Las
putivecinas y el fraude amoroso
Salí del departamento número cinco, el sol
apenas se asomaba en aquella mañana, algo fúnebre se olía en la estación cerca
al invierno, y no paraba de pensar, todo se entre mezclaba con el sereno, con
la humedad contaminando el ambiente, y seguía pensando, mis hilos se manejaban
solos, era una marioneta de aquellos pensamientos, un sistema de flujo bastante
complejo para abastecer solo una pequeña botella vacía, y mi pensamiento era
una locomotora, bellas locomotoras, y
la locomotora perdía el control, me dejaba aquellos pensamientos sin límite
alguno, sin sustancia alguna, sin vida alguna, sin muerte alguna, sin algo
alguno.
Comenzaba a bajar aquellos escalones de esa
tétrica escalera, y a cada paso dado, un escalón retumbaba, hacía vibrar la
estructura, y a cada ¡bum! Se
destruía algo dentro de mí, se hacía añicos mi alma, mi pensar, mi pesar, mis
fraudulentas simpatías. Y seguí bajando las escaleras sin percatarme, por un
tiempo indeterminado, por un indeterminado espacio.
Pero aquella sinfonía de escalones ruidosos,
de pensamientos lúgubres, fueron interrumpidos porque apareció Daniel ante mí, con esa mirada
naufragando en la tristeza, con esa esperanza arrastrada por los pies, con la
depresión ahogada en su rostro, me vio fijamente, me abrazó, le correspondí
porque estaba solo al igual que yo.
Me dijo.
-¿Qué es
el amor?
De manera inmediata, mi pensamiento era una locomotora descarrilada, respondí.
-Una
enfermedad que nos hace agonizar. Un cumulo de sueños falsos, de cuerpos
impuros, de engaños y mentiras disfrazados de besos y chantajes, un simple
virus del cual uno no se puede curar, un desperdicio de tiempo, una sinfonía no
afinada, ¿qué más da lo que te diga yo del amor?, al final tú tendrás tu propia
respuesta.
Suspiró, dio un paso y desapareció, se esfumó
como el último cigarrillo de Evelyn.
Desperté de aquella visión cuando escuché
unas risas, luego de algunas complejidades, escuché unos gemidos y aquellos
terminaron en lágrimas que caían como lluvia, pequeña lluvia en aquella
tempestad que apenas se acercaba.
Las putivecinas
del departamento once hacían de nuevo sus rutinas, risas y carcajadas con
el alcohol en su sangre, sexo en diversas camas para demostrar lo real de un
sentimiento falso, y para terminar con broche de angustia, unas cuantas
lágrimas para atenuar aquel fraude
amoroso.
El deseo, la lujuria, el cielo, el amor, la
pasión, la amistad, la religión, la ideología, los principios, lo moral, lo
ético, lo natural, loa artificial, lo mundano, lo
complejo, lo sencillo, el odio, los compañeros, los enemigos, Dios, Satán, los
ángeles, los demonios, los humanos, todo, absolutamente todo terminaba en el
mismo lugar, la basura.
¿Qué es
el amor?
Es una palabra que no tiene significado, es
un sentimiento desconocido que abruma todas las almas, una paradoja entre el
ayer y el mañana, entre Mar y un Daniel, entre lo que es y no fue…
El
amor es el sentimiento más extraño que forjaron los grandes Dioses y
destruyeron los ángeles, un sentir inexplicable de la vida, una ironía de la
propia muerte.
La lluvia descendía por aquellas estructuras
y con ello las penas de aquellas vecinas que nunca han conocido el amor, de
aquellas que se perdían en el éxtasis de la vida, en la penumbra de la agonía,
del fracaso iniciado que jamás terminó.
Las putivecinas, buenas mujeres de alta cuna
y baja cama, una estudiante de medicina y otra de maestría en ciencias aplicada
a la toxicología, eran bellas a su estilo sin duda alguna, ebrias a su estilo
con duda alguna, el cigarro se fugaba por sus ventanas y el semen se almacenaba
en sus recuerdos, semana por semana un chico nuevo, como los del departamento
seis, un amor nuevo, una cogida menos y
un fracaso más, semana tras semana se repetía la rutina, el ciclo y la anomalía
que siempre se experimentaba, y yo nunca quise copular con ellas, solo escuchaba,
aconsejaba, y me iba vacío por dentro, ellas tenían sus aventuras baratas y yo
ni a eso llegaba, las putivecinas con el fraude amoroso y yo con la agonía por
dentro.
¿Qué es
el jodido amor?
Entre los otros
hay alguno que dice que es la base de una gran pirámide con 14 niveles.
¡Ja!
Una pirámide es de muchos siglos anteriores,
sería mejor un edificio contra sismos, para que no haya caída alguna, el amor
sustenta toda la vida, eso dice aquella persona que se encuentra entre los otros, aun no logro conocerla, ni
siquiera me ha dicho su nombre…
¡Qué
extraño suceso!
Pero realmente que era el amor…
Son un puñado de historias mal escritas,
flechas tiradas y unas alas cortadas de tal cupido, agonizaba el amor en cada
flujo de vida, en cada sortilegio de muerte, ¡carajo! ¡Me lleva la reputizima chingada! Ya ni Sebastian me puede controlar, ya no me
relaja, y exploto, y vuelvo a explotar, y estallo y vuelvo a estallar…
Y antes de abrir esa última puerta para salir
a la calle, antes de dar el último reclamo, me viene a la mente Daniel , pobre de él, solo
le quería demostrar lo mucho que le interesaba, que le importaba, para él, ella era todo, pobre Daniel, fue desterrado de la tierra del amor, sin
aviso alguno, sin conjunción cierta…
¿Cómo
buscar el amor cuándo se piensa solo en pasión, sexo y lujuria?
Algo que aquellas putivecinas nunca tomaron
en cuenta, pero ellas tienen la vaga idea de que unir dos cuerpos es amor, pero
no comprenden que va más allá de eso, que solo no es unir, que es más que nada
fundirse en una obra de arte jamás contemplada. El ir y venir no era aptó para
los amantes eternos en su instante indefinido.
¡Maldita
sea!
Y me vuelvo a descontrolar, me encuentro en
un momento bipolar que cambia rotundamente, que no se regenera, que nunca se
crea y que jamás se destruye, soy un simple glorificado en todas las
direcciones, un campo electromagnético más, y lloré, y grité, y salí corriendo hacia
aquella puerta, quería estallar, gritar, romperme, derramarme en el lecho de mi
alma, quería huir de aquellas malditas paredes que atormentaban el pensamiento,
quería escapar de aquellos departamentos infernales llenos de tanta
podredumbre.
¡Maldita
sea!
Hablar del amor me pone loco, aunque loco ya
estaba, me trae de cabeza aquel tema tan enigmático, de
mano en mano y de pie en pie.
¡Maldito
seas amor!
¡Maldito
seas!
¡Maldito!
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