Los
de al lado.
Y es así, después de abrir esa puerta, uno
explora otros mundos, otras dimensiones, otras galaxias.
¿Cuántos
de nosotros no conocemos a los de al lado?
Una cuestión que me habían hecho los otros, y es cierto que los conocemos,
quizás no estén pegados, ni juntados, pero si a la derivada como pequeñas
águilas a punto de cazar, la primera comida de la mañana, el almuerzo o el
desayuno, no importa, el punto es comer a primera hora del día. Siempre a la
espera, aunque realmente no estén esperando absolutamente nada.
Entonces cuando llegan a aparecer esas
águilas, esas quimeras por doquier, Agustín
salé en mi defensa, él es sereno
y amable, rara vez aparece Daniel, muy
amoroso, muy apacible, muy cariñoso, pero en ocasiones algún otro surge, no me dicen su nombre, pero
les tengo que poner uno para no confundirme entre tantas personas, el agresivo,
el irrespetuoso, el para nada cordial aparece, y se asustan los de al lado
cuando lo ven. Le he puesto Sebastián,
el nombre del demonio que se ha robado una luna en la estación de otoño. Él se comporta como ellos, siempre
buscando a quién asechar, a quién comer, a quién arruinarle el día. Queriendo
destruir todo aquello que se encuentra a nuestro alrededor, a veces quisiera
impedírselo, detenerlo, sujetarlo, pero es tan igual a los demás que no logro contenerlo, es
por ello que no permito que los Otros salgan,
así puedo estar en la brecha neutra entre los
de al lado y los del otro lado.
Pero aunque busco excusas para sentirme mejor, no lo logro, al final ellos no
son tan diferente de todos nosotros, para ellos somos desconocidos, y ellos son
desconocidos para nosotros. Y cierto, somos humanos hasta cierto límite, tenemos
familia como todos, quizás viva, quizás
muerta, tenemos sentimientos, frustraciones, sueños, ilusiones, perversiones,
anhelos, tenemos todo eso que nos hace pertenecer a una civilización. Por ello
prefiero ser neutral, y así ponerme a filosofar, a sentirme inteligente e
importante, a sentirme querido por Agustín,
Daniel, Sebastián, o algún Otro
que se encuentre en mi camino.
La gente vive entre peleas, conflictos y
violencia, como los del departamento dos, que todas las noches y parte de la
madrugada se escuchan sus reclamos, aquellos gritos que salen expulsados por un
alma en pena, es como encerrar un canario en un cuarto blanco sin ventanas, sin
haberlo escuchado nunca cantar, después hacer un pequeño orifico en aquel
cuarto, y escuchar su tormentoso chiflido que nunca practicó con su manada. Esa
agonía ahogada en un enojo, en un reclamo, ese grito es bestial para los
vecinos que tratamos dormir de vez en cuando. También en aquellas noches de
pelea, escucho los fuerte golpes que atesoran los humanos, aquellos golpes que
gustan de romper almas, pero no rompen nada porque el sentimiento no es el
adecuado para destruir, los reclamos, todo aquella
sinfonía de dolor penetra en los sueños y atormenta las pesadillas, son una
perplejidad para los cuartos. Es bueno, casi no los veo, ni siquiera me llevo
con ellos, pero los escucho con mucha frecuencia, al menos cuatro veces a la
semana están presentes. He visto a la chica más que al joven, pero ni siquiera
sé su nombre, es como una pequeña doncella, claro, no como la que yo sueño,
como aquella que me partió el corazón ayer en la noche, pero sin duda alguna,
mi vecina es una dama con gran hermosura, de estatura pequeña como los
principios de su relación, quizás, un metro con sesenta centímetros. Cuando los
Otros me mandan a Juan, entonces todo comienza a formar
parte de una geometría sensual a los ojos de él, me dice que la doncella hermosa sin nombre es una chica muy
sexy, con un cuerpo que su esposo, pareja o novio disfruta en la cama cada
mañana, cada atardecer, cada anochecer, pero que eso no importa, porque la cama
solo es cuestión de algún pequeño momento, que eso no soporta el peso
sentimental que rienda sobre la pareja, que no es abstracto el concepto del
sexo cuando se compara con el del amor, y que ese es el motivo de la pelea, que
el amor no existe en esa pareja, y que por ello no encuentran su estabilidad
emocional, que solamente pueden ser felices durante la cama, pero cuando eso
desaparece, todo se olvida, es decir, el amor a los ojos de Juan no existe, solo es una mera mentira
que dura días y por suerte, meses. Y ese amor de meses se le acabó a los
vecinos del departamento dos, y yo no le pongo mucha atención a Juan, pues él nunca ha amado, solamente ha apreciado el arte del sexo.
El esposo, novio, pareja de aquella joven
misteriosa, era robusto, corpulento como un oso, de tez morena como la arena de
la playa, poseía una fuerza abismal, podía soportar una pelea con dos hombres,
pero a pesar de ser todo eso, le faltaba amor. Y es curioso, como a pesar de
que la gente llega a pensar que tiene todo, les falta más de lo que uno puede
imaginar, somos una especie de agujeros negros que solo absorbemos, y tenemos
sed de más, de más, de más, y nunca nos sentimos satisfechos con todo lo que
tenemos a nuestro alrededor, al menos yo, extraño a la doncella que huyó de mis
sueños.
