡Estoy
enamorado!
Yo lo vi de manera desconcertada, por un
momento pensé que era broma…
- - ¿Cómo?
¿Tú enamorado?
Lo cuestioné de aquella manera puesto que no
me podía creer aquellas palabras, entonces él con tanta alegría me
respondió a su manera.
- - Así
es Hadys, así como la muerte nos jode a todos, el amor hace su función. La
muerte nos deja sin vida pero el amor nos quita la vida.
A lo que yo respondí lo siguiente.
- - ¿Pero
quién te ha cambiado?
Realmente no podía creerme todo lo que me
decía, él era un manipulador, un mentiroso, una persona tan promiscua que no
podía creer que había caído en las garras del amor, no podía creer en esas palabras
cursis.
- - El
amor.
Respondió de manera instantánea, como sí el
amor penetrara la musa que siempre
llevaba por dentro. Pero yo quería saber quién era esa persona que le había
cambiado la vida, no el sentir que experimentaba.
- - ¿Quién
es? ¿De dónde es?
Solo dijo.
- - Es
el amor de mi vida y es del reino de los no vivos, de los no muertos, de los no
Dioses, de los no demonios.
Me quedé con la cara de confundido, pero no
por no entender sus palabras, más bien por no creer lo que oía, a lo que él me
miró fijamente y sonrío, después mencionó.
- -¿Tan
distinto soy de las demás personas que no puedo enamorarme?
Repliqué.
- - No
eres el Joaquín que conocí.
Respondió.
- - Exacto,
no soy distinto a los demás humanos. Uno a veces piensa que tiene todo, yo eso
creía hace poco, chicas, arte, dinero, fama, amigos, amigas, todo eso me envolvía
y pensé estar pleno, pero era solamente
Joaquin. No tenía acento mi nombre, no tenía sentido ser Joaquin sin el acento,
en cambio, cuando conocí el amor encontré el acento que me hacía falta y ahora
soy Joaquín con acento, pues ella le ha dado el sentido a mi vida, el éxtasis a
mi dicha y gloria a mi futura muerte.
Me sorprendió su respuesta pero aun así no
podía creerle.
- - Si
no te conociera te nombraría un poeta cursi sin motivos ni razones. ¡Basura!
A lo que respondió.
-
Entonces
me autonombro un poeta cursi con motivos y razones, esos motivos y esas razones
se resumen a un solo nombre.
Cuestioné.
- - ¿Cómo
se llama?
Mi duda y mis ganas por saber eran gratas.
- - ¡Laura!
Lo dijo con una felicidad y un esplendor que
no podía creérmelo.
- - Con
qué Laura ¡eh!, bueno dime como es que
la conociste.
Sonrío.
- - De
la manera más mágica, en una fiesta con amigas en común, ahí la conocí y
después comenzamos a salir, visitar parques, visitar museos, tomar algún café,
ir a beber, ir al cine, de todo un poco he realizado con ella, pero dentro de poco ella se irá a realizar
una investigación en Europa.
Al decir lo último noté un poco de depresión
en su voz.
- - Prosigue,
¿qué es lo que te ha enamorado? Ya después podre juzgarte.
Se echó a reír y entonces dijo.
- - Vas
aprendiendo de mí.
Aquella melancolía había desaparecido y lo
sentía más libre en sus palabras e igual tenía razón ya que había aprendido
tanto de él que le respondí de una manera no tan natural en mí.
- - El
camino, las senderas siempre tendrán que cruzarse, así que platícame sobre esa
tal chica que te ha robado el sueño y que se llama Laura.
Sonrío y entonces soltó la lengua como los
ebrios.
