martes, 25 de abril de 2017

Un lobo mayor

Un lobo mayor


Un lobo mayor se ha ido, ni sus largas patas le dieron la salvación de la muerte, ni su gran pelaje lo cubrió de aquel aliento fúnebre, ni los colmillos aterrorizaron al destino…

¡Y qué triste!

Murió solo sin la manada criada, solo con su loba abandonada, solo con los nietos jamás queridos, con los hijos olvidados, con la hija abominable…

Y partió, se fue, y jamás volverá, y los lobos aullaron desde cada rincón, desde cada luna, desde aquel territorio con una manada nueva…


El lobo mayor se ha ido y con él los recuerdos que jamás he tenido. 


Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida bajo las leyes del copyright y decretos internacionales. 

lunes, 24 de abril de 2017

La avenida, capítulo 7: Ricos muertos en vida.

Ricos muertos en vida


Y así llego a pensar que esta calle de barrio pobre se encuentra en toda una manzana de barrio rico.

¿Qué distinción más promiscua se ha dado?

Los ricos o pseudo ricos viven en grandes casas de lujo, donde la preocupación es la nana o la chacha, donde la  preocupación es tener la última ropa de moda, el último móvil moderno, donde les preocupa que el dólar cueste más porque les alcanza para menos.

Aquellos ricos pueden tener hijos, pero así como los tienen, así los olvidan, los mandan al baúl de los recuerdos y se los encargan a terceras personas que sean sus suplementes como madre.

¿Los desconocidos pueden ser madre sin genes?

Sin duda alguna sí, pero no es lo más óptimo, la belleza de tener un hijo es algo que solo los padres genéticamente deben sentir, no he tenido hijo alguno pero me gustaría pensar tener algunos, llamarla Victoria, Luna o algún chiquillo y ponerle como mi amigo Daniel o Bruno, pero no los tengo aún, quizás obtenga un pilón por buscarlos tanto. Pero uno debe sentir a ese bebé crecer, verlo reír, llorar, apoyarlo, uno debe olvidarse del dinero y de las riquezas, y uno debe de ir corriendo a abrazar a su esposa, al vientre, de aportar ese calor al feto para que nazca grande y fuerte, porque la única medicina que lograr curar todas los males es el amor, y así es como el dinero no lo puede comprar, los ricos se mueren en vida porque no saben apreciar los tesoros que nos mantienen vivos.

Me detengo antes de llegar a la gran avenida y veo un cambio constante, todo cambia con respeto a la calle mientras ellos son felices en su miseria,  los niños están inmersos en su mundo que poco a poco llegan a su destrucción…

¿Por qué todo se ve a través de un contraste o una comparación?

Lo bueno y lo malo son grandes enigmas con la cual el ser está familiarizado, con el cual el ser crece, entonces todo se contrarresta con un polo inverso.

La relatividad monetaria cuelga de un péndulo, se establece ahí y solo la pueden regir los que tienen gran poder sobre el mundo, pero aun así la economía no es un factor importante para las personas, ellos deben aprender a observar que la naturaleza es más abrumadora que todo aquel poder que algún día podrán tener o soportar…

Hay muchas cosas en esta vida que no se pueden comprar, bastantes cosas que no tienen interés o mensualidades, hay varios aspectos que esta gente debe aprender, y por ello me detengo en el cruce de esta gran avenida para adentrarme al flujo monetario que son como corrientes marinas, mientras las grandes personas con sus barcos, yo voy nadando y si tengo suerte tomo un bote y me transporto a las islas donde se encuentran los grandes tesoros que nos esperan con ansias.
Hay guerras en ese océano, piratas contra piratas luchando por el botín y a veces sacan a sus kraquenes  para defender el territorio, y los grandes tentáculos embisten a cualquiera que les estorbe en el camino, y no se percatan de que su mierda estorba más que todo lo anterior mencionado. 

¡Maldita mierda!

