domingo, 31 de enero de 2016

A tu partida.

A tu partida.


Una noche fría de invierno, un café en la cocina, mi cama vacía, y entre sabanas la tristeza, el reproche, la soledad.

Camino en dirección al espejo, me miro directamente a los ojos y me pierdo en mi oscuridad, veo los recuerdos caer sobre mis hombros, el cansancio en los lustros, la esperanza en mis labios.

Pasa el tiempo y yo envejezco, las canas son la desgracia que experimenta mi aura, el odio me consume y el amor se fuga, me duele el pecho y busco el corazón, y me doy cuenta que estoy vacío, estoy incompleto, soy un ser inanimado, un muñeco, una quimera, soy peor que un humano, me sigo mirando al espejo y me veo muerto, me veo sin vida, el cigarro me ha consumido en la esquina, el alcohol ha destilado mi lengua, y pasa el tiempo y yo muero.

Muero desde su partida, desde la soledad entre sabanas, en lo último café, en el sorbo de la vida y en el abismo de la muerte…


Y es que duele tanto como el reflejo del implacable espejo, me matas, me asesinas con el tiempo. 

-Poeta Irracional. 



Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida por las leyes del copyright y tratados internacionales.

Se rompió un plato en la cocina.

Se rompió un plato en la cocina.



Se rompió un plato en la cocina, ya no se comió, todos murieron de hambre.

Y la vida paso y la gente agonizo en la hambruna, en la era de un privilegio de una sinfonía, de una tragedia…

Y la muerte llego al inicio del cielo y la muerte se fue, y me quitó el alma, y me dejó vivo, vivo, vivo.

Que tragedia la mía sin vida, sin alma, ahora podría ser un reconocido embustero, y la cocina se incendió y sin precaución alguna la  simple agua se apagó.


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-Poeta Irracional. 

viernes, 29 de enero de 2016

Capítulo 11: Hadys y la esencia de la vida.

A veces duermo, a veces sueño.


Esta vez me dirigí hacia la puerta que se encontraba en el extremo del cuarto del silencio, en la parte superior tenía el número VI que indicaba la sexta puerta que estaba por abrir, la puerta a simple vista parecía normal, no tenía absolutamente nada raro, solo contaba con una especie de símbolos que estaban en el marco de la puerta, había lunas, camas, y muchas zetas. Sin pensarlo dos veces tomé la manija de la puerta y entonces me percate de varias cosas, en primera la simbología se empezaba a mover lentamente para formar las siguientes palabras.

-          - La puerta de la pereza.

Seguido de…

-          - Hay que dormir para soñar, hay que dormir para descansar, más no hay que dormir siempre.

Lo leí con mucho cuidado y de nuevo se presentaba ante mí un pecado capital, lo segundo que me sorprendió fue que la puerta era demasiado suave como un colchón, tan cómodo que lo único que hice fue recargarme sobre la superficie pero al realizar ese acto la puerta desprendió una especie de humo, una sustancia morada que de buenas a primeras inundo el cuarto del silencio, no me quedó de otra más que inhalar aquella sustancia que sin duda alguna olía a esencia natural como de uva, al instante que lo aspiraba mi cuerpo,  caí completamente dormido.

Después de un tiempo desperté, me tallé los ojos de cansancio y entonces descubrí que me encontraba recargado en la puerta, mi visión no era eficiente pues veía todo borroso y en ocasiones tenía una especie de mareos, estaba demasiado cansado, mi cuerpo lo sentía muy agotado, así que me levanté y tomé la manija de la puerta y entonces descubrí que no tenía la fuerza necesaria para abrirla, bostecé y entonces mi vista llego a ser un poco más natural y descubrí que ya no me encontraba en el cuarto del silencio, esta vez me encontraba en el mundo de la pereza.