- - Ya
te dije, se llama Laura… Aunque también tiene otro nombre que le disgusta
mucho, Mariana es un nombre que en lo particular me agrada. Ella es una chica
muy hermosa, el peló cae como cascada sobre su cuerpo y tiene unos anteojos que
definen bien su mirar, piel morena clara como las grandes mexicanas, sangre de
azteca, sangre de guerrera, cuerpo escultural y firme como las pirámides, su
alma es tan natural como la que se expande por todo México, amante del arte, de
la literatura, amante de la música extranjera, no se encierra con los
norteamericanos, ella ve más allá, siempre busca nuevos caminos, es química bacterióloga parasitóloga y es por
ello que se irá a Europa a realizar una investigación por parte de su trabajo,
pero te juro Hadys que si se va, entonces ya no me volverás a encontrar por aquí… Pues por
amor me iré con ella, sin importar a donde, sin importar como, después de todo
no necesito una boda o un papel para decir… Hasta que la muerte nos separé.
Me asombré de notar tanta sinceridad en sus
palabras… No podía creer lo que estaba viviendo.
- - ¿Cómo
piensas conquistarla?
Cuestioné, a lo que él contesto.
- - Hadys
te equivocas completamente, a las mujeres no se les conquista, solo se puede
conquistar aquello que le pertenece a alguien, tierras, dinero, poder, todo lo
mundano de este mundo puede ser conquistado. Pero a una mujer se le roba el
alma, se le arrebata por la buena, se le enamora con poesía, con flores, con
canciones, con salidas, con detalles, pero sobre todo, la mejor trampa para
capturar el alma, el cuerpo y el corazón de una mujer es con tan solo mostrar
la esencia de nuestro ser, aquella esencia que está por debajo de las raíces.
- - Entonces,
¿Cuándo se va? ¿Cuánto tiempo te queda?
Él se río de nuevo burlándose de mí.
- - ¡Ay
Hadys! Debes de dejar de ser tan apático, tan egativo. Debes ser más positivo, más
optimista, recuerda que el tiempo no se cuenta, que el tiempo solo fue creado
para medir cosas que no se necesitan medir, el tiempo que me quede o que me
sobre esta demás, siempre, realmente siempre he luchado por mis sueños, me he
librado de aquella pereza que gobierna sobre la humanidad y entonces he
disfrutado de la vista que me aporta la altura de un arcoíris. Hadys, si
tuviese tu pensamiento entonces estaría como tú, anda quítate esa pereza y
lucha por lo que sueñas, yo luche por mi novela y aunque me costó, logre
publicarla. Y ahora nunca me rendiré con Laura así que cuando me vuelvas a
encontrar estaré con ella de la mano…
Sus palabras me hicieron pensar algunas cosas
y comenzaba a caminar sin despedirse.
- - ¡Espera
Joaquín! Aún no terminamos de hablar.
A lo que él sin parar y moviendo la mano en
forma de adiós respondió.
- - No
hay nada más que hablar, el amor me llama y ya te dije como cumplir los sueños…
Adiós a la pereza Hadys.
Salió del bar y se marchó.
Por primera vez había entendido todo lo que
me había querido decirme Joaquín en aquella ocasión, era
cierto, tenía que escalar montañas y arcoíris para alcanzar los sueños y
quitarme la pereza que no me permite avanzar hacia el destino que he creado. La
pereza era algo que hacía más pesado el cuerpo y algo que cerraba los ojos de
un cansancio inexistente, mientras uno
tiene el virus de la pereza no puede avanzar hacia la luz que les proporciona
los sueños y para vencer a la pereza se necesita muchas ganas de triunfar pero
sobre todo una fuerza de voluntad para cumplir lo que se desea o lo que se
sueña. Y seguí subiendo el arcoíris pues
para alcanzar mis sueños tenía que subir, subir y subir hasta vencer la pereza
que se había apoderado de mí.
También había comprendido que la gente con
pereza vive en su propio mundo y no se dan cuenta que el mundo es maravilloso
más allá de las simples paredes. En el arcoíris se empezaba a notar que la
pendiente descendía y por ende me resbale recordando mi infancia, al final lo
hice para ir más rápido, y sí, sí había un tesoro al final del arcoíris, ese
tesoro tenía por nombre el cuarto del silencio y entonces había comprendido que
la puerta de la pereza ya la había superado.
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