Comprar vida, comprar muerte, no hay más alternativas, y tengo miedo de dar el siguiente paso, tengo miedo al agua, a este mar inmenso que ahoga a la gente, que corrompe a los barcos, que aniquila a los kraquenes, tengo miedo de este mar porque para algunos es difícil salir de ahí y en una ocasión los otros me transmitieron una anécdota…

Me dijeron que hace tiempo había existido un valiente guerrero que quiso conquistar aquel océano, que tenía sueños sustentables en una base incorruptible que podía nadar millas, que sabía navegar en el flujo de la vida, que era imparable y nada lo detenía, me habían dicho que cierto día del mes de Julio se le había presentado la osadía de la vida, trascurría el día once del mes y el zarpó para conquistar la última isla que quedaba, estaba a punto de coronarse como el rey de los piratas, pero al acercarse no se percató de que había una hermosa y sensual sirena, no se dio cuenta que le habían hipnotizado con su voz melodiosa, una sirena muy particular ya que utilizaba lentes y tenía una melena de león, figuraba en ella un felino, que estremecía a la presa, él no fue cauteloso y su base de manera lamentablemente fue derrumbada como la pluma que tira una pirámide, como la pluma que es la base de los edificios, y de esa manera el reinado de aquel pirata terminó…

Dicen que la sirena al final se lo terminó comiendo, dicen que devoró todo el cuerpo y que al final dejó el corazón, algunos dicen que conserva el corazón porque fue el amor de su vida, bueno, el pirata de su vida, otros dicen que se lo fue comiendo poco a poco porque odia a los humanos, la verdadera historia nunca se supo porque después de aquel día no se volvió a saber de ella, la última versión que escuché es que ella terminó envenenada pues el cuerpo del pirata contenía algún químico mortífero…

Las historias que cuentan los otros sobre la avenida, son terroríficas y tristes.


Y es así como las ricos muertos en vida no cuentan historias solo dinero, no hacen personajes, pretenden comprobarlos, es así como esa gente rica pretende vivir entre lujos que no satisfacen las necesidades de sus hijos, de sus esposas o esposos, de sus hermanos, solo de ellos, porque su ego es más grande que el océano, pero su vida es más pequeña que ellos…  

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miércoles, 12 de abril de 2017

La avenida, capítulo 6: La prole feliz

La prole feliz


Salí por aquel portón gris.

Con la cabeza fija al suelo, con la mirada instalada en la raíz de una penumbra.

La calle daba la impresión de ser peligrosa, era una calle perpendicular a la gran avenida, una calle tétrica como sacada de algún barrio de Tepito.

La gente de la baja cuna tiene una alegría en su alma, es natural, es vida, es algo que la mayoría de las personas ignora, la felicidad de los sin dinero no se puede comprar, y cada día que paso por ahí, me invade el temor, el miedo y la ira, cada vez que paso por ahí me resguardo en la luz para que no me vean, para que no me encuentren.

¿Por qué desconfiamos de esa gente?

Quizás solo sean ideas compradas de algún mercado, quizás solo sean indicios de algo que nos perturba en el pasado, la desconfianza que imparte esa gente es abrumadora, pero la cuestión es…

¿Por qué?

Quizás Dios nos indujo una especie de emoción contra esa gente, tal vez el Demonio solo quiso jugar un rato con los humanos, Daniel nunca pasa por esa calle, el prefiere entrar por la paralela a la gran avenida, a Sebastián no le importa, él siempre se ha creído el más valiente de mis amigos, Juan y Agustín no son muy diferentes, ambos le temen pero no la evitan.

La calle es fea por sí sola, pero la gente que habita en ella hace que parezca un lugar donde podría desarrollarse alguna novela de terror, alguna novela de suspenso, es complicado y a la vez cotidiano vivir en aquella calle, donde la gente está sin camisa, con el sudor en el cuerpo, con la frente marchita, con la droga en sus pulmones, el perfume que ocupan es la marihuana que nunca se les acaba, y que siempre es eterna…

Pero la felicidad ahí radica en ellos, no en el poder adquisitivo, o en la economía mundial, sino en unos simples frijoles con huevo o unos huevos con frijoles porque algunos dicen que de manera inversa la combinación puede saber más rica, ellos así lo creen y yo a sí creo en ellos, porque dan la mano al paralitico, ayuda al afligido, alcohol a los desenamorados, tienen virtudes ocultas en su mugre, tienen el respeto obtenidos en la incertidumbre.

La calle melancolía, el día lluviosa y triste, los pobre ocultos en sus goteras, y yo sonámbulo en la calle, sin amada, sin mis amigos…

Ellos son pobres de dinero y yo soy pobre de vida.

Pinche tragedia la mía, pinche soledad de muerte, pinche depresión en la sonrisa.