Aquel mundo era tan magnifica, casi se parecía al mundo del amor, solo que este era de alguna manera extraña menos hermoso. Podría observar a lo lejos montañas, bosques pero sobre todo lo que más llamaba mi atención era una muralla demasiado alta, también podía observar que había animales silvestres en libertad, el sol no aparecía pero tampoco estaba nublado, solo había nubes color blancas alrededor del cielo. Comencé a caminar en dirección del mural pero mi cuerpo estaba muy pesado, sentía como si tuviese piedras por toda mi sangre y que me costaba dar un paso, uno tras otro. Comprendí poco después que aquel cansancio me manipulaba a mí así como también manipulaba el tiempo pues sentía que el tiempo en aquel lugar iba bastante rápido. Llegué a la muralla pero no encontré nada, no había puerta, no había ventana, no había absolutamente nada, entonces como no había persona o ente con la cual entablar una conversación, decidí rodear aquella construcción,  caminé alrededor de ella. Pero había un factor muy curioso de aquel sitio, a veces podía avanzar rápido o a paso normal pero el tiempo pasaba más rápido o a veces el cansancio se apoderaba de mí y el tiempo pasaba más lento. Los días pasaban mientras yo caminaba alrededor de aquella muralla hasta que encontré una puerta que me permitió el paso ya que estaba abierta, en el tiempo que rodee la muralla solo pude ver la naturaleza a mi alrededor y nada más, pero en esta ocasión cuando entre a la muralla pude observar construcciones de piedra por doquier, pero ningún ente y ningún humano que me ayudará, pasaba por las construcciones caídas y no había habitante alguno pero más allá se alzaba otra muralla más, caminé en dirección a ella y de nuevo tarde días en llegar, de nuevo tuve que rodear aquella muralla para encontrar una puerta y de nuevo pasaban los días, entre por aquella puerta y de nuevo dentro de aquella muralla habitaba otra muralla más, entonces aquel transcurso del camino que me tomaba mucho tiempo se convirtió en un ciclo sin fin.

El cansancio se iba acumulando en aquel ciclo hasta que un día pude dar con una puerta igual que las demás, a lo lejos de nuevo se veía una muralla pero a lo cerca se podía observar un bosque, decidí caminar hacia el bosque y adentrarme a lo más profundo, los días transcurrían y el cansancio me agobiaba, en ocasiones sentía que ya no podía con mi cuerpo ni con alma, mi alma se iba de mi cuerpo y este mundo era demasiado cansado para poder superarlo.

Seguí caminando hasta que llegué a un lugar muy curioso dentro del bosque, supongo que estaba en el centro pero la verdad no lo sabía, solo me había dado cuenta que el tiempo era fundamentalmente relativo como un gran científico lo dijo. En aquel sitió había una división muy extrema, todo mi frente estaba dividido en cuatro partes, la primera mostraba el resplandor del sol, las flores abriendo sus botones y los animales silvestres andando por todo el lugar, en el segunda división se puede ver el sol más incandescente pero solo eso, sin animales ni flores, solo sol intenso, en la tercera división se observa y se escuchaba como el viento arrasaba con las hojas de los árboles, aunque también se escuchaba el golpe del aire en la superficie de la corteza, el viento era totalmente fresco en aquel extremo, en el cuarta división se podía ver la blancura de la nieve que caiga en ese extremo, se podía ver como los árboles terminaban cubiertos por esa ligera capa blanca que aportaba frio. Aquellas divisiones representaban el cambio de la naturaleza a través del tiempo, entonces comprendí en un instante que las estaciones eran maravillas y que muy pocas personas podían notar.

Caminé en dirección de las cuatro estaciones y cuando pase por primavera pude oler la fragancia de las rosas, sentir el rose de algunos animales, en verano pude sentir sobre la piel el calor proporcionado por la radiación del sol pero al mismo tiempo me sentía vivo y pleno, el viento de otoño me despeino y refresco mi cuerpo, pero cuando entre a invierno pude sentir la fría nieve sobre mí, empecé a jugar con la nieve y a realizar ángeles sobre la superficie blanca.

Entonces me di cuenta que estaba disfrutando como nunca antes las estaciones del año, del mundo del cual venía no disfrutaba tanto de las estaciones porque no eran tan representativas como en este bosque, pero sobre todo admiré como el tiempo es capaz de cambiar la naturaleza y como la naturaleza es tan eficiente y tan amable con el humano. También pude analizar que la sociedad no disfruta de la naturaleza y que siempre está contando el tiempo,  siempre se les hace tarde, siempre se les hace temprano, pero nunca los veo disfrutar de la naturaleza, la pereza que tienen los obliga a tener una monotonía de la cual nunca serán libres, por eso los niños son libres, felices y tienen paz, disfrutan de la naturaleza cuando se mojan con la lluvia y se olvidan del tiempo, pero mientras uno crece le empieza a temer a la lluvia y sobre todo a preocuparse por el tiempo, la gente teme de lo que pueda darle la naturaleza, temen al viento por despeinarse pero no saben que el viento proporciona libertad, da alas y te lleva a diversos lugares que nunca habías soñado, entonces entendí que la naturaleza y el tiempo no forman parte de la pereza, que la pereza te detiene sobre la monotonía y la monotonía no es en absoluto vida.

