También
hay tormentas ajenas.
Deje de pensar por un buen tiempo para
después caminar en dirección de la puerta con el número III, esta puerta al
igual que las anteriores tenía características únicas, podía observar que la
madera que la conformaba era una mezcla de maderas, no solo de un tipo sino de
varios como las aleaciones de los metales. También tenía figuras en el borde de
la puerta, diversas figuras, desde corazones, hasta árboles, hasta amigos entre
otras más, pero el dibujo principal era el que estaba en el centro de la puerta,
pues mostraba una especie de animal amorfo, a la vez parecía perro pero también
tenía algo de serpiente y un poco de ave, en sí más que animal parecía un
alebrije. Tomé la manija y fue cuando empezaron a aparecer las palabras sobre
la puerta, la primera apareció en la parte superior el nombre.
- - La
puerta de la envidia.
Seguido del consejo.
- - Tendrás
lo que sueñas, no lo que los demás sueñan, tú eres yo y los demás son otros.
Después de terminar con aquella lectura, un
resplandor verde me cegó que ya hasta me había acostumbrado a cerrar los ojos, pero cuando los abrí descubrí el siguiente
mundo en el que estaba.
Aquel lugar era un hermoso parque, tenía
árboles por todo el terreno, tenía bancas y muchas fuentes, había figuras creadas
desde piedras en forma de animales, era un lugar muy tranquilo, tan tranquilo
que por un momento pensé que ya estaba en mi mundo, así que decidí caminar
hacia un lugar que me indicara donde estaba, caminé y caminé por un periodo de
tiempo indeterminado pero me di cuenta que no era mi mundo, debido a que no
salía de aquel parque por más que avanzaba, entonces me detuve en una fuente y
empecé a ver a mi alrededor, es cierto, había personas solamente personas sin
otro tipo de ente, pero observé tanto que me di cuenta que todas las personas
en aquel parque estaban acompañadas y eran muy felices. Vi que había familias con un hijo, también
veía a gente enamorada, a gente que por obra del destino conocían al amor de su
vida y desde ahí eran felices, veía a gente con amigos por donde sea, veía
también a un par de ancianos acompañados de algún adulto, veía absolutamente
felicidad en el amor de pareja, de familia y de amigos, veía tantas cosas que
me faltaban, tantas cosas que añoraba tener allá fuera en el mundo a cual
pertenecía. Todo aquello era lo que más anhelaba, lo que me faltaba, lo que
simplemente jamás pude obtener, entonces la depresión se apodero de mí y poco
después aquel sentimiento fue sufriendo una metamorfosis puesto que me llenaba de una ira inexplicable, de una
envidia que jamás podía expresar en mi mundo, quería huir de aquellas visiones,
quería huir de aquel sentir, entonces comencé a correr, a correr, a correr sin
dirección, fue cuando una pareja de enamorados estaban enfrente de mí y para no
evadirlos trate de empujarlos pero cuando realice ese acto me pase derecho,
tropecé y por ende me lastimé un brazo, tenía una raspada de gran magnitud con
sangre escurriendo sobre mi piel, observé a la pareja que acaba de empujar y me
di cuenta que se había dispersado como humo, eso eran, eran personas hechas de
humo y por ello no podía tocarlas, por ello no hablaban, por ello aquel parque
estaba en completo silencio, y apenas me había percatado de aquella acción. Me
quedé en el suelo, y de nuevo miré hacia la pareja y entonces todas las
personas creadas de humo me rodearon y me mostraron su gran felicidad, me
llenaron de envidia y por enojo solo cerré los ojos y comencé a golpear al
suelo, con fuerza, con rapidez, quería que esa situación terminara, quería que
simplemente todo volviera a la normalidad.
Mis nudillos estuvieron llenos de sangre, la ira era incontrolable tan
incontrolable que mi enojo era adimensional, no me importaba el sufrimiento de
mi cuerpo, después de un momento miré de nuevo a las personas, me levanté y
comencé a caminar sin tomarlos en cuenta, con las manos sangradas, con un brazo
sangrado, caminaba lleno de depresión y ya nada me importaba absolutamente
nada, la tristeza se había encarnado en mí.
Yo era un simple Hadys en medio de toda esa gente, y estaba lleno de
envidia pues ellos tenían las cosas que a mí me faltaban y que jamás tendría,
podía ver en ellos la familia que nunca tuve, el amor de Karina que me falta,
la falta de amigos, estaba solo en el mundo y no lograba ser feliz, esta era
una cicatriz que jamás sanaría.
Esto me recordaba las veces que caminaba por
la Alameda a observar a la gente pasar, y veía en ellas muchas caras, pero las
que más envidaban eran las sonrisas, de alguna manera aborrecía la felicidad,
no entendía su felicidad y nunca me tome el tiempo de pensar en ello. Se me
hacía tonta la felicidad que en ellos habitaba, sentía que eran unos ignorantes
porque no sabían que la alegría era efímera y que se les terminaría cuando
menos se lo esperaban. Quería compartirles mis desgracias para que ellos
tampoco pudieran disfrutar de su felicidad, odiaba añorar lo que los demás
temían y mi mundo no era tan diferente a este, todo el universo se ponía en mi
contra, me mostraba aquello que simplemente no quería ver, quería ser un ciego,
una persona más que no se diera cuenta del flujo de la vida pero simplemente no
podía ignorarlo pues aquello era la sombra que me seguía.