Pero basta, terminé de estar triste y sonreí a la calle a la calle, a las personas que no estaban, a los gemidos perdidos, a la musa olvidada, a los amores eternos, a las traiciones filosas, a la humanidad perpleja, a la inestabilidad del equilibrio, sonreí a los Dioses muertos, a los Demonios olvidados, a la falta de hambre, a la falta de sueño, sonreí a todo los laberintos sin salida, a los complejos sencillos de inestabilidad, sonreí porque en esa calle hay un guardián, no un ángel, di abunda por las noches y te protege por las tardes, ninja con camiseta y de corcel un Pitbull, un rico en vida, en alma y sentimientos, y es esencia. Uno sonríe por las luces de navidad en la penumbra del abismo que nunca hemos querido visitar, de una fábula jamás expresada en los medios de comunicación y sonreír porque la vida al igual que esta calle no se acaba, sigue, prosigue y se hereda.

Y me llega un breve recuerdo, una anécdota de vida, un plus de elegancia en esa calle, el día con sol insoportable y así los hombres reunidos haciendo galaxias con sus manos, con el efecto de la droga hace que les salgan alas, y vuelan como ninguna otra ave, y en aquella avenida nadie lo hace.

¿Curioso?

La vida es curiosa sin importar el ángulo con la cual la mires, la vida es instantánea, y en ocasiones una simple droga hace que los pobres, que los sin nada, que los jodidos, que los de categoría mínima… ¡Carajo! ¡Odio esto de las clases sociales! Definir es construir fronteras y eso aún no lo aprenden los jodidos, los pobres, los sin nada, los de categoría mínima de la humanidad.

Un status económico no te da la categoría sobre otro, solo te da más papel que día a día vale menos, ellos felices por su economía y la prole feliz por la vida.

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martes, 4 de abril de 2017

La avenida, capítulo 5: Las putivecinas y el fraude amoroso.

Las putivecinas y el fraude amoroso


Salí del departamento número cinco, el sol apenas se asomaba en aquella mañana, algo fúnebre se olía en la estación cerca al invierno, y no paraba de pensar, todo se entre mezclaba con el sereno, con la humedad contaminando el ambiente, y seguía pensando, mis hilos se manejaban solos, era una marioneta de aquellos pensamientos, un sistema de flujo bastante complejo para abastecer solo una pequeña botella vacía, y mi pensamiento era una locomotora, bellas locomotoras, y la locomotora perdía el control, me dejaba aquellos pensamientos sin límite alguno, sin sustancia alguna, sin vida alguna, sin muerte alguna, sin algo alguno.

Comenzaba a bajar aquellos escalones de esa tétrica escalera, y a cada paso dado, un escalón retumbaba, hacía vibrar la estructura, y a cada ¡bum! Se destruía algo dentro de mí, se hacía añicos mi alma, mi pensar, mi pesar, mis fraudulentas simpatías. Y seguí bajando las escaleras sin percatarme, por un tiempo indeterminado, por un indeterminado espacio.

Pero aquella sinfonía de escalones ruidosos, de pensamientos lúgubres, fueron interrumpidos porque apareció Daniel ante mí, con esa mirada naufragando en la tristeza, con esa esperanza arrastrada por los pies, con la depresión ahogada en su rostro, me vio fijamente, me abrazó, le correspondí porque estaba solo al igual que yo.

Me dijo.

-¿Qué es el amor?

De manera inmediata, mi pensamiento era una locomotora descarrilada, respondí.

-Una enfermedad que nos hace agonizar. Un cumulo de sueños falsos, de cuerpos impuros, de engaños y mentiras disfrazados de besos y chantajes, un simple virus del cual uno no se puede curar, un desperdicio de tiempo, una sinfonía no afinada, ¿qué más da lo que te diga yo del amor?, al final tú tendrás tu propia respuesta.

Suspiró, dio un paso y desapareció, se esfumó como el último cigarrillo de Evelyn.

Desperté de aquella visión cuando escuché unas risas, luego de algunas complejidades, escuché unos gemidos y aquellos terminaron en lágrimas que caían como lluvia, pequeña lluvia en aquella tempestad que apenas se acercaba.

Las putivecinas del departamento once hacían de nuevo sus rutinas, risas y carcajadas con el alcohol en su sangre, sexo en diversas camas para demostrar lo real de un sentimiento falso, y para terminar con broche de angustia, unas cuantas lágrimas para atenuar aquel fraude amoroso.

