No
desaparezcas, controla.
Había salido de la puerta del arte con un
gran conocimiento sobre mí.
El arte, los pecados, las virtudes, había
hecho de esta aventura irracional algo más gratificante, miré a mí alrededor y
solo faltaban cuatro puertas más para poder salir de aquel lugar. Busqué entre
todas las puertas la que tenía el número XI y era la que se encontraba hasta un
extremo del cuarto del silencio. Estas muertas se movían de manera aleatoria,
por ello nunca supe realmente que patrón seguían. Caminé en dirección de
aquella puerta y entonces pude sentir como emanaba una energía térmica del
aquel lugar que hasta se podía notar el color rojo sobre la superficie de la
madera. Esta puerta era la más grotesca de todas y se podía sentir como esa
energía traía una mala sensación, podía notar como aquella puerta emanaba una
repulsión, un odio, un enojo, algo no estaba bien con aquella puerta que me
hizo retroceder un paso para tomar la precaución necesaria. Esa puerta no
contaba con ningún símbolo en especial, no había figura o algo que me hiciera
identificar o que emoción me adentraba, entonces ciegamente estaba parado frente
a una puerta feroz.
Cerré los ojos, puse la mente en blanco para
tranquilizarme y así poder tomar una buena decisión, estaba
parado enfrente de algo peligroso y entonces comprendí que debía seguir
adelante sin importar que, abrí los ojos y de manera inmediata tomé la manija y
en aquel instante se formó el nombre de la puerta seguido por el consejo que en
ella radicaba.
- - La
puerta de la ira.
Seguido de:
-
El
último pecado tan feroz como el dragón, pero hasta los dragones se
extinguieron.
Al terminar de leer aquellas palabras, la
puerta con una fuerza de imán me atrajo hacia ella y me adentro en su mundo,
esta vez comprendí que aquel mundo no era normal, realmente aquel mundo era
absolutamente gobernado por la ira. Miré a mi alrededor y aquel mundo era
totalmente diferente a todos los anteriores por los cuales había pasado, gran
parte de aquel mundo estaba desierto solo se podían ver flamas por donde sea,
flamas que no quemaban pero que emanaban una gran energía térmica, no había
nubes, no había nada que ocultara aquel sol incandescente, podía escuchar
gritos, rugidos de ira, pero no eran rugidos de algún animal sino de una
bestia, todo aquella sensación me paralizaba y más con aquel intenso calor que
hacía en aquel lugar.
Empecé a caminar, pero al primer paso ocurrió
un temblor, traté de guardar el equilibrio para no caerme, pero
después todo aquello se me olvido, ya que de la tierra empezaban a crecer una
especie de humanos creados por la naturaleza, eran personas de tierra que
empezaban a golpearse, era una pelea muy rara y sin sentido, me quedé anonado y
aquello me hizo recodar. Hace tiempo cuando venía del trabajo pude observar
como dos personas se peleaban, podía ver la ira en sus músculos, en su mirada,
en su entorno, las personas no hacían nada para detenerlos, solo inducían a que
se pelearan, solo se reían y disfrutaban del espectáculo, yo en cambio fui a
separarlos pero como soy tan débil no pude hacer nada, entonces ambos
terminaron golpeándome y fue entonces cuando decidí que se mataran, si ellos no valoraban su vida
entonces yo no podría hacer nada por ellos, emprendí mi camino hacia el
departamento aguardando la furia que fluía por mis venas, la furia que tenía
por aquellas personas que no habían comprendido que solo quería ayudarlos.
Llegué a mi departamento y entonces empecé a golpear una pared para saciar
aquella energía en exceso, siempre terminaba calmado cuando daba el último
grito y aquella ira era como un papel que se prende y después ya no hay nada,
solo cenizas.
Entonces reflexione sobre aquello y de alguna
manera me llegó al pensamiento, la incertidumbre, me di cuenta que el pecado
capital de la ira se propagaba por el ser humano de manera exponencial, cada
vez había más gente que le gustaba la violencia, que le gustaba pegar o gritar al
prójimo, cada día veía los insultos en boca de niños, cada día observaba la
metamorfosis que sufría la humanidad y eso me frustraba pues nadie entendía que
con ello no se lograría nada, regresé de mi recuerdo y entonces alce la vista y
aquellas esculturas de tierra seguían peleando, seguían demostrándome cual era
el pan de cada día en mi mundo.
