La
carta.
La carta venia en un sobre, pensé que iba a
ser algo fenomenal pero me había equivocado, venía a nombre de Joaquín. Fue
curioso que aquella vagabunda me hubiese dado esa carta, pero lo ignoré por
completo atribuyendo la culpa a mi cansancio. Abrí el sobre para leer lo que
contenía, pero más que una carta era una indicación.
-
Hadys,
espero que esta carta te llegue a tiempo, necesito verte este 22 de mayo
enfrente de bellas artes, es urgente que hablemos o posiblemente te perderás de
mucho. Te veo a las cinco.
Era apenas media noche y aún faltaba mucho
para las cinco, así que dejé la carta sobre la mesa. Me dormí de nuevo.
Al día siguiente, hice mi rutina diaria y ya
cuando se acercaban las cinco comencé a alistarme, me cambié completamente,
utilice una camisa de manga larga, un pantalón casual y llevaba un libro en la
mano, llegué a bellas artes y comencé a leer en espera de mi amigo, no paso
mucho tiempo cuando lo vi a lo lejos a lado de una hermosa chica.
Pude reconocer a esa chica porque
anteriormente me la había descrito, nunca imaginé que dijera tanta verdad hasta
que lo comprobé. Cuando lo vi me habían crecido unas
inmensas ganas de contarle sobre el mundo que había conocido, pero verlo tan
feliz no me lo permitió, era la primera vez que veía a mi amigo feliz de lado
de una bella dama, Laura le había otorgado sentido a su vida, ella era hermosa
no había duda alguna, pero al mismo tiempo tenía una alma que cubría
completamente a Joaquín dejándole en completa paz, aquella tarde solo Joaquín
me comentó todo lo que haría, esta vez se irá de México debido a que su novia
tenía que ir a otro país por compromiso, Joaquín en pocas palabras me dijo.
-
Abandonaré
todo por amor, no me desees suerte.
Después de aquella salida no volví a ver a
Joaquín, simplemente se había ido y yo me había encargado de los trámites en la
editorial. Él se fue con su amada y yo tenía tiempo libre, de nuevo comencé a
caminar sobre la Alameda, algo me decía que debía de hacerlo, simplemente es de
esos días que haces las cosas sin saber porque las haces, pero que resulta todo
bien, ese día era de aquellos pocos que mucha gente tiene.
Era una muy bonita tarde, el sol se asomaba
entre las nubes y el viento era fresco pero acogedor, todo resultaba
magníficamente un paraíso, no había nada desagradable ni nada fuero de lo
cotidiano, la gente estaba en su mundo y yo estaba en ellos. Entonces a lo
lejos algo captó mi atención.
Frente a mí a unos cuantos metros se
encontraba una bella mujer, el cabello negro largamente deseado, tenía puesto
unos lentes oscuros y se le marcaba un lunar por debajo de su ojo izquierdo,
estaba por debajo de la estatura promedio, delgada como el viento y caminaba
sola, tenía un libro sobre la mano, caminaba y leía al mismo tiempo, era una
habilidad que admiraba en muy pocas personas, por supuesto ya la conocía, pero
no sabía cómo hablarle, como comunicarme, era cierto, el amor roba la
inteligencia.
Dejé de caminar y la observé, cada paso que
daba me hipnotizaba, era sumiso hacia ella, simplemente no sabía cómo
interpretar tanta dulzura, pasó a mi lado y mis ojos la siguieron, ella no se
percató de mí, fui ignorado completamente, pero mis ojos la miraban, veían como
se alejaba poco a poco.
Alguien tocó mi hombro, desvía mi mirada y a
lado mío estaba la vagabunda sosteniendo un ramo de flores, me lo dio, yo lo
tomé sin duda alguna y de nuevo miré hacia la chica que me había enamorado,
volteó de nuevo para darle las gracias a la vagabunda pero ya no estaba, se
había ido, había desaparecido, era habitual en ella. Comencé a seguir a la
chica que me había enamorado, la seguí hasta los jardines de bellas artes donde
cerró su libro y se me quedó viendo.