Seguí caminando por aquel frondoso bosque mientras dejaba atrás las estaciones del año, mi caminata esta vez fue en  menos tiempo, puesto que había llegado a un lugar despejado donde enfrente de mí se encontraba el inicio de un arcoíris, por un momento pensé que me encontraría con un duende, con algún tesoro como aquellos cuentos que alguna vez leí, pero no fue así, caminé hacia el arcoíris y lo toque, al principio pensé que solamente era un espectro causado por las descomposición de la luz, pero me había equivocado de nuevo, en aquel mundo todo era muy raro, no encontraba  lógica a las cosas, el arcoíris sin duda alguna era totalmente sólido, sin pensarlo dos veces comencé a trepar. Seguí escalando con cuidado y me perdí en el tiempo, no sabía hacia donde iba pues nunca veía el final pero tampoco sabía cuánto tiempo había transcurrido, solo tenía muy claro que quería llegar a la cima y nunca me di cuenta que ya había llegado hasta que me percate que desde ahí podía ver el maravilloso mundo en cual me encontraba.

Pero el mundo no lo podía ver como tal ya que estaba arriba de la altura de las nubes, solo podía observar como las nubes tomaban forma alguna de los sueños que tuve, podía ver desde Karina hasta mi familia, desde amigos hasta aceptación de mis semejantes, podía ver en aquellas nubes todo lo que había vivido y soñado, todo lo que estaba cumpliendo, absolutamente todo tenía algún sentido. Entonces una nube me recordó la última vez que pude hablar con mi amigo Joaquín, viendo aquella nube pude recordar todo.

Era una tarde como cualquiera en un bar cerca de bellas artes, como de costumbre el vestía a su manera elegante y yo con mi forma bizarra, aquel día fue tan especial porque Joaquín había declarado algo que nunca antes me había imagino, era tan estupendo verlo de esa manera pues fue la primera vez que sentí tanta sinceridad venir de él. El simplemente se sentó a mi lado y dijo.

-         -  ¡Estoy enamorado!

Yo lo vi de manera desconcertada, por un momento pensé que era broma…

-          - ¿Cómo? ¿Tú enamorado?

Lo cuestioné de aquella manera puesto que no me podía creer aquellas palabras, entonces él con tanta alegría me respondió  a su manera.

-          - Así es Hadys, así como la muerte nos jode a todos, el amor hace su función. La muerte nos deja sin vida pero el amor nos quita la vida.

A lo que yo respondí lo siguiente.

-         -  ¿Pero quién te ha cambiado?

Realmente no podía creerme todo lo que me decía, él era un manipulador, un mentiroso, una persona tan promiscua que no podía creer que había caído en las garras del amor, no podía creer en esas palabras cursis.

-         -  El amor.

Respondió de manera instantánea, como sí el amor  penetrara la musa que siempre llevaba por dentro. Pero yo quería saber quién era esa persona que le había cambiado la vida, no el sentir que experimentaba.

-          - ¿Quién es? ¿De dónde es?

Solo dijo.

-          - Es el amor de mi vida y es del reino de los no vivos, de los no muertos, de los no Dioses, de los no demonios.

Me quedé con la cara de confundido, pero no por no entender sus palabras, más bien por no creer lo que oía, a lo que él me miró fijamente y sonrío, después mencionó.

-          -¿Tan distinto soy de las demás personas que no puedo enamorarme?

Repliqué.

-          - No eres el Joaquín que conocí.

Respondió.

-          - Exacto, no soy distinto a los demás humanos. Uno a veces piensa que tiene todo, yo eso creía hace poco, chicas, arte, dinero, fama, amigos, amigas, todo eso me envolvía y pensé estar pleno,  pero era solamente Joaquin. No tenía acento mi nombre, no tenía sentido ser Joaquin sin el acento, en cambio, cuando conocí el amor encontré el acento que me hacía falta y ahora soy Joaquín con acento, pues ella le ha dado el sentido a mi vida, el éxtasis a mi dicha y gloria a mi futura muerte.

Me sorprendió su respuesta pero aun así no podía creerle.

-          - Si no te conociera te nombraría un poeta cursi sin motivos ni razones. ¡Basura!

A lo que respondió.

-          Entonces me autonombro un poeta cursi con motivos y razones, esos motivos y esas razones se resumen a un solo nombre.

Cuestioné.

-         - ¿Cómo se llama?

Mi duda y mis ganas por saber eran gratas.

-         - ¡Laura!

Lo dijo con una felicidad y un esplendor que no podía creérmelo.

-          - Con qué Laura ¡eh!,  bueno dime como es que la conociste.

Sonrío.

-         -  De la manera más mágica, en una fiesta con amigas en común, ahí la conocí y después comenzamos a salir, visitar parques, visitar museos, tomar algún café, ir a beber, ir al cine, de todo un poco he realizado con ella,  pero dentro de poco ella se irá a realizar una investigación en Europa.

Al decir lo último noté un poco de depresión en su voz.

-       -    Prosigue, ¿qué es lo que te ha enamorado? Ya después podre juzgarte.

Se echó a reír y entonces dijo.

-          - Vas aprendiendo de mí.