Me acerqué cautelosamente a ellos, pero a
medida que me acercaba me daba cuenta que me impregnaba de aquella mala
energía, me daba cuenta que la ira me abrazaba y que con el paso del tiempo en
aquel mundo mi ira aumentaba, me encontraba disgustado y al mismo tiempo sentía
miedo, sentía mucho miedo debido a que no quería transformarme, no quería echar
a perder todo el camino por el cuarto del silencio y aquel cuarto de la ira era
capaz de destruir todo lo que ya había creado.
Seguía acercándome con cautela pero a cada paso que daba la tierra desprendía
un gas que inhalaba, no olía realmente a nada pero mi temperatura aumentaba y
la paz se iba de mi cuerpo, ya no podía contenerme más, ya no podía resistirme
a esa fragancia sin olor, llegue con los entes y lo primero que hice fue
golpearlos.
Se habían desboronado pero mi ira aumentaba y
entonces me percaté de que aquellos entes se multiplicaban cada vez que
asestaba un golpe, seguí golpeando para saciar mi ira, pero aumentaba por cada
golpe el doble de entes, entonces aquellos entes se fueron convirtiendo en enfermedad
para mí, era una especie de pandemia y aunque tenía mucha ira, al poco tiempo me había quedado sin energía
necesaria para golpear, retroceder o esquivar.
No tardaron los entes en acertar un golpe y
entonces desde ese inicio de propagación los demás golpearon, sentía el dolor
por la cabeza, el rostro, las costillas, las piernas, sentía un dolor
inconfundible por cada golpe, mi ira no era suficiente para defenderme y
entonces caí sobre la abrazadora tierra, entonces entendía que ese era mi fin,
que no podía contra ese obstáculo, que simplemente ya no habría otra puerta, ya
no volvería a mi mundo, ya no conquistaría a Karina, todo aquello era el fin de
mi travesía…
Pero algo me sorprendió, por cada golpe que
me daban algo muy particular sucedía, algo que por la resignación no me había
dado cuenta, aquellos golpes no me daban un dolor físico, más bien era un dolor
emocional, un dolor que penetraba el alma, un dolor que me rompía por dentro.
Aquellos golpes iban desde un impacto simple hasta un impacto complejo, con
cada golpe que recibía recordaba algo que me causaba ira, tan sencillos como la
mala ortografía, como estar rodeado de gente, algo tan sencillo que me hacía enojar,
pero al mismo tiempo había golpes que me reflejaban una ira muy compleja, las
mentiras, la traición, todo aquello que mata por dentro, entonces la ira cada
vez más corrompía mi cuerpo, sentía que ya no podía más, sentía realmente que había
fracasado pues toda esperanza se había acabado, entonces una lágrima se derramo
por mi mejilla pues aquellos recuerdos me habían llenado de ira, la traición de
mi primer amor, la mentira del padre Orlando, la esperanza de conquistar Karina,
todo aquello conspiraba en mi contra para no salir de aquella puerta de la ira…
Había perdido totalmente el conocimiento, había perdido totalmente todo.
Algo en mi subconsciente o quizás en mi mente
me comenzó a hablar, realmente no sabía que sucedía en aquel momento, pero
decía.
- - ¡Hadys!
¡Hadys! ¡Hadys! ¿Acaso ya te rendirás? No puedes rendirte, ¿acaso no debes
conquistar a Karina? ¿Acaso no debes cambiar gran parte de tu vida?, has pasado
todos los pecados capitales, este es uno más no tiene nada de especial,
¡levántate!
Sin duda alguna era la voz de Joaquín, la voz
del amigo que alienta. De nuevo alguien me hablo pero esta vez era una voz más
dulce, más bella, más tranquila.
- - ¡Hijo
mío!, solo te faltan tres puertas más, no te rindas, anda sigue con tu
camino y aplica todo lo que has
aprendido, en algún momento nos volveremos a encontrar, en algún momento seguiremos siendo
unidos, pero no es el momento, recuerda que aun tienes que vivir, vivir, vivir
y ya en la muerte nos veremos de nuevo.
La voz de mi madre resultaba tan pura, tan
blanca, tan llena de esperanza. De nuevo escuché una voz, esta vez totalmente
diferente un poco más robusta.