Nuestras miradas se cruzaron y en ese
instante sentí como nuestros corazones estaban sincronizados,
como mi alma se fundía con la suya, como mi cuerpo le pertenecía a ella, por un
segundo nos quedamos congelados, luego ella me sonrío y yo le correspondí
aquella sonrisa. Ella dijo:
-
¿Solo
me observarás?
Me cuestionó de manera sarcástica, su voz era
una melodía de día y una balada durante la noche.
Estaba demasiado nervioso para responder, el
miedo, el impacto, el amor, todo se había mezclado para dejarme paralizado,
realmente ya no sabía que estaba sucediendo en aquel lugar. La única palabra
pude completar fue:
-
No…
Mi siguiente acto fue estirar mis manos para
entregar las flores, de pronto un fuerte viento nos golpeó y tras ello escuché
en susurro la voz de Soledad.
-
Todo
depende de ti.
Aquella frase, aquella voz me hizo
reflexionar y recordar realmente quien era, por el cual las siguientes palabras
fluían como cascada hacia el rio.
-
Son
para ti, realmente el arte de tu belleza me ha atrapado, soy prisionero de tus
ojos, soy esclavo de tu alma, soy parte de este mundo que
posiblemente ignores y perdón por el atrevimiento, pero espero ser sincero
ahora que puedo, ya que quizás mañana las cenizas se las lleve el viento.
Me acerqué a ella. Nos miramos fijamente a
los ojos, y simplemente susurro.
-
¡Gracias!
En ese momento ambos creímos en el amor a
primera vista, en el sortilegio de almas gemelas, en el impacto de cupido.
Me sacudí la mano y se la tendí en forma de
saludo.
-
Me
llamo Hadys, disculpe de nuevo mi honestidad.
A lo que ella con una sonrisa me contestó.
-
Es
un gusto haberte conocido.
Yo respondí de manera agradable.
-
El
gusto es mío, bella dama.
Ella se sonrojo y simplemente comenzamos a
caminar hablando sobre arte, libros, vida, naturaleza, un sinfín de temas que
ambos compartíamos, nuestra plática no cesaba ya que ambos nos sentíamos a
fines, sentíamos esa vibración de moléculas en el aire, sentíamos que la física nos atraía y
biológicamente uno era apto el otro.
Nos llegó la noche, la luna estaba sonriente
y en ese momento nos despedimos, ella mencionó.
-
Bueno,
me tengo que ir… Espero el destino nos una de nuevo.
Suspiré y me desanime un poco, igual la
esperanza aún no moría por el cual contesté.
-
El
destino tiene nombre y le he nombrado Hadys… Nos volveremos a ver.
-
Entonces
espero que andes aquel día.
-
Será
mañana a la misma hora, en el mismo lugar.
No pude evitar perderme en su cálida sonrisa,
me había perdido completamente en su belleza, volvió a responder.
-
Bueno,
hasta mañana Hadys… Por cierto, ¿no te da curiosidad saber mi nombre?
La sutileza en sus palabras la hacían ser más
enigmática. Respondí aquella pregunta.
-
No
me da curiosidad, te conozco sin habernos conocido.
Ella me miró con cautela y de nuevo
cuestionó.
-
¿Cómo
me llamo?
Suspiré, después sonreí, tomé su mano y la
acerqué a mis labios para brindarle un beso, me acerqué más a ella y le susurré
al oído.
-
Karina,
Dulce Karina.
Cuando uno menciona su nombre, se pierde en
cada letra, se pierde en cada vocal y en cada consonante, cuando uno menciona
su nombre, se olvida de la vida y viaja a los sueños. Me vio con cara de
sorpresa y yo simplemente comencé a caminar en dirección contraria, con la
seguridad de que había clavado una duda para verla mañana.
Mientras caminaba pensé en la base de la
esencia de la vida, recordé como Karina me había enseñado solo cuatro de cinco
amores y esta tarde lo había descubierto.
-
El
amor de Dios.
-
El
amor de madre.
-
El
primer amor.
-
El
amor a uno mismo.
Y el que había descubierto al final del día
fue…
-
El
amor de mi vida.
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