No
todo es pecado.
Esta vez antes de dirigirme a la siguiente
puerta decidí pensar sobre todo lo que había vivido, en primera estancia se
encontraba la puerta del amor donde conocí a una chica especial, después siguió
lujuria que me encerraba en el deseo, seguido de la envidia que tenía clavada
en el alma, después paso la verdad que se mostró en forma de espejo, la gula
hizo de mi cuerpo un menú especial y por último la pereza en la cual habían
pasado tanto tiempo para superar aquella puerta, entonces… ¿Cuánto tiempo llevo
lejos de mi mundo?
A veces quisiera regresar a mi mundo para así
poder solucionar todos los problemas que tuve como Hadys pasado, pero también
pensaba en quedarme, puesto que aquí aprendía muchas cosas que había olvidado,
aunque sin pensarlo dos veces me di cuenta que cada vez se hacía más complicado
salir de un mundo para superar la puerta y para reconocer mis defectos.
Después de meditar un poco camine hacía la
puerta que tenía el número VII, apenas iba a abrir la puerta que representaba
la mitad de las puertas de aquel cuarto, seguí caminando y cuando llegue noté
que la puerta era sencilla, no tenía nada raro. Pensé tomar la manija pero
cuando voltee me di cuenta que no había manija alguna, solo había una especie
de hueco en forma
de mano donde podría poner alguna de las mías, sin saber que hacer puesto que
no sabía cómo abrirla pues decidí poner la mano sobre aquel orificio, entonces
una manija apareció al costado. Pero antes de tomar aquella manija visualice
las letras que aparecían sobre la puerta.
- - La
puerta de la caridad.
Y debajo venía.
- - Para
recibir hay que dar.
Cuando terminé de leer, entendí que yo le había dado la mano a mi
puerta y ella me había dado la suya, nos habíamos saludado y apenas lo podía
contemplar. También me alegré mucho en ese momento debido a que no era un
pecado el que tenía que conocer, más bien era una virtud la que me esperaba y
con esa emoción tomé la decisión de abrir la puerta y todo cambio.
Al otro lado de la puerta pude descubrir una
serie de imágenes que me rodeaban completamente, esas imágenes me mostraban la
caridad y su contra parte, pero pasaban tan rápido que no pude notar gran parte
de lo que se me mostraba. Lo único que pude reconocer fue la guerra mundial,
también vi enfermedades, hambruna con los pobres cuando los ricos tiraban
comida, podía ver el abandono de las personas por sus familiares pero al mismo
tiempo podía reconocer a personas conocidas haciendo una buena acción, el padre Orlando ayudando a
los niños huérfanos, a doña Jacinta ayudando a la gente de pueblo, a mis padres
ayudando a toda persona que se encontraban, aquellas imágenes me rodearon de
manera tan perturbadora que cuando rozaron mi piel ellas se destrozaron, se
rompieron y todas aquellas partículas que caían formaron el nuevo mundo, no era
tan fantástico como los anteriores que había pasado pero este era tan natural y
normal puesto que me encontraba en el parque donde decidí hablarle a Lizbeth.
En aquel pueblo donde viví mi infancia pude
ver la caridad y la contra parte, porque mientras doña Jacinta ayudaba, alguien
más a su espalda hablaba mal de ella, mientras el padre Orlando hacia su obra
de caridad alguien más lo criticaba, también pude ver a don Antonio tirar la
comida que le sobraba cuando alguna gente del pueblo apenas y podía subsistir.
Había entendido en tan poco tiempo el dicho que en mi infancia siempre había
escuchado.
- - Pueblo
chico, infierno grande.
Entonces pude percatarme de que la virtud
llamada caridad podría hacer la diferencia entre el bien y el mal con el cual
el ser humano se desarrolla.
