sábado, 26 de diciembre de 2015

Capítulo 8: Hadys y la esencia de la vida.

También hay tormentas ajenas.


Deje de pensar por un buen tiempo para después caminar en dirección de la puerta con el número III, esta puerta al igual que las anteriores tenía características únicas, podía observar que la madera que la conformaba era una mezcla de maderas, no solo de un tipo sino de varios como las aleaciones de los metales. También tenía figuras en el borde de la puerta, diversas figuras, desde corazones, hasta árboles, hasta amigos entre otras más, pero el dibujo principal era el que estaba en el centro de la puerta, pues mostraba una especie de animal amorfo, a la vez parecía perro pero también tenía algo de serpiente y un poco de ave, en sí más que animal parecía un alebrije. Tomé la manija y fue cuando empezaron a aparecer las palabras sobre la puerta, la primera apareció en la parte superior el nombre.

-         -  La puerta de la envidia.

Seguido del consejo.

-          - Tendrás lo que sueñas, no lo que los demás sueñan, tú eres yo y los demás son otros.

Después de terminar con aquella lectura, un resplandor verde me cegó que ya hasta me había acostumbrado a cerrar los ojos, pero cuando los abrí descubrí el siguiente mundo en el que estaba.

Aquel lugar era un hermoso parque, tenía árboles por todo el terreno, tenía bancas y muchas fuentes, había figuras creadas desde piedras en forma de animales, era un lugar muy tranquilo, tan tranquilo que por un momento pensé que ya estaba en mi mundo, así que decidí caminar hacia un lugar que me indicara donde estaba, caminé y caminé por un periodo de tiempo indeterminado pero me di cuenta que no era mi mundo, debido a que no salía de aquel parque por más que avanzaba, entonces me detuve en una fuente y empecé a ver a mi alrededor, es cierto, había personas solamente personas sin otro tipo de ente, pero observé tanto que me di cuenta que todas las personas en aquel parque estaban acompañadas y eran muy felices.  Vi que había familias con un hijo, también veía a gente enamorada, a gente que por obra del destino conocían al amor de su vida y desde ahí eran felices, veía a gente con amigos por donde sea, veía también a un par de ancianos acompañados de algún adulto, veía absolutamente felicidad en el amor de pareja, de familia y de amigos, veía tantas cosas que me faltaban, tantas cosas que añoraba tener allá fuera en el mundo a cual pertenecía. Todo aquello era lo que más anhelaba, lo que me faltaba, lo que simplemente jamás pude obtener, entonces la depresión se apodero de mí y poco después aquel sentimiento fue sufriendo una metamorfosis puesto que me llenaba de una ira inexplicable, de una envidia que jamás podía expresar en mi mundo, quería huir de aquellas visiones, quería huir de aquel sentir, entonces comencé a correr, a correr, a correr sin dirección, fue cuando una pareja de enamorados estaban enfrente de mí y para no evadirlos trate de empujarlos pero cuando realice ese acto me pase derecho, tropecé y por ende me lastimé un brazo, tenía una raspada de gran magnitud con sangre escurriendo sobre mi piel, observé a la pareja que acaba de empujar y me di cuenta que se había dispersado como humo, eso eran, eran personas hechas de humo y por ello no podía tocarlas, por ello no hablaban, por ello aquel parque estaba en completo silencio, y apenas me había percatado de aquella acción. Me quedé en el suelo, y de nuevo miré hacia la pareja y entonces todas las personas creadas de humo me rodearon y me mostraron su gran felicidad, me llenaron de envidia y por enojo solo cerré los ojos y comencé a golpear al suelo, con fuerza, con rapidez, quería que esa situación terminara, quería que simplemente todo volviera a la normalidad.  Mis nudillos estuvieron llenos de sangre, la ira era incontrolable tan incontrolable que mi enojo era adimensional, no me importaba el sufrimiento de mi cuerpo, después de un momento miré de nuevo a las personas, me levanté y comencé a caminar sin tomarlos en cuenta, con las manos sangradas, con un brazo sangrado, caminaba lleno de depresión y ya nada me importaba absolutamente nada, la tristeza se había encarnado en mí.  

Yo era un simple Hadys en medio de toda esa gente, y estaba lleno de envidia pues ellos tenían las cosas que a mí me faltaban y que jamás tendría, podía ver en ellos la familia que nunca tuve, el amor de Karina que me falta, la falta de amigos, estaba solo en el mundo y no lograba ser feliz, esta era una cicatriz que jamás sanaría. 

Esto me recordaba las veces que caminaba por la Alameda a observar a la gente pasar, y veía en ellas muchas caras, pero las que más envidaban eran las sonrisas, de alguna manera aborrecía la felicidad, no entendía su felicidad y nunca me tome el tiempo de pensar en ello. Se me hacía tonta la felicidad que en ellos habitaba, sentía que eran unos ignorantes porque no sabían que la alegría era efímera y que se les terminaría cuando menos se lo esperaban. Quería compartirles mis desgracias para que ellos tampoco pudieran disfrutar de su felicidad, odiaba añorar lo que los demás temían y mi mundo no era tan diferente a este, todo el universo se ponía en mi contra, me mostraba aquello que simplemente no quería ver, quería ser un ciego, una persona más que no se diera cuenta del flujo de la vida pero simplemente no podía ignorarlo pues aquello era la sombra que me seguía.