- - ¡Hadys,
hijo mío debes de levantarte!, no has perdido la guerra solo una batalla, no
has muerto solo has caído, aun tienes oportunidad de seguir, de caminar, de
avanzar, recuerda que el peón avanza de paso en paso hasta llegar a su meta y
aún por ser la pieza más sencilla es una de las más importantes porque es la
única que lucha por un sueño, tu eres un peón, anda, camina, llega a la meta,
no desertes a medio camino, no pares hasta haber llegado, pues todo sueño se
cumple hasta que lo hayas hecho realidad.
Aquellas palabras de mis creadores me habían
brindado una esperanza, sentía regresar mi alma, sentía que las fuerzas
emanaban de mis entrañas, podía sentir las lágrimas caer sobre mis mejillas, la
voz de mi amigo, la voz de mi madre, la voz de mi padre, me habían hecho de
nuevo fuerte y entonces una voz más se escuchó, una voz inconfundible que ya
anteriormente había escuchado, la voz que me realzaba con
amor, la voz que me daba las ganas de seguir con vida, la voz de Karina.
- - ¡Hadys!
¡Recuérdame! Ten en mente que en este mundo me conociste, que me prometiste
volver, que me prometiste conquistarme allá en tu mundo, recuerda que sobre una
buena base puedes caer más no derrumbarte, sigue caminando.
Entonces al término de sus palabras abrí de
nuevo los ojos. Aún estaban los entes golpeándome, pero no sentía los golpes,
el vapor de la tierra me cubría, pero ya no lo inhalaba, la ira que me consumía
desapareció y entonces comprendí realmente que para cualquier pecado capital la
cura indudablemente es el amor. Me levanté con mucho cuidado pues el hecho de
haber permanecido bastante tiempo inconsciente me había causado cansancio
corporal, una vez pie los entes me seguían golpeando, cerré los ojos y después
suspiré y fue ahí con aquel suspiro que los entes desaparecieron, fue como una
racha de viento que se lleva el polvo.
De nuevo me encontraba en aquel mundo de la
última puerta de los pecados capitales, tan árido aquel lugar, tan esplendido,
no sabía realmente como salir, miraba a mi alrededor, pero no había puerta
alguna, miraba a cualquier lugar y no encontraba nada, entonces un estruendo
llamo mi atención, un estruendo que anteriormente no había escuchado o sentido.
Era el rugido de alguna bestia y por más que miraba a mí
alrededor no podía descubrir el origen, me era imposible no pensar en el
peligro.
- - ¡Arg!
¡Arg! ¡Arg!
De nuevo escuché el rugido, miré a mi
alrededor, pero no había absolutamente nada, cada vez me invadía el miedo y la
sensación de peligro, la puerta de la ira después de todo estaba resultando tan
complicada para superar.
- - ¡Arg!
¡Arg! ¡Arg!
De nuevo el estruendo sobre el lugar, pero lo
peor fue cuando dijo lo siguiente:
- - ¡Hadys!
Pude escuchar su voz tan fúnebre, tan áspera,
tan cruel, su voz daba miedo, daba una sensación de correr, miraba a mí
alrededor pero no había nadie, miraba y seguía mirando y los nervios me comían, nunca antes había
escuchado una voz tan llena de ira, tan llena de maldad. Entonces de nuevo
hablo.
--
¡Hadys!
Yo soy la ira que tienes que vencer, yo soy la ira que debes eliminar, yo soy
la ira que radica en esta puerta, yo soy la ira de tu corazón, de tus enojos,
de tu alma, yo soy creación tuya, me alimentas con tus enojos, con tus
emociones impulsivas, me alimentas cada vez que caías en la fuerza bruta, cada vez que
pensabas que la solución era enojarte y ahora es tiempo de que te enfrentes a
mí, y si no me vences entonces siempre te quedarás aquí, pero si me llegas a
vencer entonces tendrás que eliminar una parte de tu ser. ¡Arg¡ ¡Arg¡ ¡Arg!
Su voz era muy aterradora y el mensaje que me
dio era aún más aterrador. Por un momento pensé que se encontraba dentro de mí,
no lo veía por ninguna otra parte. Pero aquella idea fue descartada cuando
sentí un fuerte viento golpear mi cuerpo que me hizo arrastrarme varios metros
por el territorio, ahí arriba de mí se encontraba esa bestia tan repugnante que
representaba la ira, ahí estaba un dragón.