Comencé a caminar rumbo a la iglesia donde
pase gran parte de mi vida y al llegar noté como la gente se proyectaba ante la palabra de Dios que venía en un libro que las
personas denominan biblia. Podía ver cómo la gente pensaba que con rezar podían
llegar al cielo o se sentían buenas sobre todas las demás personas que no
acudían a misa, mucha gente piensa que la biblia es el instrumento para llegar
a Dios, pero no es así, la religión solo te puede enseñar la moralidad pero no
hay más, solo una buena educación por medio de oraciones. También podía ver
cómo la gente era hipócrita, como esa misma gente que se la pasaba en la
iglesia resultaban ser ángeles ante los ojos de una cruz, de una imagen o de
algún santo, pero saliendo de la iglesia se convertían en los demonios que
llevaban dentro, desataban sus pecados y se olvidaban de todo lo que habían orado
aquel día. Posiblemente Dios este tan viejo que no se dio cuenta que moldeo a
los humanos a su semejanza, no se
percató que él también comete errores.
La caridad no se daba solamente practicando
una religión, más bien para tener una caridad hay que saber dar y para dar hay
que saber recibir.
Por arte de magia esta vez me
teletransportaron hacia mis primeros días en el D.F pero no era muy diferente
de un pueblo a una ciudad, la caridad se podía observar, pero como en la
mayoría de los casos era ignorada, en cambio, lo contrario de la caridad se
notaba a simple vista, más vagabundos, más hambruna, mas discriminación, entre
más gente había en un sitio, más se notaba la falta de caridad en el ser. Podía
ver los actos de mi vida pasada, pero de nuevo me
teletransportaron hacia otro lugar, esta vez me encontraba en la Alameda, en el
lugar donde todo comenzó, pude ver a gente caritativa y a gente nada
caritativa, pude ver mi soledad, siempre estaba solo y también observé cuando
me tropecé con la vagabunda de la cual me disculpe de manera inmediata por no
haberla visto en mi camino.
El inicio de la caridad comenzaba con un
simple saludo.
- - Hola.
- - ¿Cómo
estás?
- - Buenas
tardes.
Todo aquello era el inicio de algo, hay gente
que no sabe que la caridad es dar un saludo para recibir una contestación, pero
es dar algo desde el fondo de nuestra alma, es dar con el corazón y no con la
razón. Es cierto, había humanos más bestias que otros, había humanos con más
virtudes que otros, pero no por ello se debe de olvidar la caridad puesto que
esa virtud debe nacer de cada uno de nosotros puesto que no somos perfectos y
así como todos, somos tan malditos y benditos al mismo tiempo.
De nuevo me teletransportaron y esta vez
aparecí enfrente de una puerta igual a la que había abierto anteriormente solo
que está no tenía el lugar para poner la mano, solo contaba con un orificio por
el cual me agache y miré hacia el otro extremo, lo único que pude ver fue una
frase que decía.
- - Dime
lo que ves.
Pero no veía nada, solo veía aquellas letras
así que no sabía que decir puesto que solo eran unas simples letras, pero poco
después me acordé de la mesera que me dio la respuesta en la puerta de la gula
y yo simplemente la ignoré, así que me percate de lo que debería de hacer. Entonces
dije.
- - Veo
letras.
Y algo fantástico ocurrió, la puerta se abrió
para darme el paso al cuarto del silencio. A
veces las cosas son tan sencillas que es imposible creer en ellas.
Salí muy confuso de aquella puerta, a
diferencia de las demás, está no me puso a prueba realmente y eso era muy raro
por la temática que llevaba, solo me mostro fragmentos, recuerdos para que
identificara la virtud, quizás esta puerta me demostró que para recibir tenemos
que dar, posiblemente tendría que abrir las puertas para que ellas me dieran su
conocimiento, y es así como funciona el cuarto del silencio, tengo que darles a
la puerta una pedazo de mi tiempo para que ellas me den un pedazo de la existencia
de la vida.
Sonreí y comprendí que mi camino aún le
faltaban unas cuantas puertas más.
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