sábado, 18 de marzo de 2017

La avenida capítulo 4: El extraño caso de Huevo y Lyn.

El extraño caso de un huevo y Lyn.


La relatividad de la vida está ligada a sucesos, pensamientos, ambiciones, circunstancias, emociones, de una persona. 

A veces las pelotas caen de arriba hacia abajo, en otras ocasiones caen de abajo hacia arriba, y así de manera relativa podemos subir o bajar, o a la inversa, podemos avanzar o retroceder, quizás caminar o no caminar, quizás solo es una distracción la relatividad para que no nos demos cuenta que lo absoluto no existe. Bueno, al menos existe con los huevos, ya que ellos al caer se rompen, se destruyen, se quiebran, desaparecen hasta cierto índole, quizás por ello todos somos huevos en alguna mentira llamada pelota, en una falsa ideología, en una falsa rama de cual colgarse.

Somos huevos, no pelotas, por cada caía nos rompemos, nos agrietamos y dejamos de ser aquel huevo perfecto que pensábamos ser, constantemente y de manera variada vamos cayendo, y constantemente y de manera variada nos vamos agrietando, y constantemente y de manera variada nos vamos perdiendo en aquellos flujos de vida que apenas y se logran ver. Llegamos a un punto sin retorno, sin vuelta, sin desviación, y es en ese instante cuando la decepción puede más que las ganas de vivir, más que las ganas por luchar, y es que no se dan cuenta que el alma se deteriora, y por esas pequeñas ranuras en el cascaron el espíritu se escapa, se va, se protege de nosotros y se protege de todos. Se convierten en suspiro que al respirar nos contagia de sueños y aquel sueño se envuelve en un capullo para después ser esperanza, y en un intervalo de tiempo, no tan grande, se mata, se muere, se suicida.

¿Cuál es la cura para la decepción?

Realmente no tiene cura, nunca la tendrá, es solo un tachón, un rayón, un corrector, una goma, y así se generaría una cuenta nueva, al menos la sociedad quiere creer eso, quiere mantener una mentira mundial para poder salir de aquel abismo que nos hunde cuando nos traicionan, cuando hay decepción ya no hay marcha atrás, ya no existe la confianza que antes se tenía, es así como la mayoría de las relaciones amorosas, amistades y familiares se pierden en cuestión de segundos,  por ello la humanidad se quiebra como una pequeña tarja de trastes que caen de manera simultánea, y ahora somos un cumulo de partes rotas que forman las piezas de un rompecabezas ya existente.

La decepción para mí es un simple tropiezo, una caída, algo de lo cual uno puedo seguir su viaje sin rumbo, sin trayectoria, sin destino, siempre dando el paso siguiente. Para Agustín la decepción es una vuelta sin retorno, ya no hay marcha atrás, solo vas por ese camino y no puedes ser el acompañante de la persona decepcionada, para él más que nada, es un acto de crueldad que te convierte en asesino de lazos. Para Daniel va más allá de lo que uno está acostumbrado a percibir, la decepción para él es una garra, una estaca, una espina, un puñal, un arma que penetra completamente el cuerpo, el alma y el sentimiento, es algo que te destruye, te mata, y después como un vaso cuando se romperse y de acuerdo con la ley de la irreversibilidad, ya no se puede generar el mismo vaso, la misma confianza, el mismo cuerpo, la misma alma, el mismo sentimiento, a partir de aquellos fragmentos solo quedan grietas en la vida. La decepción es meramente muerte del alma, al menos, para el alma del decepcionado. Para Juan no existe tal sentimiento, él cree que los seres humanos están capacitados y tienen un suministro infinito de errores, que tarde o temprano salen por los poros como si fuera sudor y se hacen presentes para demostrar a una sociedad la verdadera esencia, la incertidumbre de lo que son realmente por dentro, de que son simple y sencillos humanos, la decepción es parte de la vida y que la vida se origina a partir de ella. Para Sebastián  el sentimiento de la decepción no funciona, debido a que siempre es impulsivo, sus sentimientos de ira lo manipulan, y cuando siente la decepción de alguien cercano, no le afecta porque su egoísmo le impide ver las relaciones que tiene con los demás, la decepción como tal, no le importa, él solo quiere todo lo que sea y pueda para él. Y para los otros no hay gran privilegio porque no pueden aspirar a nada, no saben opinar nada, solo susurran el nombre, solo susurran palabras y nada cierto en sí, ¡oh! Vana y dulce decepción que habita en el cuerpo de las personas y lo abonan con el alma que lentamente se marchita, que poco a poco se muere, como los ojos de un océano, como el cuerpo de un bosque, como la esencia de un poeta que nunca tuvo musa, que nunca tuvo letras.

El problema era la decepción, el cansancio de los días, de la semana, de los años, de las horas, monotonía con la gente, la falta de locura pertinente, escases de aventuras, funerales de alegría, y todo eso acumulado trajo consigo el recuerdo de una bella mujer, de una mujer bella, de una niña, de una chica, de una persona especial en mi vida. Hace algunos ayeres ella se sentaba sobre aquella mesa, en la primera silla que tenemos, con un cigarro en la mano izquierda, con la mirada perdida, con una botella de alcohol en la mano derecha, con ropa desigual y desgastada, con algunas drogas ingeridas, el cansancio en su rostro, la pena en su alma, pero sobre todo, la tragedia en su vida.