El deseo, la lujuria, el cielo, el amor, la pasión, la amistad, la religión, la ideología, los principios, lo moral, lo ético, lo natural, loa artificial, lo mundano, lo complejo, lo sencillo, el odio, los compañeros, los enemigos, Dios, Satán, los ángeles, los demonios, los humanos, todo, absolutamente todo terminaba en el mismo lugar, la basura.

¿Qué es el amor?

Es una palabra que no tiene significado, es un sentimiento desconocido que abruma todas las almas, una paradoja entre el ayer y el mañana, entre Mar y un Daniel, entre lo que es y no fue…

 El amor es el sentimiento más extraño que forjaron los grandes Dioses y destruyeron los ángeles, un sentir inexplicable de la vida, una ironía de la propia muerte.

La lluvia descendía por aquellas estructuras y con ello las penas de aquellas vecinas que nunca han conocido el amor, de aquellas que se perdían en el éxtasis de la vida, en la penumbra de la agonía, del fracaso iniciado que jamás terminó.

Las putivecinas, buenas mujeres de alta cuna y baja cama, una estudiante de medicina y otra de maestría en ciencias aplicada a la toxicología, eran bellas a su estilo sin duda alguna, ebrias a su estilo con duda alguna, el cigarro se fugaba por sus ventanas y el semen se almacenaba en sus recuerdos, semana por semana un chico nuevo, como los del departamento seis, un amor nuevo,  una cogida menos y un fracaso más, semana tras semana se repetía la rutina, el ciclo y la anomalía que siempre se experimentaba, y yo nunca quise copular con ellas, solo escuchaba, aconsejaba, y me iba vacío por dentro, ellas tenían sus aventuras baratas y yo ni a eso llegaba, las putivecinas con el fraude amoroso y yo con la agonía por dentro.

¿Qué es el jodido amor?

Entre los otros hay alguno que dice que es la base de una gran pirámide con 14 niveles.

¡Ja!

Una pirámide es de muchos siglos anteriores, sería mejor un edificio contra sismos, para que no haya caída alguna, el amor sustenta toda la vida, eso dice aquella persona que se encuentra entre los otros, aun no logro conocerla, ni siquiera me ha dicho su nombre…

¡Qué extraño suceso!

 Pero realmente que era el amor…

Son un puñado de historias mal escritas, flechas tiradas y unas alas cortadas de tal cupido, agonizaba el amor en cada flujo de vida, en cada sortilegio de muerte, ¡carajo! ¡Me lleva la reputizima chingada! Ya ni Sebastian me puede controlar, ya no me relaja, y exploto, y vuelvo a explotar, y estallo y vuelvo a estallar…

Y antes de abrir esa última puerta para salir a la calle, antes de dar el último reclamo, me viene a la mente Daniel , pobre de él, solo le quería demostrar lo mucho que le interesaba, que le importaba, para él, ella era todo, pobre Daniel,  fue desterrado de la tierra del amor, sin aviso alguno, sin conjunción cierta…

¿Cómo buscar el amor cuándo se piensa solo en pasión, sexo y lujuria?

Algo que aquellas putivecinas nunca tomaron en cuenta, pero ellas tienen la vaga idea de que unir dos cuerpos es amor, pero no comprenden que va más allá de eso, que solo no es unir, que es más que nada fundirse en una obra de arte jamás contemplada. El ir y venir no era aptó para los amantes eternos en su instante indefinido. 

¡Maldita sea!

Y me vuelvo a descontrolar, me encuentro en un momento bipolar que cambia rotundamente, que no se regenera, que nunca se crea y que jamás se destruye, soy un simple glorificado en todas las direcciones, un campo electromagnético más,  y lloré, y grité, y salí corriendo hacia aquella puerta, quería estallar, gritar, romperme, derramarme en el lecho de mi alma, quería huir de aquellas malditas paredes que atormentaban el pensamiento, quería escapar de aquellos departamentos infernales llenos de tanta podredumbre.

¡Maldita sea!

Hablar del amor me pone loco, aunque loco ya estaba, me trae de cabeza aquel tema tan enigmático, de mano en mano y de pie en pie.

¡Maldito seas amor!

¡Maldito seas!


¡Maldito!

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