Seguí caminando, y entre paso y paso recordé lo que la puerta decía, aquel consejo, aquella descripción que había leído antes de entrar, y comprendí poco a poco que para salir de este infierno debería de amar la vida, debería seguir adelante, puesto que mi vida al igual que todas las demás tenían sus altas y sus bajas, y no podía anhelar lo que los demás tenían ya que ellos no podían tener lo que yo vivía. Mi vida es mía, soy Hadys y tengo virtudes, pecados, defectos, y grandezas, yo soy yo y nadie más y ellos son absolutamente ellos y no son yo, no podía seguir viviendo a la sombra de un león.

De pronto las personas que estaban a mi alrededor volvían a su estado natural en forma de humo, la gente se iba desintegrando poco a poco y eso me sorprendía, aún seguía triste pero aquel acto me daba miedo puesto que aquel humo se esparcía y al final me encontraba varado en el parque con una densa neblina, no sabía para donde ir y me encontraba más desorientado de lo habitual, pero mi miedo creció cuando escuche a lo lejos un rugido.

-          - ¡Argg!

La voz era como de una bestia, no se escuchaba a un animal, más bien era algo muy perturbador. Dejando afuera eso el humo tenía un olor penetrante de esos que no se olvidan de la noche a la mañana, de esos desagradables que te hacen pensar en las peores cosas, me tape la nariz para dejar pasar la mínima porción de humo pero aun así entraba a mi cuerpo. De nuevo escuché el gruñido.

-         -  ¡Argg!

Esta vez me dio más miedo y se me erizo la piel, pero tomé el valor necesario para dirigirme hacia aquel punto de origen, quería saber realmente que estaba conmigo en aquel inmenso parque.  Llegué al punto de origen y pude ver una especie de sombra entre la neblina, era una sombra robusta como de tres metros de alto al igual que de ancho, me acerqué poco a poco y lentamente con precaución pues aun no podía distinguir bien a que me enfrentaba. Ya cuando estaba lo suficientemente cerca pude ver con detalle aquella bestia.

Esa bestia tenía la forma de un gran perro, solo que los ojos los tenía de serpiente, verdes y penetrantes, la nariz también era de serpiente, de alguna manera extraña era una combinación de animales, debido que de la cintura hacia enfrente tenía pelaje y de la cintura hacía atrás le abundaban grandes escapas. Pero lo que más me sorprendió y lo que más me llamo la atención es que en su lomo tenía una especie de cráteres por donde emanaba el humo, humo que al principio tomaban forma de personas pero al instante se desvanecían, mi depresión había perturbado la envidia que había en mí y el pensamiento razonable sobre mí había contrarrestado a la bestia de cierta manera, pero solo gruñía al verme más nunca se atrevió a atacarme, y las personas que salían de su lomo solo se desintegraban en aquel humo que me rodeaba.

 Aquella bestia era producto de mi envidia, habitaba en mí pero al mismo tiempo pude ver que era una bestia de cierta manera domestica que estaba sufriendo a causa de las cosas que añoraba, podía ver en sus ojos de serpiente una inmensa tristeza. Me acerqué a la  bestia, más que darme miedo me daba una inmensa ternura, sufría por cosas que no debería de sufrir, a paso lento y con precaución llegue a estar a centímetros de él, podía sentir su aliento pero lo que me daba más nervios fue su lengua de serpiente, sentía que me lamía el cabello pero después de meditarlo un rato, di un paso hacia enfrente y toque su pelaje, lo acaricié y poco después le abracé, aquel calor proporcionado hizo que la bestia dejara de gruñir y esta vez empezó a sufrir una metamorfosis en mis brazos, se fue haciendo cada vez más pequeño, perdiendo volumen de manera exponencial hasta que se volvió una pequeña bola negra brillante que se comprimió  y poco después exploto esparciendo así mis sueños, fragmentos de mi vida que me identificaban como Hadys, aquel humo dejo de ser las cosas que añoraba y se convirtieron en las cosas que me definían. Esa bestia albergaba los sueños más atesorados que mi alma tenía y por fuera solo era la envidia superficial en mi vida. Pero de todos aquellos fragmentos solo uno fue el que más me llamo la atención, era el sueño de mis raíces, el resplandor de mi futuro. Aquel fragmento mostraba el reflejo de Karina sobre el lago en el momento que la conocí, en el momento que me enamoré, y era un recuerdo que me definía porque era la nuera era para mí, era el principio de mi cambio y el principio de mi nuevo ser resurgido de las cenizas.

 Intente tocar el fragmento pero cuando lo rocé todo se esfumo, se fue con ello el recuerdo, el humo y al mismo tiempo el parque… De nuevo estaba en el origen de todo, en el cuarto del silencio.


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