Los vecinos del dos con sus peleas, pero los
vecinos del seis eran otro mundo…
Los vecinos del seis, claro, los vecinos de al
lado, o los de al lado de ellos, no importa dónde se ubiquen, siempre serán los
del seis aquellos que me han brindado despojos de amargura. Ellos son tres
personas absolutamente jóvenes, más que yo, lamentablemente. Sus nombres fueron
olvido, realmente nunca me importaron como tal, ni siquiera su esencia me llegó
a interesar, pero Agustín y Juan llegaron a conocerlos, inclusive si
no mal recuerdo les presenté a Daniel,
así que al menos fueron algo en mi vida, les di a conocer a los Otros seres que muy pocos conocían.
Ellos siempre hacían sus fiestas, alcohol, cigarro, drogas, y ocultaban sus
penas, sus traumas, sus delirios, sus deseos, eran solo
una etiqueta de botella, un filtro del cigarro, una porción de su droga, pero
al igual que ellos nosotros no somos diferentes, se enamoraron, y ese día de
aceptación llegó y nunca me lo pude creer, pues era jóvenes que tenían todo,
atletas, altos, fuertes, de alto índice de conocimiento, blasfemos, presumidos,
fresas, estudiantes, bebedores por diversión, fumadores descarriados,
violentos, hasta llegué a creer que Sebastián
podía caerles mejor que yo, pero nunca lo quise presentar, no quise que se
perdiera entre los escombros que ellos ignoraban. Tenían todo y nunca fueron
capaces de enamorarse, al menos en mi mente, tuvimos fiestas, celebraciones,
comidas, bailes, convivencia, juegos, tuvimos de todo y de todo aquello nunca
tuve nada. Ahora que recuerdo, hasta Juan
tenía celos de ellos, y es que durante la semana, cada noche, se escuchaban
sonetos de gemidos de chicas que intercambiaban entre ellos, cada noche una mujer
diferente, cada día una chica celestial, pues a pesar de ser libertinos, eran
selectivos, dotados y burgueses hasta donde la coronilla les permitía. Eran
bohemios, eran jóvenes disfrutando de la vida, eran los vecinos del
departamento del seis.
Pero todos aquellos vecinos aún quedaban muy
lejos de mí, y es que así todos tenemos gente por allá, o más allá, o por acá,
o en otros rumbos que la gente visita, pero siempre los que están al pie de la
puerta son los que quedan justo al lado, esos que solo se la pasan esperando a
que salgas para poder meterte un pie. Y así son los vecinos que se
encuentran al extremo de la puerta, ellos que se pelean en Francés, aquellos que gimen por toda la cocina en las madrugadas,
aquellos que dejan un mal olor en la cocina por su merienda asquerosa, los que
tocan la puerta para quejarse de todo, los que hacen ruido, los que simplemente
si a ellos les molesta algo, van y demandan, pero si ellos molestan los demás
no dicen nada, esos vecinos son los de al lado, los que viven en su caos peor
que el mío.
Es así que abrir la puerta todos los días era
una verdadera osadía, un verdadero afán, una obra magnifica de arte, porque
pasando esa puerta era como entrar en un bosque oscuro, y allá en esa pequeña
oscuridad en lo brumoso del bosque se puede observar los diminutos ojos que no
se apartan de mi cuerpo, me sentía desnudo ante aquellas miradas, vulnerable,
débil, y al mismo tiempo debía de cuidar donde pisar porque el tropiezo es lo
que ellos esperan. Recuerdo que hace días me quejé con Daniel, Agustín, Sebastián, Juan y los Otros, pero ellos me dijeron que no les afectaban, que realmente
nadie podía poner los ojos sobre ellos porque son una eminencia perfecta cada
uno en su propia galaxia. También dicen que van muy bien disfrazados,
maquillados y amoldados que ningún ojo se ha posado sobre ellos.
Por cierto, son de estos seres de los que uno
se debe de cuidar, de esa gente que está al lado de uno, porque ellos solo esperan a que te des media
vuelta para clavarte un puñal por la espalda, como las pesadillas disfrazadas
de sueños. Pero esto no solamente ocurre en departamentos con gente tan
desconocida como nosotros, también ocurre en casas familiares, allá dónde
tienes a una madre, un padre, un hermano, una hermana, un perro, un gato, un
ser que es capaz de clavarte un puñal, lo peor, es que ellos no se cansan y te
comienzan a clavar más puñales, uno tras
otro, otro tras uno. Pero también esto no ocurre siempre al lado, también al
otro extremo, arriba, abajo, hacia dentro, hacia fuera, en todas direcciones,
es una guerra consecutiva sin descanso alguno, y solamente algunos soldados,
bueno, al menos pocos sobreviven. Creo que también nos deberíamos de cuidar
hasta del viento, muchas cosas pueden ocurrir, muchas sin fin y otras
continuas.
Ahora siento que debería de ocultarme como un
pequeño animalito indefenso, esperando el acecho de mi presa, y quizás todos deberíamos
de vivir en el universo inventado, sin explorar, porque entonces ahí es dónde
están las traiciones, las mentiras, los dolores, las heridas, es ahí donde el
mal radica…
Los de al lado son seres que te pueden
acorralar, pero está tarde descubrí algo peor que una traición…
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