martes, 4 de abril de 2017

La avenida, capítulo 5: Las putivecinas y el fraude amoroso.

Las putivecinas y el fraude amoroso


Salí del departamento número cinco, el sol apenas se asomaba en aquella mañana, algo fúnebre se olía en la estación cerca al invierno, y no paraba de pensar, todo se entre mezclaba con el sereno, con la humedad contaminando el ambiente, y seguía pensando, mis hilos se manejaban solos, era una marioneta de aquellos pensamientos, un sistema de flujo bastante complejo para abastecer solo una pequeña botella vacía, y mi pensamiento era una locomotora, bellas locomotoras, y la locomotora perdía el control, me dejaba aquellos pensamientos sin límite alguno, sin sustancia alguna, sin vida alguna, sin muerte alguna, sin algo alguno.

Comenzaba a bajar aquellos escalones de esa tétrica escalera, y a cada paso dado, un escalón retumbaba, hacía vibrar la estructura, y a cada ¡bum! Se destruía algo dentro de mí, se hacía añicos mi alma, mi pensar, mi pesar, mis fraudulentas simpatías. Y seguí bajando las escaleras sin percatarme, por un tiempo indeterminado, por un indeterminado espacio.

Pero aquella sinfonía de escalones ruidosos, de pensamientos lúgubres, fueron interrumpidos porque apareció Daniel ante mí, con esa mirada naufragando en la tristeza, con esa esperanza arrastrada por los pies, con la depresión ahogada en su rostro, me vio fijamente, me abrazó, le correspondí porque estaba solo al igual que yo.

Me dijo.

-¿Qué es el amor?

De manera inmediata, mi pensamiento era una locomotora descarrilada, respondí.

-Una enfermedad que nos hace agonizar. Un cumulo de sueños falsos, de cuerpos impuros, de engaños y mentiras disfrazados de besos y chantajes, un simple virus del cual uno no se puede curar, un desperdicio de tiempo, una sinfonía no afinada, ¿qué más da lo que te diga yo del amor?, al final tú tendrás tu propia respuesta.

Suspiró, dio un paso y desapareció, se esfumó como el último cigarrillo de Evelyn.

Desperté de aquella visión cuando escuché unas risas, luego de algunas complejidades, escuché unos gemidos y aquellos terminaron en lágrimas que caían como lluvia, pequeña lluvia en aquella tempestad que apenas se acercaba.

Las putivecinas del departamento once hacían de nuevo sus rutinas, risas y carcajadas con el alcohol en su sangre, sexo en diversas camas para demostrar lo real de un sentimiento falso, y para terminar con broche de angustia, unas cuantas lágrimas para atenuar aquel fraude amoroso.

El deseo, la lujuria, el cielo, el amor, la pasión, la amistad, la religión, la ideología, los principios, lo moral, lo ético, lo natural, loa artificial, lo mundano, lo complejo, lo sencillo, el odio, los compañeros, los enemigos, Dios, Satán, los ángeles, los demonios, los humanos, todo, absolutamente todo terminaba en el mismo lugar, la basura.

¿Qué es el amor?

Es una palabra que no tiene significado, es un sentimiento desconocido que abruma todas las almas, una paradoja entre el ayer y el mañana, entre Mar y un Daniel, entre lo que es y no fue…

 El amor es el sentimiento más extraño que forjaron los grandes Dioses y destruyeron los ángeles, un sentir inexplicable de la vida, una ironía de la propia muerte.

La lluvia descendía por aquellas estructuras y con ello las penas de aquellas vecinas que nunca han conocido el amor, de aquellas que se perdían en el éxtasis de la vida, en la penumbra de la agonía, del fracaso iniciado que jamás terminó.

Las putivecinas, buenas mujeres de alta cuna y baja cama, una estudiante de medicina y otra de maestría en ciencias aplicada a la toxicología, eran bellas a su estilo sin duda alguna, ebrias a su estilo con duda alguna, el cigarro se fugaba por sus ventanas y el semen se almacenaba en sus recuerdos, semana por semana un chico nuevo, como los del departamento seis, un amor nuevo,  una cogida menos y un fracaso más, semana tras semana se repetía la rutina, el ciclo y la anomalía que siempre se experimentaba, y yo nunca quise copular con ellas, solo escuchaba, aconsejaba, y me iba vacío por dentro, ellas tenían sus aventuras baratas y yo ni a eso llegaba, las putivecinas con el fraude amoroso y yo con la agonía por dentro.

¿Qué es el jodido amor?

Entre los otros hay alguno que dice que es la base de una gran pirámide con 14 niveles.

¡Ja!

Una pirámide es de muchos siglos anteriores, sería mejor un edificio contra sismos, para que no haya caída alguna, el amor sustenta toda la vida, eso dice aquella persona que se encuentra entre los otros, aun no logro conocerla, ni siquiera me ha dicho su nombre…

¡Qué extraño suceso!

 Pero realmente que era el amor…

Son un puñado de historias mal escritas, flechas tiradas y unas alas cortadas de tal cupido, agonizaba el amor en cada flujo de vida, en cada sortilegio de muerte, ¡carajo! ¡Me lleva la reputizima chingada! Ya ni Sebastian me puede controlar, ya no me relaja, y exploto, y vuelvo a explotar, y estallo y vuelvo a estallar…

Y antes de abrir esa última puerta para salir a la calle, antes de dar el último reclamo, me viene a la mente Daniel , pobre de él, solo le quería demostrar lo mucho que le interesaba, que le importaba, para él, ella era todo, pobre Daniel,  fue desterrado de la tierra del amor, sin aviso alguno, sin conjunción cierta…

¿Cómo buscar el amor cuándo se piensa solo en pasión, sexo y lujuria?

Algo que aquellas putivecinas nunca tomaron en cuenta, pero ellas tienen la vaga idea de que unir dos cuerpos es amor, pero no comprenden que va más allá de eso, que solo no es unir, que es más que nada fundirse en una obra de arte jamás contemplada. El ir y venir no era aptó para los amantes eternos en su instante indefinido. 

¡Maldita sea!

Y me vuelvo a descontrolar, me encuentro en un momento bipolar que cambia rotundamente, que no se regenera, que nunca se crea y que jamás se destruye, soy un simple glorificado en todas las direcciones, un campo electromagnético más,  y lloré, y grité, y salí corriendo hacia aquella puerta, quería estallar, gritar, romperme, derramarme en el lecho de mi alma, quería huir de aquellas malditas paredes que atormentaban el pensamiento, quería escapar de aquellos departamentos infernales llenos de tanta podredumbre.

¡Maldita sea!

Hablar del amor me pone loco, aunque loco ya estaba, me trae de cabeza aquel tema tan enigmático, de mano en mano y de pie en pie.

¡Maldito seas amor!

¡Maldito seas!


¡Maldito!

Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida bajo leyes del copyright y decretos internacionales. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te hizo experimentar el escrito?