Seguí caminando, y entre paso y paso recordé
lo que la puerta decía, aquel consejo, aquella descripción que había leído
antes de entrar, y comprendí poco a poco que para salir de este infierno
debería de amar la vida, debería seguir adelante, puesto que mi vida al igual
que todas las demás tenían sus altas y sus bajas, y no podía anhelar lo que los demás
tenían ya que ellos no podían tener lo que yo vivía. Mi vida es mía, soy Hadys
y tengo virtudes, pecados, defectos, y grandezas, yo soy yo y nadie más y ellos
son absolutamente ellos y no son yo, no podía seguir viviendo a la sombra de un
león.
De pronto las personas que estaban a mi
alrededor volvían a su estado natural en forma de humo, la gente se iba
desintegrando poco a poco y eso me sorprendía, aún seguía triste pero aquel
acto me daba miedo puesto que aquel humo se esparcía y al final me encontraba
varado en el parque con una densa neblina, no sabía para donde ir y me
encontraba más desorientado de lo habitual, pero mi miedo creció cuando escuche
a lo lejos un rugido.
- - ¡Argg!
La voz era como de una bestia, no se
escuchaba a un animal, más bien era algo muy perturbador. Dejando afuera eso el
humo tenía un olor penetrante de esos que no se olvidan de la noche a la
mañana, de esos desagradables que te hacen pensar en las peores cosas, me tape
la nariz para dejar pasar la mínima porción de humo pero aun así entraba a mi
cuerpo. De nuevo escuché el gruñido.
- - ¡Argg!
Esta vez me dio más miedo y se me erizo la
piel, pero tomé el valor necesario para dirigirme hacia aquel
punto de origen, quería saber realmente que estaba conmigo en aquel inmenso
parque. Llegué al punto de origen y pude
ver una especie de sombra entre la neblina, era una sombra robusta como de tres
metros de alto al igual que de ancho, me acerqué poco a poco y lentamente con
precaución pues aun no podía distinguir bien a que me enfrentaba. Ya cuando
estaba lo suficientemente cerca pude ver con detalle aquella bestia.
Esa bestia tenía la forma de un gran perro,
solo que los ojos los tenía de serpiente, verdes y penetrantes, la nariz
también era de serpiente, de alguna manera extraña era una combinación de
animales, debido que de la cintura hacia enfrente tenía pelaje y de la cintura
hacía atrás le abundaban grandes escapas. Pero lo que más me sorprendió y lo
que más me llamo la atención es que en su lomo tenía una especie de cráteres
por donde emanaba el humo, humo que al principio tomaban forma de personas pero
al instante se desvanecían, mi depresión había perturbado la envidia que había
en mí y el pensamiento razonable sobre mí había contrarrestado a la bestia de
cierta manera, pero solo gruñía al verme más nunca se atrevió a atacarme, y las
personas que salían de su lomo solo se desintegraban en aquel humo que me rodeaba.
Aquella bestia era producto de mi envidia, habitaba en mí pero al mismo tiempo
pude ver que era una bestia de cierta manera domestica que estaba sufriendo a
causa de las cosas que añoraba, podía ver en sus ojos de serpiente una inmensa tristeza.
Me acerqué a la bestia, más que darme
miedo me daba una inmensa ternura, sufría por cosas que no debería de sufrir, a
paso lento y con precaución llegue a estar a centímetros de él, podía sentir su
aliento pero lo que me daba más nervios fue su lengua de serpiente, sentía que
me lamía el cabello pero después de meditarlo un rato, di un paso hacia enfrente
y toque su pelaje, lo acaricié y poco después le abracé, aquel calor
proporcionado hizo que la bestia dejara de gruñir y esta vez empezó a sufrir una
metamorfosis en mis brazos, se fue haciendo cada vez más pequeño, perdiendo
volumen de manera exponencial hasta que se volvió una pequeña bola negra
brillante que se comprimió y poco
después exploto esparciendo así mis sueños, fragmentos de mi vida que me identificaban
como Hadys, aquel humo dejo de ser las cosas que añoraba y se convirtieron en
las cosas que me definían. Esa bestia albergaba los sueños más atesorados que
mi alma tenía y por fuera solo era la envidia superficial en mi vida. Pero de
todos aquellos fragmentos solo uno fue el que más me llamo la atención, era el
sueño de mis raíces, el resplandor de mi futuro. Aquel fragmento mostraba el
reflejo de Karina sobre el lago en el momento que la conocí, en el momento que
me enamoré, y era un recuerdo que me definía porque era la nuera era para mí,
era el principio de mi cambio y el principio de mi nuevo ser resurgido de las
cenizas.
Intente tocar el fragmento pero cuando lo rocé todo se esfumo, se fue
con ello el recuerdo, el humo y al mismo tiempo el parque… De nuevo
estaba en el origen de todo, en el cuarto del silencio.
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