Aquella melancolía había desaparecido y lo sentía más libre en sus palabras e igual tenía razón ya que había aprendido tanto de él que le respondí de una manera no tan natural en mí.

-          - El camino, las senderas siempre tendrán que cruzarse, así que platícame sobre esa tal chica que te ha robado el sueño y que se llama Laura.

Sonrío y entonces soltó la lengua como los ebrios.

-          - Ya te dije, se llama Laura… Aunque también tiene otro nombre que le disgusta mucho, Mariana es un nombre que en lo particular me agrada. Ella es una chica muy hermosa, el peló cae como cascada sobre su cuerpo y tiene unos anteojos que definen bien su mirar, piel morena clara como las grandes mexicanas, sangre de azteca, sangre de guerrera, cuerpo escultural y firme como las pirámides, su alma es tan natural como la que se expande por todo México, amante del arte, de la literatura, amante de la música extranjera, no se encierra con los norteamericanos, ella ve más allá, siempre busca nuevos caminos, es  química bacterióloga parasitóloga y es por ello que se irá a Europa a realizar una investigación por parte de su trabajo, pero te juro Hadys que si se va, entonces ya no me volverás a encontrar por aquí… Pues por amor me iré con ella, sin importar a donde, sin importar como, después de todo no necesito una boda o un papel para decir… Hasta que la muerte nos separé.

Me asombré de notar tanta sinceridad en sus palabras… No podía creer lo que estaba viviendo.

-        -   ¿Cómo piensas conquistarla?

Cuestioné, a lo que él contesto.

-          - Hadys te equivocas completamente, a las mujeres no se les conquista, solo se puede conquistar aquello que le pertenece a alguien, tierras, dinero, poder, todo lo mundano de este mundo puede ser conquistado. Pero a una mujer se le roba el alma, se le arrebata por la buena, se le enamora con poesía, con flores, con canciones, con salidas, con detalles, pero sobre todo, la mejor trampa para capturar el alma, el cuerpo y el corazón de una mujer es con tan solo mostrar la esencia de nuestro ser, aquella esencia que está por debajo de las raíces.

-          - Entonces, ¿Cuándo se va? ¿Cuánto tiempo te queda?

Él se río de nuevo burlándose de mí.

-          - ¡Ay Hadys! Debes de dejar de ser tan apático, tan egativo. Debes ser más positivo, más optimista, recuerda que el tiempo no se cuenta, que el tiempo solo fue creado para medir cosas que no se necesitan medir, el tiempo que me quede o que me sobre esta demás, siempre, realmente siempre he luchado por mis sueños, me he librado de aquella pereza que gobierna sobre la humanidad y entonces he disfrutado de la vista que me aporta la altura de un arcoíris. Hadys, si tuviese tu pensamiento entonces estaría como tú, anda quítate esa pereza y lucha por lo que sueñas, yo luche por mi novela y aunque me costó, logre publicarla. Y ahora nunca me rendiré con Laura así que cuando me vuelvas a encontrar estaré con ella de la mano…

Sus palabras me hicieron pensar algunas cosas y comenzaba a caminar sin despedirse.

-         -  ¡Espera Joaquín! Aún no terminamos de hablar.

A lo que él sin parar y moviendo la mano en forma de adiós respondió.

-          - No hay nada más que hablar, el amor me llama y ya te dije como cumplir los sueños… Adiós a la pereza Hadys.

Salió del bar y se marchó.

Por primera vez había entendido todo lo que me había querido decirme Joaquín en aquella ocasión, era cierto, tenía que escalar montañas y arcoíris para alcanzar los sueños y quitarme la pereza que no me permite avanzar hacia el destino que he creado. La pereza era algo que hacía más pesado el cuerpo y algo que cerraba los ojos de un cansancio inexistente,  mientras uno tiene el virus de la pereza no puede avanzar hacia la luz que les proporciona los sueños y para vencer a la pereza se necesita muchas ganas de triunfar pero sobre todo una fuerza de voluntad para cumplir lo que se desea o lo que se sueña.  Y seguí subiendo el arcoíris pues para alcanzar mis sueños tenía que subir, subir y subir hasta vencer la pereza que se había apoderado de mí.


También había comprendido que la gente con pereza vive en su propio mundo y no se dan cuenta que el mundo es maravilloso más allá de las simples paredes. En el arcoíris se empezaba a notar que la pendiente descendía y por ende me resbale recordando mi infancia, al final lo hice para ir más rápido, y sí, sí había un tesoro al final del arcoíris, ese tesoro tenía por nombre el cuarto del silencio y entonces había comprendido que la puerta de la pereza ya la había superado. 



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lunes, 25 de enero de 2016

Paradoja.

Paradoja.


Un joven que soñaba con ser poeta escribía, de pronto algo inesperado sucedió, un gato con pelaje negro y algo blanco se asomó por la ventana, lo observó.