Se llamaba Evelyn aquel ser de hermosura natural, la conocí meses atrás cuando acudí a una fiesta de los del 6, ahí estaba ella con el cabello suelto y negro, absolutamente negro como la noche, como me encanta la noche, una blusa negra, y una falda corta que mostraban sus suaves piernas, Daniel ni siquiera existía en aquel entonces, no lo conocía, no hablaba con él, y él nunca habló conmigo, Juan quería copular con ella, la figura de aquella jovencita lo excitaba, y Agustín, había caído completamente a los pies de ella, quería estar a su servicio, quería estar a su disponibilidad para cualquier cosa, sin embargo, yo no opté por nada, hablamos, pero los temas no eran relevantes, solo se trataban de estudios, de carreras, de sueños frustrados, yo un ser perdido y ella una fotógrafa experimentada, mitad hipster, mitad hippie, aquel día cantamos a la Luna, bailamos con los duendes, y sonreímos a los astros, ella gimió poco después en el cuarto del 6, ahí comenzaba nuestra amistad, ahí comenzó el secreto de que se había echado al más guapo del departamento.

El tiempo transcurrió, ella estudiante de Ingeniería Ambiental, ella impactante en su vestimenta, en su comida, en su alegría, en su ideología, en sus principios, y en la manera de vivir la muerte, pasaba por aquellas escaleras que dan a la ventana, yo la observaba detenidamente, a veces me tocaba la ventana para charlar un rato, otras más salíamos a cenar, era una gran mujer en un mundo tan pequeño, tenía unas alas enormes cuando el aire contenía pequeña cuchillas filosas, ella era Evelyn y le decían Huevelyn, era tan frágil como los huevos, tan vulnerable a las heridas, tan fiel a la decepción.

Se escondía por las avenidas grandes de México, meditaba en algunos bares de poca fama, poseía una gran admiración por la cama compartida con otros, en ocasiones con otras, en ocasiones sin ella, nunca tuvo la suerte para el noviazgo, jugaban con ella, se burlaban de ella, se reían de ella, y ella no hacía nada más que llorar, por ella, por todos, por el mundo, y eso me rompía el alma, el cuerpo y la mente, incontables veces se postraba en mi ventana, se sentaba en las escaleras y se desahogaba, era un vaso roto de sentimientos, una prematura ilusión, estaba mal y yo estaba mal por ella, yo era solo una caja de pandora, ella era mi vida marchita, pero aun así ella fue muy feliz, su nombre retumbaba en mi cuarto y en mis sueños, Evelyn hacia la izquierda y también hacia la derecha, ella era un ángel caído a un infierno terrenal, amante de los gatos, de la naturaleza, de la vida, vegana hasta la raíz, ella cumplía sueños, metas, realidades, fantasías, ella cumplía todo aquello que anheló.

Entonces aquel día que la vi postrada sobre la silla, con la cara demacrada, con los labios cargados de tristeza, con las drogas sobre sus manos, con las ojeras del dulce insomnio, con la vestimenta no apropiada, aquel día, aquella Evelyn que había conocido desapareció.

Las tragedias nos golpean, nos hacen trizas, añicos, nos torturan, nos expulsan del acantilado a un vacío, todo el tiempo hacen de las suyas y así rompen los huevos frágiles que hay a nuestros lados, todo en ella se partió, toda ella se vacío, se le salió la yema, la clara, y todo lo que contenía dentro, vi innumerables sueños desbordándose en alta presión, metas escurrían como sangre por su piel, planes se estrellaban en su esperanza, todo se terminaba, todo acababa, se venía abajo, su mundo se venía abajo y no había nadie más para sostenerlo, ni el alcohol, ni el cigarro, ni las drogas, todo se había perdido en su mundo, en su gobierno, en su galaxia, en su vida.

¡Maldita familia!

Pero no siempre la culpa la tiene la familia, a Daniel le había derrotado una niña en los sueños y también en la realidad, se había perdido por ella, se había encontrado en ella, pero la buscó tanto, la encontró tanto, la olvidó tanto, la tuvo tanto, la inalcanzó tanto, que se había olvidado de él y no se había percatado de que estaba tan solo como Juan, Sebastián, Agustín o algún otro, él sabía lo que era realmente una decepción, un fraude, una traición, todo lo sabía pero le gustaba ignorarlo, todo lo ignoraba pero nunca le gustó saber, él había decepcionado y lo habían decepcionado, pero tenía varias capaz como una cebolla, como Batman o Superman o algún otro superhéroe que viste a la moda, pero una tras otra capa, otra tras una, el huevo igual se llega a romper, y es ahí cuando uno se pierde, la cebolla se rompe y se rompe, no hay poder humano que soporte la decepción, no hay ira humana que soporte la depresión, porque una es prima de la otra, porque son sentimientos que nos hunden, que nos ahogan, que nos perpetúan la columna, nos revientan, nos corrompen, son casos especiales de tristeza que flagelan el hilo de la vida, a dos, a tres, no importa, pero los golpes duelen cuando van directo al alma, la vida duele, la muerte duele, el mundo duele, la galaxia duele, el alma muere…

De Evelyn no fue nada, después de aquel día la dejé de ver, se fugó hacía un horizonte lejano, hacía un país sin existencia, desde aquella vez Evelyn, la dulce y bella Evelyn  con su huevo roto…


Desapareció.  


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