Era un dragón demasiado grande y no sabía si
me había quedado perplejo por la bestia o por la fuerte caída, no podía
moverme, solo podía ver el peligro que enfrente de mí estaba, sentía como aquel
dragón tenía una coraza demasiado fuerte, sus esquemas reflejaban los rayos del
sol y eso lo hacía que pareciera que tenía una aura color rojiza, era bastante
aterrador la presencia que tenía. Sus colmillos sobresalían pues estaban al
borde de sus labios, colmillos blancos, afilados, largos y mortales, también sobre
sus fosas nasales pude ver como salía humo y eso solo significaba que tenía la
capacidad para provocar una buena combustión, tenía cuernos en el cráneo, y
desde los cuernos hasta la cola contaba con una serie de púas que pasaban por su espalda, y su cola tenía
forma partícula, era una cola que terminaba con una especie de bola más pesada
y con más púas, realmente era inquietante verlo tan feroz pues no contaba con
dos alas, más bien tenía cuatro alas, dos delanteras y dos traseras, era tan
espeluznante que no supe realmente que hacer.
Me miró y entonces dijo.
- - ¡Arg!
Sí no te levantas, entonces te eliminaré.
Yo estaba sobre la tierra y él en el aire,
entonces inhalo gran cantidad de aire y pensé que esa era mi fin, pensé que
terminaría quemado, pensé que sería el fin de Hadys pero la realidad fue otra,
el dragón agito sus alas y de nuevo salí arrastrando por aquel fuerte golpe, de
nuevo se preparaba para agitar sus alas y entonces con el miedo que corría por
mis venas me sentí impulsado y corrí para esquivar el tercer golpe.
- - ¡Arg!
Huye presa mía, igual tendrás un gran final.
Seguí corriendo sin mirar atrás, sin
contestar, sin pensar en un mañana.
Las ventiscas fueron creadas de manera
inmediata pero de esa misma manera las iba esquivando, de esa misma manera iba
de un lugar a otro corriendo en busca de vida, en busca de un arma que me
permitiera defenderme pero en aquel lugar, en aquel mundo solo había desierto y llamas, no
había realmente nada que me protegiera, nada que me aportara alguna esperanza
de sobrevivencia.
No tardó mucho en cambiar el patrón de ataque, esta vez no
agito sus alas, más bien su ataque se basó en envestirme pero al mismo tiempo
me tiraba a la tierra para esquivar sus feroces ataques, me levantaba y
entonces agitaba sus alas, esquivaba la ráfaga y entonces me embestía y de
nuevo me tiraba, realmente era muy cansado ser la presa, era muy cansado no
tener nada para bloquear sus ataques.
- - ¡Arg!
¡Jajajaja!
Se burló de mí y en su risa había una maldad,
una maldad que puso mi piel chinita.
- - Solo
huyes, solo corres… Sigue así, no volverás a ver la tumba de tus padres, no
conocerás al amor de tu amigo, nunca encontrarás de nuevo a Karina.
Al escuchar aquello me hizo entrar en razón,
realmente no quería quedarme en aquel sitio.
Dejé de correr, me detuve frente a él y
entonces cerré los ojos, al principio tenía miedo de morir pero él no hizo
nada, después pensé que no había arma alguna para defenderme y fue cuando
comprendí que no le podía hacer daño porque si hacía eso entonces destruiría
una parte de mí, comprendí que debía domarlo como domé la ira de mis recuerdos,
abrí los ojos y le dije.
- - ¡Ven
pequeño cachorro!
El dragón comenzó a reír, él era la ira de
aquel lugar y yo le presentaba una presa, pero para mí, él era una oportunidad
más de vivir, una oportunidad más de seguir adelante, entendía que no podía
seguir con este sentir que ahogaba el alma, sentía que debía enfrentarlo y
tragarme el miedo.
Empezó a tomar vuelvo, dio varias vueltas en
el aire como en espera a que muriera y después se lanzó sobre mí y esta vez lo esquivé
pero me quede tan cerca de él y salté, lo tomé de la pata y entonces ya me
encontraba por los aires, el me veía con ira y demasiado desprecio, no
soportaba que lo tocara, no soportaba estar en esa situación así que comenzó a
arañarme con sus patas, hizo que sangrara mi cuerpo, hizo que sangrara mi
hombro, había agotado muchas energías y la valentía se desvanecía.