Después de un rato el gato escribía y el joven desapareció.

Poeta Irracional.



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domingo, 24 de enero de 2016

Mis escritos.

Mis escritos.


Esta noche se llenan de inspiración mis adentros, siento como fluyen las letras por mis venas, los pensamientos por mis tejidos, la inexperiencia sobre las células.

Se nota, se siente el destello de pensamientos, pensamientos que vagan y vagan por el terrible desierto…

Y están sedientos, sedientos de travesía.

Sí travesía, eso quiero, eso espero, eso se anhela desde el fondo del alma…

¡Qué quemen mis palabras!
¡Qué quemen mis escritos!
¡Qué quemen todo de mí!

Tomen las cenizas, mezclarla con agua bendita y absorber los pensamientos de gato loco, loco gato…

Pedazo de inhumano.


Poeta Irracional.



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miércoles, 20 de enero de 2016

Ilusiones perdidas.

Ilusiones perdidas.



Me he puesto a pesar en el amor, ese amor que se viste con tinta de cielo nocturno y alumbra tan cual como las estrellas.

Es amor inaudito de extraños en el péndulo de la equilibrada vida.

¡Oh amor!, que inundas mis escritos con poesía…
¡Oh amor!, que infectas a mis ojos de lecturas…
¡Oh amor!, que me sorprendes día a día…

Amor placentero ven a mi cama, duerme conmigo haz gemir a mis sueños, haz un orgasmo de mis deseos y nunca pero nunca dejes que sea mañana.

Solo seamos un instante que florezca y viva como un árbol verde, lleno de esperanza y con raíces de alegría y ramas sin tristeza.





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sábado, 16 de enero de 2016

Una charla...





Una charla.


Paso de un lado a otro, algo muy parecido a un duendecillo; duende con melodías de invierno y poesía de verano, duende loquillo como un unicornio aprendiendo a trotar.

Paso de un lado a otro pronunciando con su voz chillona:

“Neta,  te aburres bien rápido.”

Acompañado de aplausos y de un swing muy peculiar…

Ay duendecillo, duendecillo que me conoces lo suficiente y me ignoras lo necesario, vamos a dormir, comamos pan y leamos a la estrella fugaz.

Entonces…

“Eres impulsivo.”

Dijo la bola blanca que se encontraba pegada en el cielo. 



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domingo, 10 de enero de 2016

Capítulo 10: Hadys y la esencia de la vida.

Solo come lo necesario, podrías reventar.


Después de descansar un poco me dispuse a buscar la puerta con el número V, estaba al extremo derecho y caminé hacia su dirección, caminé lentamente y cuando llegué noté que la puerta era muy particular, era tan diferente a todas las que había abierto.

Esta puerta no era de madera, más bien era completamente de chocolate y no tenía ningún dibujo o señas características, la manija no era de chocolate, más bien era de caramelo y aquella puerta no olía rico, tras ella me llego un olor de aceite quemado, de comida grasosa.

Tomé la manija y no sucedió nada, entonces traté de girarla pero cuando eso sucedió el caramelo se rompió y no pude abrir la puerta, aquel pedazo de caramelo se quedó pegado a mi mano, traté de agitar mi mano para desprenderla y me di cuenta que no cedía, entonces intenté de desprenderla con la corteza de la puerta y para mi sorpresa mi otra mano se quedó adherida al chocolate, entonces aquella puerta tan dulce tenía un efecto de absorción contra mi cuerpo pues conforme pasaba el tiempo yo me incrustaba más en la puerta. Al poco rato se formaban las palabras sobre la puerta a un lado de mi cara, y decían.

-La puerta de la gula.

Seguido después de la frase.

-        -Comer de más es un pecado, como de menos es una osadía, comer lo suficiente posiblemente sea lo correcto.

Aquella frase  hizo que me diera cuenta que no había comido nada desde que había iniciado la travesía, así que se me ocurrió una idea y comencé a comerme aquella puerta de chocolate, realmente no tenía hambre pero cuando probé el chocolate ya no podía librarme de él, así que termine comiéndome toda la puerta he incluso la manija pero aún no me sentía satisfecho.

Miré a mí alrededor y ya no me encontraba en el cuarto del silencio, realmente ahora estaba en un sitio muy diferente a los demás, estaba en el mundo de la gula donde todo era extrañamente muy raro, ya que me encontraba parado sobre una especie de nube pegajosa, me recordaba mucho al algodón de azúcar, así que caminé y caminé lentamente porque en ocasiones me pegaba con la nube y me resultaba muy difícil avanzar, seguí mirando a mi alrededor pero no había nada y a lo  lejos pude ver una pequeña construcción de la cual por la chimenea salía una especie de humo, traté de acercarme a ese lugar de la manera más rápida posible pero realmente iba muy lento ya que me costaba caminar por aquel algodón de azúcar.

