miércoles, 12 de abril de 2017

La avenida, capítulo 6: La prole feliz

La prole feliz


Salí por aquel portón gris.

Con la cabeza fija al suelo, con la mirada instalada en la raíz de una penumbra.

La calle daba la impresión de ser peligrosa, era una calle perpendicular a la gran avenida, una calle tétrica como sacada de algún barrio de Tepito.

La gente de la baja cuna tiene una alegría en su alma, es natural, es vida, es algo que la mayoría de las personas ignora, la felicidad de los sin dinero no se puede comprar, y cada día que paso por ahí, me invade el temor, el miedo y la ira, cada vez que paso por ahí me resguardo en la luz para que no me vean, para que no me encuentren.

¿Por qué desconfiamos de esa gente?

Quizás solo sean ideas compradas de algún mercado, quizás solo sean indicios de algo que nos perturba en el pasado, la desconfianza que imparte esa gente es abrumadora, pero la cuestión es…

¿Por qué?

Quizás Dios nos indujo una especie de emoción contra esa gente, tal vez el Demonio solo quiso jugar un rato con los humanos, Daniel nunca pasa por esa calle, el prefiere entrar por la paralela a la gran avenida, a Sebastián no le importa, él siempre se ha creído el más valiente de mis amigos, Juan y Agustín no son muy diferentes, ambos le temen pero no la evitan.

La calle es fea por sí sola, pero la gente que habita en ella hace que parezca un lugar donde podría desarrollarse alguna novela de terror, alguna novela de suspenso, es complicado y a la vez cotidiano vivir en aquella calle, donde la gente está sin camisa, con el sudor en el cuerpo, con la frente marchita, con la droga en sus pulmones, el perfume que ocupan es la marihuana que nunca se les acaba, y que siempre es eterna…

Pero la felicidad ahí radica en ellos, no en el poder adquisitivo, o en la economía mundial, sino en unos simples frijoles con huevo o unos huevos con frijoles porque algunos dicen que de manera inversa la combinación puede saber más rica, ellos así lo creen y yo a sí creo en ellos, porque dan la mano al paralitico, ayuda al afligido, alcohol a los desenamorados, tienen virtudes ocultas en su mugre, tienen el respeto obtenidos en la incertidumbre.

La calle melancolía, el día lluviosa y triste, los pobre ocultos en sus goteras, y yo sonámbulo en la calle, sin amada, sin mis amigos…

Ellos son pobres de dinero y yo soy pobre de vida.

Pinche tragedia la mía, pinche soledad de muerte, pinche depresión en la sonrisa.

Pero basta, terminé de estar triste y sonreí a la calle a la calle, a las personas que no estaban, a los gemidos perdidos, a la musa olvidada, a los amores eternos, a las traiciones filosas, a la humanidad perpleja, a la inestabilidad del equilibrio, sonreí a los Dioses muertos, a los Demonios olvidados, a la falta de hambre, a la falta de sueño, sonreí a todo los laberintos sin salida, a los complejos sencillos de inestabilidad, sonreí porque en esa calle hay un guardián, no un ángel, di abunda por las noches y te protege por las tardes, ninja con camiseta y de corcel un Pitbull, un rico en vida, en alma y sentimientos, y es esencia. Uno sonríe por las luces de navidad en la penumbra del abismo que nunca hemos querido visitar, de una fábula jamás expresada en los medios de comunicación y sonreír porque la vida al igual que esta calle no se acaba, sigue, prosigue y se hereda.

Y me llega un breve recuerdo, una anécdota de vida, un plus de elegancia en esa calle, el día con sol insoportable y así los hombres reunidos haciendo galaxias con sus manos, con el efecto de la droga hace que les salgan alas, y vuelan como ninguna otra ave, y en aquella avenida nadie lo hace.

¿Curioso?

La vida es curiosa sin importar el ángulo con la cual la mires, la vida es instantánea, y en ocasiones una simple droga hace que los pobres, que los sin nada, que los jodidos, que los de categoría mínima… ¡Carajo! ¡Odio esto de las clases sociales! Definir es construir fronteras y eso aún no lo aprenden los jodidos, los pobres, los sin nada, los de categoría mínima de la humanidad.

Un status económico no te da la categoría sobre otro, solo te da más papel que día a día vale menos, ellos felices por su economía y la prole feliz por la vida.

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