Entonces vio
que no cedía, vio que no me quería ir de su lado, de pronto su pecho se empezó
a tornar rojo, un rojo incandescente que emanaba calor, apunto su boca a mi
dirección y escupió fuego, yo solo pude ponerme detrás de la pata para cubrirme
con sus fuertes escamas. Esa acción hizo que me olvidara completamente del
dolor pulsante que en mi radicaba, así que antes de que volviera mi sensatez me
dejé llevar por el impulso y fue ahí cuando comencé a escalar por el
cuerpo del dragón, llegué a su lomo y entonces de nuevo había sufrido una
herida más, pero esta vez fue causada por las púas que adornaban su espalda,
tenía bastante sangre escurriendo por mi cuerpo y bastante miedo por la osadía
que estaba realizando. Al notar que estaba sobre su lomo comenzó a girar sobre
sí para que me resbalara con la gravedad pero no lo lograba debido a que me
aferraba muy bien a sus púas, estas me causaban cortadas pero aun así no podía
rendirme, aun así no podía ceder ante ese poder, simplemente seguí aferrado a
sus púas y el cada vez intentaba algo para tirarme, me di cuenta que mi miedo se
convertía en su miedo y que por ello actuaba con desesperación, que por ello no
sabía cómo librarse de mí, que por eso no sabía realmente como enfrentarse a
mí, empecé a creer en mí y aumento la confianza. Él a ser parte de mí ya sabía
que iba a realizar y por ello se frustraba debido a que no sabía cómo actuar,
lo único que le quedo hacer fue pronunciar lo siguiente.
- - ¡Arg!
¡No te atrevas Hadys, igual si lo haces no podrás nunca eliminarme de tu
interior!
Ignoré aquellas palabras llenas de odio y
rencor y seguí subiendo por su lomo poco a poco, ya no podía verlo como una
bestia, más bien, para mí era un cachorro indefenso, seguí subiendo hasta
llegar a los cuernos, me sostuve de ellos, estaba lleno de sangre, mareado, muy
agotado, muy cansado, realmente nunca había sido tan valiente en mi vida hasta
ese momento, sabía que la ira debía controlarse y no eliminarse,
es por ello que escuché las últimas palabras del dragón.
- - ¡Arg!
¡No!
De pronto el dragón se desvaneció y comencé a
caer, el viento golpeaba mi cara, golpeaba mi cuerpo y mis heridas ardían,
cerré los ojos esperando el impacto contra el suelo pero aquel impacto nunca
llegó, sentí como una lengua rozaba mi mejilla, abrí los ojos y ya estaba sobre
el suelo, mis heridas se curaban poco a poco y mi cuerpo se limpiaba, entonces
voltee y a mi lado estaba un felino de color blanco con negro, tenía los ojos
de diferente color, uno azul y otro
rojo, entonces me di cuenta que era un lindo gato de tamaño descomunal pero al
final de cuentas me sentía bien a su lado. Ya el dragón no estaba pero seguía
en el mismo territorio de la ira, ya no tenía miedo y había entendido que el
dragón al final se había convertido en mi animal favorito, comprendía poco a
poco que no podía matar al dragón y que él no me podía matarme, al final de
cuentas uno sin el otro no puede existir, esto pasaba con la ira pero también
pasaba con las otras emociones, pasaba lo mismo con todos, puesto que el ser
humano no puede vivir sin sus pecados, no se pueden eliminar los pecados porque
forman parte de la esencia del humano, entonces lo único que se puede hacer es
controlarlo, controlar la vida para no caer en el fondo de un abismo, para no
perdernos en el camino que tenemos frente a nosotros. Me levanté y sostuve entre mis manos al felino, lo miré fijamente
a los ojos y sonreí, él solamente maulló y entonces le dije.
- - ¡Gracias!
Le di un beso en la frente y entonces todo
aquel mundo se convirtió en partículas de estrellas y todo se fue desvaneciendo
de manera inmediata, me trasladaba hacia el cuarto del silencio. Aquella puerta
se volvió transparente como las otras que había pasado y podía ver en ocasiones
un gato y en otras más un dragón.
Ahora en el cuarto del silencio solo quedaban
tres puertas totalmente opacas, pensaba ya en el fin de mi camino.
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