Mientras más avanza, más cambiaba aquel mundo. Podía observar cómo había variedad de dulces en forma de animales, eran las mejores golosinas que un niño puede tener, delfines de chocolate, ranas de caramelo, aves de chicle, en fin, muchas golosinas que danzaban a mi alrededor, pero mi vista se perdió cuando de pronto descubrí una cascada de chocolate que formaba un caudal en aquel mundo, recordé la frase que siempre me hacía una ilusión.

-          - Quiero comerme el mundo.

Y esta vez aquella frase la podía cumplir, así que me lancé a comer y comer y comer, me quería comer el mundo totalmente. Paso demasiado tiempo hasta que me di cuenta que había desperdiciado ese tiempo preciado en comer sin tener hambre, en comer y no buscar la salida, así fue como me perdí,  pues esta vez la construcción que anteriormente había visto estaba a lo lejos, más lejos que el inicio. De nuevo emprendí mi viaje hacia aquella dirección, caminé y caminé de la forma más lenta posible y eso me hizo reflexionar, me hizo pensar muchas cosas como por ejemplo; no se necesita ir rápido para llegar a una meta. Pero de nuevo la tentación por comer se apodero de mí, entonces cerré los ojos y seguía caminando, no quería desviarme de nuevo puesto que necesitaba salir de aquel lugar, también pensé en que quizás aquellas puertas eran el purgatorio para llegar al cielo,  quizás ya estaba muerto y ni siquiera lo sabía o ni siquiera lo había contemplado como una respuesta directa a mi travesía. También podría ser un engaño de Satanás que se burlaba de mi desgracia, aunque también podría ser la vida después de la muerte, realmente no sabía porque todo aquello me estaba pasando a mí, pero todo tenía un porque o por lo menos de esa manera lo veía. Quizás estaba bajo los efectos de una droga pero nunca tuve vicio alguno sobre aquellas sustancias, debí de pensar bastante puesto que el tiempo no lo sentía, pensaba que al principio aquella travesía me había inspirado miedo, temor y quería salir de aquel mundo lo más pronto posible, pero ahora todo esto me inspiraba conocer más y saber la esencia que rodea la humanidad. Entre tanto pensamiento me perdí por descubrir mi universo y fue cuando me di cuenta de que simplemente ya estaba enfrente de la construcción que había visto a lo lejos. Me acerqué lo suficiente a la puerta y la toque en busca de que algo pasara, pero nada paso. Al ver que no pasaba nada, iba a tomar la manija pero cuando me acerque lo suficiente la puerta se abrió, y se presentó ante mí una mujer muy hermosa, pelo lacio color rubio, delgada y con buena figura, usaba lentes y el color de sus ojos eran verdes, vestía de una manera elegante y simplemente me vio y sonrío.

-          - ¡Bienvenido seas a Gulandia!

Aquella construcción era un restaurante y aquel nombre era tan directo que hacia homenaje a la puerta en la cual me encontraba, hizo una reverencia y me cedió el paso, aquella mujer era tan elegante. Le dije.

 ¡Gracias!

Mientras pasaba a su lado para entrar en aquel restaurante, después me detuve y la cuestioné.

-          - ¿Cómo salgo de aquí?

 A lo que ella respondió.

-          - Por la puerta.

Sonrió y yo simplemente le contesté.

-        -   ¡No es cierto! De ahí vengo.

Entonces caminé porque sabía que no iba a obtener respuesta alguna, sabía que no podía seguir perdiéndome con cuestiones que no me llevarían a ningún lugar, así que caminé y estuve observando como aquel lugar se inundaba de mesas y de gente comiendo, pensaba sentarme en la silla cercana pero de pronto la chica se acercó y me dijo.

-         -  ¡Lo estábamos esperando señor Hadys! Sígame.

Camino frente a mí y yo simplemente la seguí mientras nos acercábamos a una zona reservada del restaurante, al llegar al sitio en el centro de la mesa se encontraba una pequeña nota de papel que decía.

-          - Disfruta de la gloria que la comida te ha dado. 
Tomé asiento y mi cabeza se llenó de muchas incógnitas, de muchas dudas, puesto que no sabía nada, pero absolutamente nada de aquel mundo. Miré de nuevo a la chica que me acompaño a la mesa pero esta ya se encontraba lejos de mí, caminaba de nuevo hacia la puerta. Pero aquella observación fue interrumpida por la mesera, debido a que había llegado ante mí una chica igual que la de la entrada, solo que esta tenía el uniforme de mesera.
-
-          - ¡Buen día! Bienvenido a Gulandia. ¿Qué se le ofrece?

Empezó la conversación con aquellas palabras, me miró con una sonrisa coqueta y entonces le contesté.

-         -  No lo sé, ni tengo carta alguna para ordenar algo de mi antojo.

Miré por toda la mesa en busca de algo que me indicara donde estaba la lista de alimentos por consumir. Pero ella contestó de manera inmediata.

-          - Está bien, enseguida le traigo lo que ordenó.

Se fue tan rápido que no pude responder a sus últimas palabras, mientras tanto me dije entre susurros.

-           - Qué lugar más extraño.

Me perdí en el pensamiento puesto que no había ordenado nada, me inquietaba la cortesía de aquel sitio, yo solo quería saber cómo encontrar la salida de ese mundo y disponer de mi tiempo para pasar por las demás puertas pero en cambio solo me llenaban de dudas. Mi pensamiento fue interrumpido cuando la mesera llego pero esta vez con una charola con demasiadas cosas. Primero puso los cubiertos a un costado mío, después agrego una capa en la cual vertió un líquido rojo, me imagine que era agua de fresa, sandia o de algún fruto rojo, no sabía cómo hablarle puesto que todo lo que veía era tan tentador,  poco después puso sobre la mesa la entrada, la entrada constaba de un platillo de crema color blanco, pensé por un momento que era de cebolla así que tome la cuchara pero cuando la probé descubrí que no era de cebolla pero que sabía muy rica, así que seguí bebiendo aquella crema tan rica y deliciosa hasta la última gota. Después bebí un poco del líquido de aquella copa y tampoco supe identificar que era, pero era refrescante, deliciosa pero sobre todo adictiva, mis sensores gustativos nunca habían experimentado tanto placer en comidas.

Me sirvió el segundo plato que constaba de una especie de espagueti bañado en salsa de cacahuate, o por lo menos eso pensaba, pero sucedió lo mismo, cuando la probé no sabía a lo que pensaba, sabía más rico, más delicioso, más adictivo y así fui comiendo aunque realmente ni hambre tenía, pero era buena comida y no pensaba desperdiciarla por el cual me terminé el segundo plato y de nuevo sorbí un poco de aquella copa.

Me retiró los platos y entonces puso otro plato más, esta vez aquel platillo contenía una pechuga rellena empanizada, se veía tan deliciosa pues aquella comida era mi favorita, tanta agua se me hizo en la boca que pretendía comérmela al instante, pero me dio de nuevo sed y entonces cuando trate de tomar me di cuenta que ya no había agua, en cambio la mesera me había cambiado aquella copa de agua por un líquido rojo más denso, por un momento pensé que era vino pero esta vez no me deje llevar por mi pensamiento erróneo.

Sorbí un poco de aquel líquido denso y tampoco pude identificar que bebía, pero sabía mejor que la bebida anteriormente probada, tomé mis cubiertos y comencé a comerme aquella pechuga rellena, realmente nada sabía cómo esperaba pero de alguna extraña manera sabía mejor, tenía un toque mágico. Cuando me di cuenta también me había acabado completamente la pechuga, no sabía cómo le había hecho pues hambre no tenía. Entonces la mesera retiró el plato que había terminado.

La mesera esta vez me puso el postre, realmente ya ni veía a la mesera solo esperaba la comida, y más comida, y más comida. Hasta las cuestiones que tenía se habían esfumado de mí gracias a la exótica comida que me estaban sirviendo, está vez me trajeron una especie de helado pero tampoco podía identificar de que era, así que tome la cuchara para el postre y me dispuse a probar un poco, pero de ese poco que probé me hice adicto y comí y comí y comí, entonces el tiempo se me olvido, las cuestiones se fueron, y todo lo que una vez me había preocupado se esfumó con el afán de comer, tanta comida causo en mí una especie de alucinación, entonces me perdí en aquel pensamiento vago, cautivo de mi interior, terror de mi agonía.

Recordé como una tarde en la capilla del pueblo fui a la cocina, realmente aquel día no tenía hambre pero no sabía cómo llenar el vacío en mi interior, lo primero que encontré fueron dulces que el padre Orlando recolectaba para llevar a los niños que eran huérfanos, o simplemente aquellos que estaban enfermo en nuestra comunidad, no  sabía si eso llenaría mi vacío pero me los comí completamente sin pensarlo dos veces. De pronto el padre Orlando entró y me descubrió en la escena del crimen, no se enfadó ni  se enojó, pero en su rostro pude notar la cara de decepción. Por lo cual me dijo.

-         *  ¡Hadys! Realmente pareces un cerdito pero ni ellos cometen la gula.

Lo miré con mi cara de despreció pues él no podía entender el dolor que estaba pasando en mi niñez, aparte de eso ya estaba fastidiado que siempre me hablará de la religión que ni siquiera me interesaba.  De nuevo hablo.

-          - ¡Hadys!

Su grito retumbo en aquella área de la cocina y entonces me estremecí, caminé en dirección a él y entonces dije.

-         - ¡Lo siento!

Lo sentía de verdad, no había pensado en los demás y eso me hacía egoísta cosa que nunca me agrado en las demás personas.

-          - No te preocupes.

Fueron aquellas palabras con las cual termino la discusión, tomó mi cabello  y me lo sacudió. Esa tarde hablamos y entonces confesé todo lo que sentía, todo mi dolor y mi depresión a lo que él me dijo.

-         -  Hadys, la comida  no llenará la pérdida de un familiar, ni siquiera una buena comida. Esto que acabas de hacer es egoísta de tu parte y por si fuera poco estabas cometiendo Gula, y eso es un pecado capital que se identifica por el hecho de comer sin sentir hambre…

Cuando terminó de llamar mi atención, entonces la culpa se apodero de mí, me sentía mal por haber sido egoísta con las demás personas y solo haberme preocupado por mí.

Desperté de mi recuerdo y me di cuenta de que el restaurante no era tan bonito como al principio parecía, todo el lugar estaba completamente sucio y la mesa que pensaba que era de cedro, era más bien de madera humedad llena de hongos, los platos no eran brilloso como la plata, más bien eran opacos, oscuros, realmente asquerosos. Volteé y vi que la mesera bonita también había cambiado, no era tan sexy como la veía antes, esta vez todo su cuerpo sufrió una metamorfosis puesto que desbordaba grasa por todos sus poros y la cabeza no era de persona, más bien tenía la cabeza de puerco y se le asomaban los colmillos provenientes de su boca, del susto, del impacto, me tropecé y caí en el suelo, aquel golpe fue admirablemente doloroso pero completamente ignorado por el miedo que tenía en aquel instante. 

Me levanté de manera inmediata y comprobé que las demás mesas también habían cambiado metamórficamente ya que todos tenían cabeza de animales y comían como bestias, aquel lugar no era un restaurante más bien era un sitio de animales. Miré hacia la mesa, mire hacía la comida que me habían traído y descubrí las porquerías con las cuales me había alimentado, la crema era de hueso puesto que los huesos se encontraban depositados en el fondo del plato, el espagueti eran gusanos de tierra y se movían considerablemente, la pechuga rellena era carne putrefacta y estaba rellena completamente de tripas sucias. La bebida al principio fue solo sangre diluida pero la segunda era sangre completamente concentrada, cuando me percate de lo que había comido me dieron náuseas y unas enormes ganas de vomitar. Tomé un poco de aire pero después no pude contenerme las ganas y terminé vomitando, todos en aquel sitio se empezaron a reír de mi desgracia y por si fuera poco también escuchaba burlas sobre mi persona, sin pensarlo más tiempo salí corriendo hacia la puerta de la cocina y entonces descubría algo aterrador y al mismo tiempo más asqueroso de lo que había tragado.

Abrí la puerta y ahí estaba un cerdo completamente de pie como si fuese un humano, una vaca y un gallo con las mismas proporciones, en el centro de aquellos entes estaba una mesa con sangre derrama por doquier, los animales tenían cuchillos y utensilios de cocina, estaban matando, preparando y cocinando el alimento, pero me sorprendí al ver que la comida no era un animal, la comida era yo. Me vi, estaba con las tripas por fuera y mi carne estaba podrida, era yo en la mesa y era yo que observaba, sin dudarlo dos veces salí de la cocina y de nuevo vomité, volví todo lo que había consumido, estaba en un lugar asqueroso, horroroso pero sobre todo muy enfermo, no me sentía bien en aquel sitió así que corrí hacia la puerta por la cual había entrado, corrí tan rápido que cuando abrí la puerta y la cruce, observe que no regresaba al sitio de las nubes de algodón, más bien regresaba al cuarto del silencio, agitado, mareado, con miedo y temor por la puerta a la cual me había metido, y había ignorado completamente lo que la primera chica me había dicho.

-          - Por la puerta.

Había perdido el juicio y por ello ya no podía confiar en la gente.

Aquel cuarto lleno de silencio me hacía meditar sobre las cosas, sobre las circunstancias y sobre los actos cometidos, entendía que la comida no puede llenar el vacío que deja un sentir, un amor, los problemas, comprendí que uno puede comer y comer sin cesar a su propia alma, entendía que la sociedad puede tener personas hermosas por fuera pero que también pueden ocultar bestias en su interior, entendí que no éramos animales racionales, más bien éramos animales, simplemente animales sin poder de pensamiento. Aquel cuarto me enseñó lo terrible que puede ser la gula y lo terrible que puede ser el humano.


En este cuarto del silencio había aprendido a meditar y a purificar gran parte de mi ser.




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